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COPA AMÉRICA | CON Y SIN BALÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Arturo Vidal: tierra y altar

La historia del jugador chileno, talento guerrero, pudiendo ser muchas entre tal pobreza y tantas privaciones, no pudo ser otra

Arturo Vidal celebra un gol ante Ecuador
Arturo Vidal celebra un gol ante EcuadorSebastian Silva (EFE)

Lo primero que habríamos de retratar, sería esa desvencijada portería pegada a una casa, que ratifica el paradigma freudiano de “infancia es destino”. Pero retrocedemos un par de metros, porque el encuadre resulta más revelador con algunas de las piedras, forjadoras del futuro temperamento del personaje, que asoman en plena área grande. Un trecho más para atrás, que hemos hallado variedad de basura sobre la terracería. Otro poco, hasta llegar a la difusa raya que divide las dos mitades del campo de juego. Algo más, porque ahora unos pájaros comen (o desesperan buscando qué comer) por el área grande del otro costado. Finalmente, la portería opuesta, en cuyas agujeradas redes reposa una pelota ponchada.

Ahí, en El Huasco, extrarradio de Santiago, comenzó la carrera de Arturo Vidal; predeterminado por la ubicación de su marginal casa, elegido por los azares del balón, predestinado por los astros del sur, vivió y soñó a no más de cuatro metros de una portería.

En eso pensamos, cuando emerge entre rechinidos de bicicleta un personaje maduro y de desordenados cabellos que se hace llamar Chumi. Como todos aquí, sabe que si hay una cámara, que si se efectúa un reportaje, es por el hijo pródigo de la localidad.

Predeterminado por la ubicación de su marginal casa, elegido por los azares del balón

Grita: “¡Un caso aquí del barrio para el mundo! ¡Aquí en la población tenemos treinta años y él tiene veintiocho! ¡Aquí está su destino, la felicidad de todo el vecindario!”. Insiste que en su taller hay algo muy especial, pero no accede a decirme qué es; incluso sobre el camino insinúa que quizá no me dejará grabarlo. Pasamos por calles de trazado imposible, esquivamos coches por donde no habrían de caber y llegamos al santuario del crack juventino.

Periódicos y memorabilia, uniformes y muñecos, esculturas y dibujos, presididos por el altar más caótico: incienso, vírgenes, bendiciones, cirios, para rogar por este (o acaso, a este) futbolista. Fe sincrética con el rey Arturo como especie de profeta.

Es salir del taller de Chumi y escuchar cómo todos tienen algo que decir de la niñez de Vidal. “Es que nació con el futbol; salía de su casa y casi a pie pelado jugaba en ese arco”, asevera José; “lo conozco desde que era chiquitito, cuando jugaba en la esquina, en mi pasaje, y su mamá era como la empleada de una casa”, complementa Daniel.

Cancha que nunca tuvo pasto y cuyas piedras dieron rigor de vida a quienes ahí persiguieron pelota. Polvareda que se levanta y deja ciego a quien atrape. Historia que pudiendo ser muchas entre tal pobreza y tantas privaciones, no pudo ser otra. Arturo Vidal, talento guerrero, nació aquí y nació para esto.

Alberto Lati es periodista deportivo de la cadena Televisa y autor del libro Latitudes: crónica, viaje y balón@albertolati

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