‘Coitus interruptus’
“Deberían abstenerse de cualquier actividad sexual”. Consejo de Sepp Blatter a homosexuales que viajen al Mundial de Qatar.
En septiembre de 2006 España ganó el mundial de baloncesto. Tres meses después Michael Jordan visitó España y dio una rueda de prensa. Los periodistas locales querían saber qué opinaba Jordan de la selección campeona y cómo explicaba el fracaso de Estados Unidos, que había caído en semifinales ante Grecia.
La respuesta del mito, el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, duró menos de diez segundos. “No les vi mucho. No he visto mucho baloncesto este verano. Pero España venció a Estados Unidos y estoy seguro de que mereció ganar”.
Los que estábamos ahí sacamos dos conclusiones. La primera, que como persona Jordan no estaba a la altura de lo que había sido como deportista. Si hubiese demostrado un mínimo de cortesía con sus anfitriones, ya que venía con el propósito de venderles una nueva marca de zapatillas, habría hecho el esfuerzo de enterarse mínimamente de la hazaña de la selección española.
Nos espera un Mundial en Rusia. Menudo lío. No es un disparate pensar que habrá otro boicot
La segunda conclusión fue que el Mundial de baloncesto no le importaba un bledo. Aquí, en vez de delatarse a sí mismo, reflejó más bien la mentalidad de todo un país. Para la mayoría de los estadounidenses, hablemos de baloncesto o de lo que sea, el mundo comienza y acaba en las fronteras de su país. La NBA es donde los jugadores y los aficionados estadounidenses invierten su pasión y su energía; en los mundiales participan por obligación.
Trasladándonos al fútbol, la pregunta que surge —no por primera vez— es si pronto veremos este ombliguismo estadounidense replicado en Europa. Tras dos semanas de interrupción liguera, forzada por la irrupción de otra epidemia global de partidos internacionales, es tentador concluir que avanzamos en esta dirección.
La actitud del aficionado medio europeo al enterarse que el fin de semana pasado no habría partidos de liga fue, primero, de desconcierto, luego de irritación, finalmente, de aburrimiento. Hay buenas razones para sospechar que los jugadores captaron el mensaje y reaccionaron de una manera similar.
A mano tenemos una par de datos que parecen demostrarlo. La ridícula derrota esta semana de Portugal en casa contra Cabo Verde (población 500.000); la derrota de una anémica España contra Holanda, que hace pocos meses perdió contra Islandia (población 300.000). Hubo una época (¿hará 10 años? ¿20?) en la que uno se relamía la boca en vísperas de un amistoso entre Holanda y España u otro que se disputó esta semana, Italia e Inglaterra. Ya no. El Arsenal-Liverpool de ayer (4-1 para los gunners) o el Celta-Barcelona de hoy despiertan mucho más interés.
Es verdad que durante el coitus interruptus liguero hubo algunos partidos supuestamente importantes de clasificación para el campeonato europeo de naciones, pero ¿quién piensa en el torneo de 2016? Y, ya que estamos, ¿cuántos saben que se va a disputar en (pausa para buscar en Google…) Francia?
En cuanto a Qatar en 2022, el torneo le robará más de un mes a las ligas de Europa. Es posible que también veamos más abstenciones masivas
En cuanto al Mundial, en teoría el plato fuerte del calendario futbolero, pocos fuera de España, o de Sudáfrica, tienen gratos recuerdos del de 2010. En Brasil prefieren olvidar el de 2014, igual que en Italia, Inglaterra y España, cuyas selecciones regresaron rápidamente a casa a disfrutar de sus vacaciones veraniegas. Hubo más emoción en 2014 que en 2010, gracias a Estados Unidos y Costa Rica principalmente, pero la calidad del juego estuvo notablemente por debajo de lo que acostumbramos a ver en la Liga de Campeones.
Ahora nos espera un Mundial en Rusia. Gracias FIFA. Menudo lío. En los juegos olímpicos de Moscú de 1980, en plena guerra fría, 65 países se abstuvieron de participar. Quién sabe a qué temperatura puede llegar a bajar de aquí a 2018 la actual guerra fría entre occidente y la Rusia de Putin. No es un disparate pensar que habrá otro boicot. Y en cuanto a Qatar en 2022, donde la FIFA ha determinado que el torneo se disputará en noviembre y diciembre, robándole más de un mes a las grandes ligas de Europa, es perfectamente posible que también veamos más abstenciones masivas, sea por una escalada de la guerra entre chiíes y suníes en Medio Oriente o por pura falta de interés.
Uno se puede imaginar al Leo Messi de turno de visita al recién coronado campeón del mundo de 2022 —Cabo Verde, digamos— y que, cuando los periodistas locales le pregunten su opinión sobre el histórico triunfo de su selección, el astro conteste, “¿perdón? ¿de qué me están hablando?”