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“¡Qué vergüenza!”

Cristiano Ronaldo se indigna con los pitos del público y declara que no hablará con la prensa hasta final de temporada

Diego Torres
Cristiano contempla a los jugadores del Schalke celebrando un gol.
Cristiano contempla a los jugadores del Schalke celebrando un gol.Alberto Martín (EFE)

La agresividad de Pepe, el pundonor de Isco y dos cabezazos de Cristiano, mantuvieron al Madrid agarrado con las uñas a la cornisa de la Champions. Solo esos tres hombres estuvieron a la altura de las circunstancias cuando la eliminatoria se aproximó al abismo ante la perplejidad general. El equipo vagaba sumergido en la más profunda confusión en el minuto 25, en el momento en que se hizo un silencio. Entonces Kroos cogió el balón y caminó hacia el córner izquierdo del fondo norte precedido de la solemnidad del rumor del anhelo. El alemán se acomodó para el lanzamiento midiendo distancias. Con calma. Puso el centro medido, tenso, al medio del área, y por allí se filtró Cristiano. Como en el 0-1 de Gelsenkirchen, el portugués se anticipó a Matip antes de volar y cabecear a gol. Con furia, incontestable y protestón. Tras comprobar que la pelota estaba bien adentro se dirigió a la grada y profirió una serie de imprecaciones. Como pidiendo un poquito de respeto.

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Lo registraron las cámaras de Canal+. Cristiano hablaba con Benzema en el césped y le repetía su conclusión de la noche: “¡Qué vergüenza!”. Cristiano andaba iracundo consigo mismo, con el Schalke, y con el madridismo. Porque no hubo reconciliación entre el equipo y el público. Porque no abandonó su tono sombrío el Madrid de regreso al Bernabéu después de una semana deprimente en el campeonato local. Y porque ni la afición que acude a la llamada de la Champions, tradicionalmente más generosa que la que componen los abonados de Liga, se mostró tolerante con lo que vio. Con razón. La gente se armó de argumentos para protestar cuando verificó que el equipo salió a recrearse, suavemente hamacado por la ensoñación de la superioridad, tan convencido como estaba de tener la eliminatoria asegurada con el 0-2 de la ida, tan seguro de recibir la ayuda inminente del recuperado Modric, más pendiente del clásico del 22 de marzo que de lo más urgente.

La gente se armó de argumentos para protestar al ver a su equipo salir a recrearse

El Madrid ni atacó ni defendió con un mínimo de solvencia. No supo ordenarse para apretar arriba ni para esperar atrás, ni movió el balón con criterio, ni supo imponer la superioridad individual de sus virtuosos. El paso de los minutos descubrió a un Schalke arrollador que hizo presa, uno por uno, en la mayoría de los jugadores blancos. Desaparecieron Bale y Benzema, se desorientó Kroos, se distrajeron Arbeloa y Varane, volvió a fracasar Khedira y en última instancia Casillas no tapó bien su palo en el 0-1 de Fuchs. Los pitos arreciaron en todas direcciones.

El Schalke es célebre por ser uno de los equipos más imprecisos de la Bundesliga en el manejo de la pelota. Su entrenador, Roberto di Matteo, tiene fama de cattenacciaro. Pero su equipo salió a dominar en el Bernabéu y durante casi media hora pareció irrefrenable. La hinchada comenzó a pitar en el minuto 10. Marcó Fuchs a la cuarta llegada. Los 5.000 seguidores alemanes no dejaban de cantar. Y en la banda, alarmado, Carlo Ancelotti debió ver tan alborotado a Coentrão que mandó a calentar a Marcelo. No habían pasado ni 20 minutos y el Bernabéu era un volcán silente.

Tras marcar el segundo gol, CR se dirigió al público y pidió un poco de respeto

Solo el centro que precedió al 2-2 preservó a Coentrão hasta el intervalo. Cristiano volvió a aparecer como el héroe solitario que espanta el horror a cabezazos. El partido empezó torcido y acabó peor, y el público incrementó sus silbidos a medida que confirmaba que el equipo seguía enfermo. Cristiano toleró mal la queja. Cuando el árbitro señaló el final se encaminó iracundo hacia el túnel de vestuarios. Enfadado con la multitud. Solo regresó cuando lo llamó Casillas para que se despidiera de la afición en el círculo central en un ejercicio de súplica colectiva de perdón. Hacía 15 años que al Madrid no le metían cuatro goles en el Bernabéu. Entonces el goleador tuvo la jerarquía de un Bayern campeón. Ayer fue el pobre Schalke el que repitió una gesta que casi desbarranca al Madrid de su torneo fetiche.

Cristiano se marchó fastidioso del estadio. Tan molesto que solo se detuvo ante las cámaras de televisión para anunciar que su malhumor le impone silencio. “No hablaré hasta el final de temporada”, dijo, y se fue.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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