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El repudiado de Ferrari

La 'Scuderia' saca partido de la gestión que Marco Mattiacci hizo como director antes de ser despedido fulminantemente

Oriol Puigdemont
Matiacci, en Silverstone, en 2014.
Matiacci, en Silverstone, en 2014.christopher lee (Getty)

El fin de semana pasado se cumplió un año de la irrupción de Marco Mattiacci (Roma, 1970) en la primera plana automovilística como nuevo director de la escudería Ferrari en sustitución de Stefano Domenicali, que unos días antes había presentado su dimisión. Mattiacci aterrizó en el ‘paddock’ del circuito de Shanghái directamente desde Estados Unidos, donde hasta aquel día había presidido la división de ‘Il cavallino rampante’ en la zona. El ejecutivo se pasó todo aquel Gran Premio de China parapetado detrás de unas enormes gafas de sol de las de aviador, según dijo inicialmente para ocultar los efectos del jet lag en su rostro, pero que luego le acompañarían hasta final de temporada y que incluso llevaría dentro del taller.

Ha llovido mucho desde entonces y especialmente en Maranello, donde a día de hoy no hay ni rastro ni de Mattiacci ni de sus gafas después de que fuera fulminantemente despedido del grupo Fiat nada más terminar la prueba que cerró el calendario (Abu Dabi). Aterrizó como solución de emergencia y se fue dejando tras de sí una bomba de humo. Los motivos que llevaron a su cese nunca se han hecho públicos, aunque sí que estos “no tuvieron que ver con nada relacionado con la competición”, según un portavoz de la marca. Hace unos días alguien le vio en la puerta de la guardería de sus hijos, en Milán, a la espera de trasladarse en los próximos meses a Nueva York, donde acaba de encontrar trabajo en una empresa vinculada al entretenimiento, nada que ver con el sector de la automoción. “El Ferrari va mal, ¿eh?”, le soltó Mattiacci tirando de ironía a este conocido del ‘paddock’ con quien se cruzó por la calle.

Aterrizó como solución de emergencia y se fue dejando tras de sí una bomba de humo

Los portavoces de la estructura italiana alzan la guardia cuando uno pronuncia su nombre y ya nadie de entre la gente que viaja con la caravana del Mundial se acuerda prácticamente de él. Es como si nunca hubiera existido. En cualquier caso, lo cierto es que varias de las decisiones que tomó MM –así se le conocía y así constaba en sus auriculares– fueron determinantes para la recuperación protagonizada por los bólidos rojos –una victoria y tres podios en tres grandes premios–. No obstante, sus métodos no gustaron a todo el mundo. De hecho, la mayor parte de los habitantes del garaje aseguran ahora sentirse aliviados por el trato tan próximo que les dispensa Maurizio Arrivabene, su relevo. Uno de los que recibió a Mattiacci con menos entusiasmo fue Fernando Alonso. Entre ellos nunca se entendieron y esa falta de química terminó contagiándose y enrareciendo mucho el ambiente.

El encargado de fichar a Vettel y de centrar la responsabilidad técnica en Allison ha encontrado trabajo en Estados Unidos

El desenlace de todo aquello se precipitó en Japón con el comunicado emitido por Red Bull el sábado a primera hora, en el que anunciaba la marcha de Sebastian Vettel a final de curso. Fue allí, en Japón, donde Mattiacci consiguió el ‘sí’ del tetracampeón, aprovechando una de las cláusulas de su contrato con la compañía energética que estipulaba que si en aquella fecha concreta no estaba entre los cuatro primeros clasificados del Mundial, podía firmar por otro equipo. Vettel era el quinto y no perdió la oportunidad de enfundarse en un mono que siempre le había cautivado. El italiano había logrado uno de sus principales objetivos. El ámbito comercial era su fuerte, y gracias a sus contactos cerró un acuerdo con la empresa Haas, un gigante americano dedicado a la fabricación de maquinaria que, además, desembarcará en la F-1 como equipo la temporada que viene y cuyos coches incorporarán motor Ferrari.

Además de reclutar al integrante de la parrilla con mejor palmarés, al romano también se le puso en el entrecejo cambiar la inercia que arrastraba la ‘Scuderia’. Para lograrlo comenzó un proceso íntegro de renovación que, entre otras cosas, terminó con Pat Fray, entonces director técnico, apartado del nuevo proyecto. En su lugar centró toda la responsabilidad del diseño del SF15-T en la figura de James Allison, el padre de la criatura con la que el chico de Heppenheim todavía no se ha bajado del podio.

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