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Nadal aplaca al gigante Isner

El español vence al estadounidense (7-6, 4-6 y 6-3) y avanza a los cuartos de Montecarlo

Alejandro Ciriza
Nadal celebra un punto en el partido ante Isner
Nadal celebra un punto en el partido ante IsnerERIC GAILLARD (REUTERS)

Ante un pegador con una derecha de hierro, qué mejor que emplear su propia medicina. Frente al efecto intimidatorio que produce John Isner al armar el brazo y apretar el gatillo, Rafael Nadal replicó con una izquierda de acero. Aplacó el español al bombardero (7-6, 4-6 y 6-3 en dos horas y 20 minutos de juego) en un pulso que trasciende la victoria. Al refugio de la arena, Nadal vuelve a ser más Nadal. Venció el número cinco y avanzó a los cuartos de Montecarlo, en los que se medirá a David Ferrer (16.30, Canal+ Deportes), su verdugo el año pasado en la misma ronda, que derrotó a Gilles Simon 6-2, 6-7 y 6-1. Pero, por encima de todo, demostró el rey de la tierra que está capacitado para resisistir otra vez al vaivén emocional que propone el carrusel psicológico del tenis.

Venía Nadal de darse un baño de autoestima en su estreno en la arcilla (6-2 y 6-1 al francés Lucas Pouille). De, en boca suya, completar probablemente su mejor partido del año. “Con una sensación fantástica”, dijo. Passings, buen drive, paralelos. Cadencia de juego, ritmo y agresividad. En definitiva, lo que busca desde que emprendiese una travesía por el desierto hace casi un año, cuando se despidió de Wimbledon y tomó un camino plagado de espinas, expresado en forma de lesiones e incertidumbre. Esta vez hubo buen feeling. Ante el joven francés asomaron rayos de luz, buen augurio por lo tanto.

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Buenas sensaciones antes de afrontar una prueba de altura, la de Isner. Un cañonero que vive del saque. 19 del mundo, nunca es presa fácil. Pese a que pierde fuerza sobre la tierra, el gigante de Greensboro (Carolina del Norte) sacude a la pelota como un cosaco, con una derecha que parece un bazoca y un figura interminable que asciende a 208 centímetros, más el alcance del brazo. Dura prueba. Peligrosa, como mínimo, y eso que los precedentes respaldaban claramente al español: cuatro pulsos, cuatro para el español.

El desafío, ante un adversario de las características del norteamericano, apuntaba sobre todo a dos aspectos: la supervivencia en el resto y la capacidad para defender el servicio. Así lo hizo Nadal (siete aces, por los 12 de Isner, y una efectividad del 73% al saque, por el 60% de su contrincante), al que un cartel le recordó su estatus desde la grada: “King of Clay (Rey de la Tierra). ¡Vamos Rafa!”. El español mantuvo a raya a Isner en el primer parcial, en el que salvó dos bolas de ruptura en el cuarto juego para evitar la descompensación. Fue un toma y daca que tuvo que resolverse en el tie break, a priori un terreno que favorecía al martillo norteamericano. Resistió Nadal, capaz de levantar dos bolas de set a favor de su rival, de resistir en un momento de sufrimiento.

Firmó una efectividad del 73% en el saque por un 60% de su oponente, todo un especialista

Sobre la arena, el número cinco recupera el color. Volvió a deslizarse bien, a dibujar buenos puntos y a escupir la bola a muchísimas revoluciones gracias a su nuevo cordaje. Menos agujeros, pero más grandes. Es decir, más potencia y efectos, menos control. Parece sentirse cómodo Nadal con la nueva fórmula de la herramienta. La pelota cae rápido hacia abajo y su top spin hace daño. Se lo hizo a Isner, que en el segundo set, con 4-3, decidió sacar el brazo a pasear para cambiar la inercia y salvó tres bolas de break. Salió reforzadísimo el estadounidense. Al juego siguiente, fue él quien firmó la ruptura, acompañada de un grito furibundo en forma de desahogo, porque daba un paso importante y su tenis bullía con ganadores (45, por los 32 de Nadal) y subidas a la red imparables, con varias dejadas que demuestran que tampoco le falta tacto al gigantón. 6-4 y a la manga definitiva.

La lluvia, que pedía protagonismo en el inicio del duelo, cedió, pero intervino lo suficiente como para dejar una superficie lenta y pesada. Pareció contagiarse Isner, al que con el paso de los minutos le fue costando más y más desplazar sus 108 kilos sobre la pista, cada vez más errático, menos certero en las voleas. Conforme menguó su juego creció el de Nadal, voraz al atacar los golpeos, profundo y lo suficientemente certero para neutralizar el saque del rival y ponerse, con un break, 3-1 arriba. De ahí al final, más consistencia (23 errores no forzados, por los 49 de Isner) y otra muestra de solidez para mirar al futuro desde una buena perspectiva.

Wawrinka y Federer, fulminados

La que se presuponía como una jornada relativamente plácida en Montecarlo, un nuevo episodio para que los grandes puliesen su adaptación a la arcilla, deparó dos sorpresas mayúsculas. Stanislas Wawrinka y Roger Federer fueron eliminados en los octavos al caer respectivamente frente a Grigor Dimitrov (11) y Gael Monfils (18).

Wawrinka, ganador del torneo el curso pasado, completó un despropósito contra el búlgaro (6-1 y 6-2) en un duelo en el que cometió hasta 41 errores no forzados en solo 15 juegos. El búlgaro, desaparecido desde hace tiempo, vapuleó por sorpresa al suizo, que defendía el cetro logrado hace un año. Dimitrov no vencía a un jugador del top-10 desde que batiera a Andy Murray en los cuartos de la última edición de Wimbledon.

También quedó apeado el número dos del mundo. Federer (38 errores no forzados) cedió ante Monfils (6-4 y 7-6) y seguirá sin elevar la corona del Principado pese a haber disputado ya cuatro finales (2006, 2007, 2008 y 2014) de las 12 ediciones en las que ha participado.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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