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Un partido ‘nacionalista’

Bolivia y Chile llevan al césped su rivalidad por el conflicto marítimo

Marcelo Martins se hace un selfie con la afición
Marcelo Martins se hace un selfie con la aficiónAFP

La Copa América se ha convertido en el campeonato deportivo más importante para Bolivia en mucho tiempo: su seleccionado venció un partido por primera vez en 18 años (a Ecuador, 3-2) y su pase a la siguiente ronda se define en el enfrentamiento este viernes con su rival histórico, Chile. Estos ingredientes han elevado a niveles extraordinarios el interés por la Copa, que siempre ha sido notable en un país enamorado del fútbol. En La Paz prácticamente no se habla de otra cosa que del partido de hoy, que a los bolivianos les interesa ganar no solo por razones deportivas, sino también nacionalistas. Pasar a cuartos sería un gran logro para un país que no conoce más que reveses futbolísticos desde su clasificación al Mundial de 1994, que sigue recordando como “gloriosa”; pero conseguir este objetivo haciendo sufrir a Chile, al que Bolivia ve como responsable de su mediterraneidad y por tanto de una parte de su subdesarrollo, sería todavía mejor.

En los últimos años el antagonismo con este país vive uno de sus picos, como resultado de una campaña nacionalista del Gobierno de Evo Morales, cuyo principal componente es la demanda ante la Corte Internacional de La Haya para obligar a Chile a negociar una salida soberana de Bolivia al mar. Actualmente esta demanda se encuentra paralizada, mientras la Corte define la objeción chilena a su competencia en este asunto, lo que se espera ocurra a fin de este año. Sin embargo, muy rara vez el antichilenismo se ha traducido en incidentes violentos, que tampoco se esperan esta vez; como de costumbre, las pequeñas colonias chilenas en La Paz y otras capitales verán el partido en casas particulares.

Un buen desempeño del seleccionado en la Copa, de darse, constituiría la primera satisfacción de este tipo para el presidente Evo Morales, quien, pese a su devoción personal por el fútbol, no ha podido mejorar el rendimiento boliviano en esta disciplina durante sus nueve años de gestión. Morales no solo es hincha de un equipo local, como todos los políticos latinoamericanos, sino que practica fútbol sala varias veces por semana, generalmente en los actos de inauguración de los cientos de canchas de piso sintético que va desperdigando por todo el territorio.

Para tales ocasiones viaja con un equipo propio (Equipo Presidencial) y otro adversario, y juega con entrega durante 40 minutos ante las complacidas multitudes de pueblerinos que se reúnen para verlo. Morales también ha jugado fútbol en las reuniones internacionales a las que asiste, como hizo hace diez días en Bruselas, y ha desafiado —sin éxito— a varios líderes políticos internacionales a enfrentarse a él en el terreno de juego.

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