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Silva mantiene el rumbo de España ante Bielorrusia

Un gol del canario da la victoria a La Roja en Borisov tras un partido bien jugado al inicio

José Sámano
Piqué cabecea ante Kornilenko.
Piqué cabecea ante Kornilenko.YURI KADOBNOV (AFP)

A estas alturas del curso y en tiempos de incertidumbres, a España le basta brindar por un triunfo. No importa que sea en Bielorrusia, selección próxima al camión escoba del fútbol europeo. Con Eslovaquia sin derrapar como líder del grupo y próximo rival español en septiembre, a la Roja no le queda otra que encadenar resultados, sea donde sea y por la vía que sea. No son días de bienaventuranzas, pero en Borisov el equipo tuvo flujo durante el primer tiempo y se agrietó en la reanudación, cuando Casillas evitó lo que pudo ser el preludio de un posible desastre. Una sola intervención, pero decisiva. Como fueron las de Gorbunov, el meta local, que desbarató una catarata de ocasiones visitantes. No pudo con el remate de Silva tras una pifia que aupó a los españoles, que una vez más, al menos durante todo un tiempo, jugaron por encima de lo que golearon. Cuando llegó la flojera, curioso, trenzó menos, concedió más y goleó igual de poco pese a multiplicar sus llegadas. El gol no siempre es hijo del juego.

Bielorrusia, 0 - España, 1

Bielorrusia: Gorbunov; Shitov, Martinovich, Filipenko, Bordachev; Kislyak (Dragun, m.77), Maevski; Pavel Nekhajchik, Hleb (Putsilo, m.88), Maksim Volodko (Stasevich, m.80); Kornilenko.

España: Casillas; Juanfran, Piqué, Sergio Ramos, Alba; Cazorla, Busquets, Cesc (Isco, m.74); David Silva (Bernat, m.84), Morata, Pedro (Vitolo, m.64).

Gol: 0-1. M.44. David Silva.

Árbitro: Schörgenhofer (Austria), amonestó a Bordachev y Nekhajchik, por Bielorrusia, y a Morata, Pedro, y David Silva, por España.

Estadio Borisov Arena de Minsk. Unos 13.000 espectadores.

En la apertura del partido, fue una buena España. Una selección intensa, decidida, con la pelota en propiedad y con un repertorio variado en ataque, con los laterales, sobre todo Jordi Alba, como ventiladores por fuera, con Morata como diana para jugar por los pasillos interiores. Un equipo fluido, con la sola tacha de su endémica tendencia a convertir la portería rival en un borroso espejismo.

A la Roja nunca le sobró el picante, ni con nueves postizos ni con arietes puros como Morata o Diego Costa. El primero le ha tomado la delantera al del Chelsea y en Borisov dejó de nuevo huellas para el optimismo. Conoce el oficio dentro del área y es más que un rematador. En la zona de cocodrilos se mueve con mucha intención, no es una estaca y orienta a los demás hacia el gol. Precisamente, una filigrana del de la Juve al filo del descanso derivó en el gol. Morata fue arrestado de mala manera, Cesc ejecutó la falta lateral y el meta bielorruso se arrugó ante el enésimo asalto de Sergio Ramos. Gorbunov, extraviado, dejó la puerta abierta y Silva engatilló.

El tanto puso el lazo al notable primer tramo de España. Con Iniesta de baja, Del Bosque, llegado el reto oficial, alistó a todos los pretorianos. Salvo al novicio Morata, a todos los que llevan un mundo en las cumbres. Entre ellos, Cesc, que tras años en distintas escalas parece haber cobrado el papel protagonista que siempre demandó. Ya no precisa ser un ariete de mentira y sin Alonso y Xavi, hoy ejerce de guía como centrocampista. Cesc siempre fue mitad delantero y mitad volante. Con los dos perfiles ha hecho carrera. Ahora, enfatiza el segundo. Ocurre que con él suele añorarse la otra mitad, sea cual sea su función del día. Ante Bielorrusia hizo gravitar al equipo sobre él, pero se perdió al otro Fàbregas, al que da picotazos como infiltrado desde la segunda línea. Con Busquets, Cazorla en el puesto de Koke y Silva, la Roja se garantiza la geometría.

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Sin futbolistas interiores que pidan el testigo a los delanteros, al grupo español le costó dar un portazo a Bielorrusia, un conjunto duro y con lija en los tacos, que se organizó con todos los diques posibles delante de su portero. Con más juego que renta, la Roja no fue la misma en el segundo capítulo. Bielorrusia dio un paso al frente y casi compromete al grupo de Del Bosque. El equipo se deshilachó algo y concedió trechos de ida y vuelta. Mal asunto cuando se juega en el alambre. España comprobó que su contrario tenía al menos una bala, no solo fogueo. A sus 34 años, el exbarcelonista Hleb, aún gotea alguna jugada. Nada más comenzar el segundo tiempo, tiró de telescopio y con un toque sutil dejó a Kornilenko cara a cara con Iker Casillas, de miranda hasta entonces y después. El delantero bielorruso no es Robben, pero corrió la misma suerte. ¡Esos tobillos mágicos de Casillas! El cuadro local no tuvo más cuerda ante el capitán español, pero sí merodeó con más afán por su perímetro.

Con menos control que en el primer episodio, el equipo, ya más a la carrera, tuvo oportunidades para evitar cualquier sofoco, pero Gorbunov respondió de maravilla ante dos latigazos de Cazorla y Silva, y otro final de Morata... España no solo se estrelló con el guardameta local. También pagó su resistencia a invadir el área, muchas veces vaciada en cuanto Morata la abandonaba para dar hilo al juego. Al juego sí, al bueno del primer acto, una señal futurista tras las últimas pesadumbres. Lo inquietante es que ni en días con luces el gol es un sello.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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