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Real y Deportivo se igualan en Anoeta

El cuadro gallego rescata un punto a domicilio ante el equipo de Moyes, que jugó a ráfagas

Chory Castro celebra su gol al Deportivo en Anoeta.
Chory Castro celebra su gol al Deportivo en Anoeta.Javier Etxezarreta. (EFE)

De pronto en Anoeta, tan lejos del Buenos Aires querido, parecía escucharse a Carlos Gardel cantando el tango Mano a mano. Porque más que de pies, de manos trataba la letra del partido. Cuando mejor rimaba el juego el Deportivo, ahora con un nuevo autor en el banquillo, llegó una mano absurda de José Rodríguez, una falta de ortografía que solo puede amnistiarse por el carácter instintivo de la acción. Ese tipo de errores que produce la inconsciencia. Xabi Prieto lo marcó a su manera: con cabeza, corazón y pie de hielo. Fabricio se quejó de la paradinha y a cambio consiguió una tarjeta. El gol castigaba la buena melodía del Deportivo que controlaba el ritmo y el instrumento, es decir, el balón que casi siempre andaba entre sus pies (salvo cuando se enredó en el brazo de José Rodríguez). La Real tocaba a ráfagas, es decir, a la contra, pensando que el cielo acabaría defendiendo su partitura. Y parecía hacerlo con un penalti llovido del cielo.

R. SOCIEDAD, 2-DEPORTIVO, 2

Real Sociedad: Rulli; Zaldua, Ansotegi, Íñigo Martínez (Elustondo, m. 58), Yuri; Rubén Pardo, Granero (Bergara, m.65); Xabi Prieto, Canales, Chory Castro (Carlos Vela, m. 71); y Agirretxe. No utilizados: Zubikarai, Carlos Martínez, Zurutuza y Hervías

Deportivo: Fabricio; Juanfran, Lopo, Sidnei, Manuel Pablo; Borges (Medunjani, m. 66), Bergantiños; José Rodíguez (Toché, m. 67), Lucas, Cavaleiro (Laure, m. 84); y Oriol Riera. No utilizados: Lux, Insúa, Cuenca y Fariña.

Goles: 1-0. M. 32. Xabi Prieto, de penalti. 1-1. M. 38, Lucas Pérez, tras despejar Rulli el penalti. 2-1. M. 57. Chory Castro. 2-2. M. 78. Toché

Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Fabricio, Borges, Ansotegi, Chory Castro, Cavaleiro, Zaldua y Lopo

Pero lo mismo que se llama a las puertas del cielo, se llama a las del infierno. Y la caldera se abrió seis minutos después en una jugada llena de anécdotas sin rima. Centró el Deportivo y dio en Íñigo Martínez, volvieron a centrar y dio en Ansotegi. Y el árbitro dio el cante pitando penalti, no se sabe si de la primera o la segunda acción. Y lo tira Lucas Pérez y lo adivina Rulli que lo desvía pero se levanta con desgana. Y Lucas llega a tiempo para meter el pie derecho y elevar el balón al hueco de la escuadra. Si el penalti es la acción más fácil del fútbol (en teoría), lo que hizo Lucas Pérez pertenece a las asignaturas hueso de este juego.

Pero hay otra categoría que es la de las misiones imposibles, los goles que están por encima de la justicia o la injusticia del resultado, porque pertenecen al sector de las artes plásticas. Cruzó un centro Canales de la derecha a la izquierda, el típico centro que llegando en carrera cualquiera lo controla y lo baja al suelo para centrar en busca del delantero centro o similar. Pero al Chory Castro se le encendieron la bombilla y las ganas: hizo un escorzo, inclinó el cuerpo y le pegó al balón como si lo odiase. Y se fue al otro palo. Fue eso que se llama un golazo que exige tanta calidad como atrevimiento, más aún cuando su equipo no sonaba bien y al tango mano a mano le ponía música de viento el público, impaciente y dolorido con las imprecisiones de su equipo.

El gol fue como un cuchillo para el Deportivo. Un gol que se produce muy de tarde en tarde, le tenía que tocar a él que había afrontado el partido con la valentía de los desesperados. No podía aplaudir, pero casi prefería que de perder, fuera de esa manera tan luminosa.

Pero no perdió, porque aún le quedaba fútbol. A Bergantiños, el líder, se le iba acabando el depósito pero no el fútbol, mientras Lucas y Cavaleiro, ambos a su manera, incordiaban a la defensa de la Real como solo los mosquitos del verano saben hacer. Víctor Sánchez se la jugó con Toché y Medujani. Decidió que era hora de que Rierra tuviese un clon a su lado, más aún cuando Moyes había retirado al lesionado Íñigo Martínez del eje de la defensa. Y entre ambos se fabricaron un gol en tres toques: un centro desde la derecha lo cabeceó al punto de penalti Riera y allí apareció la cabeza de Toché para llevarlo al segundo palo. Ocurrieron tantas cosas que la justicia o la injusticia pasaban a segundo plano. A fin de cuentas en el tango de Cargos Gardel, aunque relata una ruptura, ambos quedan bien, mano a mano. Y los goles, como decía don Alfredo, "no se merecen, se consiguen". Eso sí, algunos pasan a la historia.

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