La Roca más activa

Sobre el césped se da un aire a Zé Pequeno, aquel personaje de Ciudad de Dios que inició una guerra de sangre para tomar el control de la favela carioca del mismo nombre. El mando del centro del campo colombiano pasa por él. Esa imagen de duro se desvanece fuera del terreno de juego. Ahí, su alegría, su rostro aniñado resulta el de un integrante de los Jackson Five. En la tierra que suspira por James, que quiere bailar al ritmo que marca Cuadrado y que se encomienda a quien sea con tal de que llame a Falcao para que se presente en el césped, el triunfador ante Brasil fue Carlos Sánchez, un tipo de 29 años que pasa por poco del 1,80 y al que el apodo de La Roca se le quedó corto. Fue el pilar sobre el que Colombia construyó una victoria balsámica e histórico. 24 años llevaban los cafeteros sin ganar a Brasil en una Copa América.

La sombra de Sánchez se extendió por todo el centro del campo del Monumental de Santiago, con continuas ayudas en la retaguardia. Consiguió desquiciar a un Neymar sobrado de revoluciones en la cabeza. En 90 minutos, Sánchez recuperó 22 balones y logró un 75% de efectividad en el pase. Sin filigranas ni especulaciones. “Es un jugador que nunca se ha complicado en una zona donde hay que jugar rápido, es muy constante, no aparece y desaparece. Es ese tipo de futbolistas necesarios cuando hay tanta clase a su alrededor, si no existiese se le echaría de menos”, señala Julio Comesaña, entrenador uruguayo nacionalizado colombiano, uno de los primeros en fijarse en el centrocampista.

Comesaña recuerda las primeras veces que vio al medio cuando este jugaba en el River Plate de Uruguay. Le sorprendía que, pese a salir desde el banquillo, el público pedía “dársela al colombiano, dársela al colombiano”. “Llegó con las características de un futbolista de su país, pero yo creo que se hizo más jugador en Uruguay. Supo adaptarse a la exigencia de un juego más duro. Desde entonces ha mantenido esa línea de comportamiento”, añade Comesaña.

Su buen hacer en Uruguay le llevó a Francia, al Valenciennes, donde se ganó el apodo de La Roca, “pero no por tronco, que en Colombia significa patadura”, suele bromear. Después de seis temporadas fichó por el Elche, donde estuvo solo una temporada antes de convertirse en ‘villano’ con el Aston Villa. En Alicante dejó muy buenas sensaciones y una jugada polémica para el recuerdo, aquel penalti a Pepe en el último suspiro de un partido contra el Real Madrid en el que el árbitro fue el único en ver un agarrón del colombiano. “Yo todavía estoy esperando que me devuelva el brazo”, ha bromeado alguna vez Sánchez

Alejado de los focos, como si esquivara el protagonismo fuera de la cancha, quienes le conocen aseguran que es un tipo tranquilo, siempre con buena cara, seguro de sí mismo y con un equilibrio emocional que le da garantías en el campo, donde destaca por su compañerismo. “La clave del triunfo fue la unión del equipo en todo momento, fuimos un bloque”, destacó tras el partido contra Brasil.

La victoria ha exacerbado los continuos cambios de ánimo en Colombia. Del tremendismo más absoluto se ha vuelto a la esperanza previa al inicio del torneo, como si se hubiesen borrado del calendario cuatro días de la semana. Hasta el punto de que James lanzó un mensaje al respecto: “Creo que el país tuvo que estar un poco más unido. Hoy van a estar felices. Pero cuando estamos mal, invito para que estemos juntos también. Que no critiquen tanto”.