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El Madrid resuelve el enigma en Chamartín

El equipo blanco determinará ante el Juventus la medida de su evolución tras la conquista de la Décima. La polémica iniciada por su agente denunciando un boicot arroja dudas sobre Bale

Diego Torres
Bale sufre la entrada de Bonucci en el partido de ida.
Bale sufre la entrada de Bonucci en el partido de ida.S. Rellandini (REUTERS)

Los futbolistas son aficionados a motejar. El vestuario del Real Madrid no es una excepción. El último apodo en hacer fortuna se lo han adjudicado a Gareth Bale. Inspirados en la última película de Morten Tyldum, sus compañeros le llaman Enigma.

La visita del Juventus a Chamartín para disputar la vuelta de la semifinal de la Champions (20.45 horas, C+), obliga al Madrid a resolver todos sus misterios en una sola noche. El 2-1 sufrido en Turín fuerza al equipo a elevarse sobre su postrero tono vulgar. El partido, que podría ser el último de la temporada en el Bernabéu si los futbolistas no desconvocan la huelga, servirá para determinar si este grupo de jugadores siguen conformando el gran equipo que conquistó la Décima o si aquel equipo ya no existe y los decepcionantes resultados conseguidos esta temporada sobre sus rivales directos (siete derrotas, cuatro empates y dos victorias en Copa, Liga y Champions contra Juventus, Barcelona, Atlético y Valencia) son la medida de una realidad más pobre. Los aficionados desvelarán estas incógnitas. Incluyendo las sospechas que pesan sobre el futuro del entrenador, Carlo Ancelotti, el capitán Casillas, el segundo capitán Ramos y la consolidación de Gareth Bale.

Pocos jugadores en el mundo tienen las condiciones de Bale. Ese golpeo majestuoso, esa técnica notable, esa capacidad atlética de corredor de 200 metros, y esos 25 años que le convierten en un pimpollo del fútbol deberían haberle ayudado a despejar las dudas después de dos años en el Madrid. Por falta de confianza no ha sido: Ancelotti se cuida mucho de permitirle disputar cada minuto de cada partido. Sin embargo, su rendimiento y su conducta resultan erráticos. Para el público y para los compañeros que conviven con él, que le identifican con la compleja máquina de encriptación que inventó Arthur Scherbius.

A la espera de que sus colegas le den la pelota sin rencor, Ancelotti pondrá a Bale a la derecha

Bale ha dejado de chapurrear el castellano. Solo habla con los angloparlantes. Con Modric, básicamente. Y solo se junta con Modric fuera del trabajo. Nunca acude a las comidas de confraternización. Es un profesional cuidadoso con su forma física. Lleva una vida tranquila y hermética.

Ha marcado dos goles en esta Champions. En Turín, jugó en la posición de delantero centro y no remató ni una vez. Las furibundas críticas que recibió de los expertos en la televisión británica —en España apenas le juzgaron— provocó la intervención de su agente, Jonathan Barnett. En descargo de su cliente, Barnett dijo que no brillaba porque sus compañeros no le daban el balón. Es decir, que lo boicoteaban. El propio Barnett propuso una solución drástica apelando al poder de la directiva para coaccionar a los díscolos: “El club debería tomar medidas”.

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Las declaraciones de Barnett sembraron la desconfianza en el vestuario del Madrid. En el peor momento posible, los jugadores y el entrenador se hicieron preguntas que no ayudan a mejorar la cohesión. ¿Habla el club con Barnett? ¿La directiva concuerda con él? ¿Piensa Barnett como Bale? El rostro de Ancelotti se transfiguró cuando ayer le preguntaron por el asunto, sabedor de que es inconcebible que todo gire alrededor de un futbolista y sus presuntos fastidios. “El agente de Bale nunca vio un entrenamiento”, dijo. “No conoce nuestro ambiente. Los compañeros quieren a Bale y Bale quiere a sus compañeros”.

A la espera de que sus colegas le pasen la pelota sin resentimiento, Ancelotti devolverá a Bale a la banda derecha contra el Juventus. Porque en contra de la opinión popular, Bale, que es zurdo, prefiere jugar a la derecha. Lo primero que hizo el galés cuando habló con Ancelotti, tras su llegada a Madrid en 2013, fue decirle que donde mejor se encontraba era arrancando desde la derecha. Explicó que así había metido muchos goles en el Tottenham, siguiendo una indicación de su entonces técnico, Vilas Boas.

La rebelión del Bentley

Necesitado de desmarques y pases filtrados en los últimos metros, Ancelotti situará en punta a Benzema o a Chicharito. Dejará a Cristiano libre y pedirá a Bale que haga lo que quiera en ataque, pero que en defensa ayude a cerrar su banda. Bale dirá que sí, como de costumbre. Y luego cumplirá, o no, según su ánimo.

Bale siempre asiente con educación. Siempre se muestra dispuesto. En principio, claro. Asintió cuando el club le comunicó que los jugadores harían bien en conducir modelos de Audi en cumplimiento del contrato de patrocinio que el Madrid firmó con el fabricante alemán. Fue en 2014. Por entonces, la disciplina estaba bastante arraigada: en los traslados a los entrenamientos y las concentraciones predominaban los Audis que la marca cede a cada uno de los miembros de la plantilla, vehículos que en muchos casos superan los 100.000 euros. La mayoría seguía el protocolo, hasta que un día los jugadores vieron a Bale aparecer en un Bentley Continental GTC Speed. Blanco. Hermoso. Personalizado. Como un tanque deluxe.

Desde entonces, Valdebebas parece una feria de prototipos de la industria automotriz. Un jugador comentó que, por lo menos, así el fichaje del galés serviría para que todos pudieran lucir sus Ferraris, sus Bugattis, sus Lamborghinis o sus Rolls.

Porque además de aficionarse a los motes, los futbolistas de todas las épocas han adorado los coches caros. En esto la comunión con Bale es perfecta. Sus colegas admiran el buen gusto de sus adquisiciones y esperan darle muchos balones hoy contra la Juve. Y cruzan los dedos para que vuelva a marcar goles importantes, sin olvidarse, si no es mucho pedir, de ayudarlos un poco en defensa, como le manda el entrenador. Y así poder descifrar el enigma y llegar a Berlín.

 

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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