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La guillotina del PSG

Neymar, con cinco goles en cuatro partidos, sentencia al conjunto parisino

Jordi Quixano

En el partido más exigente de la temporada para el PSG, en el que se jugaba su futuro en Europa, el técnico Laurent Blanc decidió restarle felicidad a su estrella [Zlatan Ibrahimovic], que exigió ser el único delantero centro del equipo porque así se sentía más cómodo y protagonista, foco único de gol. Resulta que el entrenador descartó el habitual 4-3-3 y dispuso un 4-4-2 en rombo con Pastore de enganche, por lo que se llevó a sí mismo la contraria porque al iniciar el curso sentenció: “Sólo un jugador no está contento con este sistema [Cavani pidió ser también ariete para continuar, promesa incumplida del míster y el presidente]. Y los equipos que ganan la Champions sólo juegan con un punta”. Cambió de idea Blanc en el Camp Nou, condicionado por el 1-3 de la ida y por la necesidad de presentarse en el área rival con más efectivos en las contras, pero le salió rana la jugada porque Ibrahimovic sólo ejecutó un disparo y Cavani apenas compareció. Resulta que el gol estaba en el área contraria y pasaba por las botas de Neymar, la auténtica pesadilla del PSG.

Neymar agobió a Van der Wiel y Marquinhos en la salida del balón y fue un torbellino por el flanco izquierdo

“Está muy fino, es una bala”, le reconocía hace poco Xavi. “Tiene velocidad, regate y no falla delante de la portería”, ampliaba Piqué. Menos si enfrente está el PSG. Desafinado en la Liga porque sólo suma dos goles en los últimos nueve encuentros —se perdió dos: uno por sanción y otro por decisión técnica—, Neymar ha encontrado en el equipo parisino al mejor rival posible. Resulta que le ha marcado en los cuatro partidos que se han visto la cara en esta temporada y anoche le hizo un doblete para contabilizar cinco dianas en total. El primero llegó después de un baile de Iniesta con el balón y un eslalon de los que quita el hipo, bien resuelto por el brasileño tras una diagonal y quiebro sobre Sirigu. “Fue una jugada fantástica. Me dejó solo, únicamente tuve que driblar al portero”, resolvió el goleador de la noche. El segundo, bien colocado en el área, con un remate de cabeza picado a centro de Alves. Y lo celebró a caballito del mismo Alves para después abrazarse con sus grandes amigos Messi y Suárez, sus compinches de línea.

Excelente en el acoso en campo ajeno, lejos de acusar esos errores tácticos que sufría la temporada anterior, Neymar agobió a Van der Wiel y Marquinhos en la salida del balón y fue un torbellino por el flanco izquierdo, bravo y veloz, habilidoso y escurridizo, también malabarista del balón. Una versión que ha expresado con continuidad esta temporada, dado que ya suma 30 goles (18 en la Liga, 6 en Champions y otras 6 en la Copa), el doble de los que festejó en su primer curso como azulgrana. Números que expresan su capitalidad en el equipo y de la que es bien sabedor el 11 azulgrana, que casi siempre tuerce el gesto cuando es sustituido. “No le doy importancia a esas chuminadas”, resolvió Luis Enrique después del duelo ante el Sevilla, cuando le sentó para intentar gobernar el cuero, por más que Neymar fuera hasta entonces el mejor del partido. El brasileño, entonces, le miró entre desafiante e irónico al tiempo que evidenciaba con gestos que no estaba de acuerdo. Anoche, sin embargo, cambió a Suárez, que quizá se llevó la ovación que merecía Neymar. “Hicimos un gran partido. Era difícil pero imprimimos un ritmo de juego buenísimo”, convino el futbolista paulista.

“Era difícil pero imprimimos un ritmo de juego buenísimo”, resolvió el brasileño

Aunque desde la UEFA 1998- 1999 no se recuperaba una eliminatoria con el 1-3 en la ida (el Stuttgart al Feyenoord), la plantilla del PSG tenía un millón de prima en caso de superar al Barça. Pero la contradictoria idea de Blanc no pudo con Neymar, que desesperó a Verratti con sus regates y bicicletas, hasta el punto de que le dio una tarascada y un balonazo posterior como señal de rabia e impotencia. Pero es que Neymar le tiene tomada la medida al PSG.

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