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Zakarin gana en Imola y Contador pone a prueba a Aru y Porte

Etapa para Zakarin en el circuito de Imola, donde el español saca conclusiones pensando en la contrarreloj del sábado

Carlos Arribas
Zakarin cruza victorioso la líonea de meta de Imola.
Zakarin cruza victorioso la líonea de meta de Imola.Daniel Dal Zennaro (AP)

A Vittorio Adorni, un ciclista y un filósofo del ciclismo, le proclamaron hace un par de días doctor honoris causa por la Universidad de Parma, su ciudad, y de rodillas bajo un paraguas se presentó en la salida de Forlì a sus pies Philippe Gilbert, otro campeón del mundo. Quería saber el belga qué tenía que hacer para ganar la etapa, que terminaba en el autódromo de Monza, el de Enzo y Dino Ferrari, allí donde Adorni se había vestido de arcoíris en 1968. Quizás en vez de revelarle sus secretos a Gilbert, Adorni, aquel ciclista del Salvarani de Gimondi que ganó el Giro del 65 también y que también enseñó a Merckx a ganar su primer Giro con el Faema, debería haber hablado directamente con Valerio Piva y Fabio Baldato, los directores de su equipo, el BMC, que después de controlar la fuga en el diluvio, agotados, decretaron barra libre de movimientos en los kilómetros decisivos del circuito.

La libertad es buena para el ciclismo: permitió al ruso Ilnur Zakarin lucir su palmito (un zancudo mezcla de Froome en lo huesudo , de Zülle en lo tosco y del mismo Adorni también, aún alto y recto como un palo a los 77 años) para ganar la etapa y permitió a Alberto Contador exhibir su instinto único en una acción cuya reacción le permitió dibujar el estado de forma de sus rivales tres días antes de la contrarreloj tan importante.

Caída de Urán

Entre medias, Beñat Intxausti, infiltrado en la fuga, recuperó el jersey azul de líder de la montaña puntuando en varios terceras y Rigo Urán se cayó, se destrozó el maillot, se raspó la piel con el asfalto empapado del autódromo y con calma y sin que nadie de su equipo le esperara a él, su líder, volvió al pelotón, que no pasaba ya de 50 corredores. Gilbert, por su parte, ni siquiera ganó el sprint del pelotón en una etapa que más pareció una de esas clásicas en las que es tan bueno, aunque lo intentó.

Fabio Aru, antes del comienzo de la 11ª etapa
Fabio Aru, antes del comienzo de la 11ª etapaLUK BENIES (AFP)

Adorni cuenta que Merckx era fuerte y testarudo, pero que entonces, aquel 68 del primero de sus cinco Giros, el caníbal belga solo tenía 22 años y era obediente. Tenían entre ambos, entre el capitán de ruta y el alumno, un código: Merckx solo podía atacar cuando miraba a Adorni y este asentía con la cabeza. Adorni la mayoría de las veces intentaba no cruzar su mirada con la del belga, pues no quería quedarse descolgado enseguida, pero Merckx, que era comprensivo entonces, le respetaba. Contador, que es también testarudo como Merckx, como lo son todos los campeones, nunca ha buscado con la mirada a algún veterano de sus equipos para pedirle permiso para atacar: lo suyo, lo del corredor de Pinto que busca llegar por tercera vez de rosa a Milán, y de rosa ya está vestido, es mirar a los rivales. Mirarles a los ojos (lo que camino de Imola era posible: como llovía pocos llevaban gafas, pocos podían esconder el miedo, la flojedad o la fuerza detrás de los cristales oscuros), mirar sus piernas, observar su posición, sus gestos. Y después, analizar, decidir y actuar.

El instinto de Contador

El pelotón, con Alberto Contador a la cabeza, durante la undécima etapa del Giro de Italia
El pelotón, con Alberto Contador a la cabeza, durante la undécima etapa del Giro de ItaliaCLAUDIO PERI (EFE)

“El instinto me decía que algunos de mis rivales no los estaban pasando bien y quería comprobarlo”, dijo Contador, el patrón que aventaja en 3s a Fabio Aru, en 2m10s a Urán y en 3m 9s a Richie Porte, sus tres contendientes más peligrosos, y atacó en el último paso por el puerto de cuarta, el Tre Monti, donde armó una tremolina a ocho kilómetros de la llegada. Aru, quizás despistado y mal colocado, tardó en reaccionar y le costó. Porte, quien quizás aún medite sobre la estupidez de la resolución del pinchazo que le costó una sanción de dos minutos el miércoles, ni se movió. El australiano simplemente esperó a que se calmara el asunto. Y Contador habló como si fuera Adorni, un sabio del ciclismo. “Como todo el mundo sabe, las grandes carreras se ganan pasando invisible los días que se está mal, sin que los rivales lo noten. Por eso hay que probarlos, por si se les pilla. Hoy no había terreno, pero se han visto cosas interesantes”, dijo el ciclista español, que se fue con el hombro sano y una media sonrisa de complicidad en los labios.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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