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Nadal reacciona ante Bolelli

Tras un inicio en falso, el español se repone para vencer al italiano (doble 6-2) y citarse en los cuartos con Dimitrov (15.30, La Sexta), "uno de esos test que te ponen en tu sitio"

Alejandro Ciriza
Nadal celebra la victoria sobre Bolelli
Nadal celebra la victoria sobre BolelliJulian Finney (Getty Images)

Sembró la inquietud en la Caja Mágica el arranque en falso de Rafael Nadal frente al italiano Simone Bolelli. Un revés al pasillo y dos bolas a la red en el primer resto no eran un buen indicativo. Y peor se puso la escena cuando cometió una doble falta y volvió a fallar otra vez. Regresaban las dudas, la incertidumbre. La gran duda. Salió el de Manacor un tanto pesado a la pista central y crecía el murmullo cada vez que erraba una bola fácil. Sin embargo, los aplausos de la grada, esa a la que reclama ahora su apoyo, más que nunca, marcaron el punto de inflexión necesario para darle la vuelta al panorama y lograr el pase (doble 6-2) a los cuartos de final, en los que se medirá (15.30, La Sexta) al búlgaro Grigor Dimitrov (7-6, 3-6 y 6-3 al suizo Stanislas Wawrinka).

“Es uno de los mejores del mundo, sin duda. No sé que edad tiene [23], pero no es ninguna promesa; está completamente asentado en el circuito [ocupa el 11º lugar del ránking]. Ha ganado tres partidos aquí, así que está a un buen nivel. Contra él será uno de esos test serios, de los que te ponen en tu sitio. La única forma de ganar es haciendo un partido completo”, señaló el ganador de 14 grandes, espabilado a partir de las voces y los mimos de una afición que le espera.

El pulso ofreció pocas conclusiones. Si acaso, ese empujón para escapar del tormento y alejar los fantasmas

“¡Vamos, campeón! ¡Sí puedes, sí puedes!”, le gritaron desde la grada conforme el italiano iba creciéndose y a él empezaban a acecharle los fantasmas. El electrónico reflejaba un 2-2 y ahí llegó el giro, el volantazo. Despertó Nadal a tiempo y salvó tres puntos de break. Desde ese instante, su juego ganó temperatura y comenzó a llegar mejor a esas pelotas que se le habían atragantado antes. Su drive, de forma progresiva, se afiló. Y poco a poco fue levantándose hasta que desarmó a su adversario, un jugador con oficio, 63 del mundo, pero sin mayor alegría que un torneo de dobles en su palmarés.

Se repuso Nadal sin adornos e inhabilitó poco a poco los golpes planos del italiano. Firmó dos rupturas consecutivas y encauzó el primer set. En el receso se poblaron un poco más las gradas, que volvieron a arropar al español, necesitado de cariño y autoestima en uno de los momentos más complicados de su carrera. Agradecido, Nadal incrementó el voltaje y el resto, por dejarse llevar, lo aportó Bolelli, desdibujado y rendido antes de tiempo. Apenas ofreció resistencia en el segundo parcial, así que el pulso ofreció pocas conclusiones desde ese momento. Si acaso, ese empujón para escapar del tormento y ahuyentar los malos augurios.

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Como ya ocurriera en su estreno, ante el estadounidense Steve Johnson, volvió a apretar el puño y los dientes con efusividad cada vez que hizo un punto. Pequeños grandes logros, subraya él, que antes eran rutinarios y hoy día contempla como la mejor base sobre la que asentar su regreso. Así construye Nadal ahora, ladrillo a ladrillo. “Todas las cosas, por pequeñas que sean, suponen energía positiva”, dijo nada más terminar el partido, aún sobre la arena de la pista Manolo Santana; “he estado correcto. Creo que ha habido una progresión y me espera un rival complicado. No vale ya jugar a medias, sino que debo tener un nivel alto si quiero tener opciones reales. Yo lo voy a intentar, otra cosa es que pueda lograrlo o no”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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