_
_
_
_
_
EL CÓRNES INGLÉS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mourinho vs Madre Teresa

Howard Webb, en un partido del Mundial de Sudáfrica.
Howard Webb, en un partido del Mundial de Sudáfrica.FRANCE PRESS

"El que domina sus pasiones, sus deseos y sus temores es más que un rey". John Milton, poeta inglés del siglo XVI

Cuando se retiró el año pasado Howard Webb, el árbitro inglés conocido en el mundo entero por su cabeza de bulldog y cuerpo de gorila, cabía esperar que iniciaría una próspera carrera como portero de discoteca. Pero no. El coloso Webb, de infame reputación en España desde que pitó la final de la Copa del Mundo de 2010, es más tierno de lo que parece. Se ha convertido en la Madre Teresa de los más desdichados, los más pobres, los más discriminados de la Premier League.

“Tienen que sacarlo todo. Quieren racionalizar lo que ha ocurrido", dijo Webb

Webb ha creado un grupo de apoyo psicológico para los árbitros ingleses, necesidad especialmente apremiante desde que José Mourinho dejó el Real Madrid y regresó a la Premier. Formalmente, Webb, que en la final de Sudáfrica no expulsó a un jugador holandés que le dio una patada en el pecho a Xabi Alonso, ocupa el puesto de director técnico en una asociación de árbitros. Pero en realidad su trabajo consiste en estar siempre disponible para aquellos de sus excolegas que tras cometer errores en el campo, y verse acusados por decenas de miles de personas de ser, entre otras cosas, unos masturbadores empedernidos, caen en el autodesprecio y la depresión.

En una entrevista esta semana con el Times de Londres, Webb contó que algunos árbitros le llaman la mañana después de un partido y le tienen pegado al teléfono durante tres horas, contándole sus penas. “Es que realmente duele cuando te has equivocado”, dijo Webb al Times. “Tienen que sacarlo todo. Quieren racionalizar lo que ha ocurrido. Quieren que les digas: no estás enloqueciendo, no estás perdiendo tus capacidades”.

Con la empatía que le otorga haber sufrido los mismos dramas, Webb deja que sus pacientes vomiten su dolor y luego explora con ellos por qué se equivocaron, qué pueden hacer para evitar caer en el mismo error en el futuro. “Necesitan hablar con alguien que les entienda”, explicó el dulce doctor Webb. “Es como un grupo de apoyo. Cuanto más hablamos, más aprendemos”.

El grupo del excolegiado ha ganado relevancia desde que Mourinho regrsó a la Premier

Las polémicas arbitrales son tan inevitables como la muerte o los impuestos, pero han cobrado más relevancia de lo habitual en la Premier últimamente debido en parte a dos o tres cantadas especialmente espectaculares, en parte también a que Mourinho, el entrenador del Chelsea, ha vuelto a denunciar conspiraciones arbitrales contra su equipo con la misma vehemencia que cuando estaba al mando del Real Madrid y el Barcelona lo ganaba casi todo.

Pese a que el Chelsea va primero en la liga inglesa y todo indica que se proclamará campeón con comodidad, Mourinho no baja la guardia. Tras un empate hace dos semanas contra el Southampton, declaró a la BBC: “Los medios, los comentaristas, los otros entrenadores, todos están presionando a los árbitros”. Después, en rueda de prensa, agregó: “Hay una campaña contra el Chelsea... Todo el mundo vio que fue penalti…”.

Si no es un penalti que el árbitro se perdió, es un fuera de juego o una tarjeta roja que se mereció el equipo rival. Mourinho no contempla que él se pueda equivocar tanto como los propios árbitros. Aunque, seamos justos, se queja tanto que de vez en cuando tiene que acertar. Es en tales casos que los árbitros llaman el día siguiente a Howard Webb en busca de consuelo.

Solo Webb, o alguien como él, se lo puede dar. Un psicólogo normal no sabría qué decir. Los árbitros habitan una secta cerrada cuyas penas y glorias solo ellos son capaces de comprender. Por eso es bueno que de vez en cuando salga una entrevista en un diario con alguien como Webb. Sería mejor aún, para que sintamos más piedad por los árbitros y para contribuir a la paz terrenal, que todos los que seguimos el fútbol, empezando por los jugadores y los entrenadores, arbitrásemos un partido al menos una vez.

Es un sueño imposible pero qué maravilla si se pudiese nombrar a Mourinho como árbitro del clásico que toca en un par de semanas entre el Real Madrid y el Barcelona. ¿Sería capaz de evitar la tentación de expulsar a Iker Casillas o de negarle a Cristiano Ronaldo el gol de la victoria señalando un dudoso fuera de juego? Difícil. Porque ser imparcial es difícil. El árbitro, la figura a la vez más desdichada y más admirable del fútbol, tiene que ser un special one, alguien muy especial.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_