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Jordi Llopart, la caída del marchador de oro

El primer medallista del atletismo español en unos Juegos relata su experiencia de quedar en el paro y vivir en la miseria

Jordi Llopart dirige un entrenamiento del equipo japonés de marcha en Calella.
Jordi Llopart dirige un entrenamiento del equipo japonés de marcha en Calella.Juan Barbosa

El marchador se enfrenta a 50 kilómetros de absoluta soledad. El ruido de la zapatilla en el asfalto, su propia respiración y alguna palabra de ánimo desde el público son sus únicos acompañantes. Por ello, una vez que cruza la línea de meta sólo quiere sentir el calor de los suyos. Jordi Llopart no tuvo esta suerte. Como si la carrera nunca hubiese terminado, el catalán siguió sintiendo la soledad después de quedarse sin trabajo. Décadas atrás, en 1980 en el estadio olímpico de Moscú, había conseguido algo histórico: la primera medalla olímpica para el atletismo español. Sin embargo, la gloria de haber conseguido un hecho tan importante para el futuro de este deporte en España importó poco cuando tuvo que salir a la calle a buscar empleo.

Hace dos años vivía en la miseria. Con 63 años, la mujer en paro, y dos niñas pequeñas, una de ellas recién nacida, Llopart buscaba empleo, como muchos españoles. “Suerte de la familia que me ayudaba a afrontar los pagos”, decía, sin dar demasiados detalles. Estaba desesperado, sobrevivía con los 426 euros del subsidio de desempleo. “Hice llamadas, pero todos me decían lo mismo: no es buen momento”, cuenta.

Dos medallas históricas

Jordi Llopart (El Prat de Llobregat, 63 años) fue el primer atleta español en conseguir la medalla de oro en unos Campeonatos de Europa, en 1978, en Praga.

Fue el primer medallista olímpico español en atletismo. Logró la medalla de plata en Moscú-1980, solo superado por el alemán Hartwig Gauder. Fue séptimo en los Juegos de Los Ángeles 1984 y 13º en los de Seúl 1988.

Poseyó la plusmarca europea de los 50 kms marcha con 3h 44m33s. Fue ocho veces campeón de España de los 50 km marcha y una vez de los 20 km.

Fue el entrenador de Daniel Plaza, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.

Hasta entonces, había entrenado a varios atletas olímpicos, como Daniel Plaza (oro en Barcelona 92) o los hermanos mexicanos Isaac y Ever Palma; incluso trabajó en la sección de atletismo del FC Barcelona. Pero el Gobierno mexicano le rescindió el contrato como asesor técnico de marcha de la selección y cayó en desgracia. Recibió algunas ayudas, pero ningún empleo. No le sirvieron los casi 30 años de experiencia como técnico, ni los títulos de Artes Gráficas, Turismo o Enfermería, ni los seis idiomas que habla. El COE le dio una ayuda económica durante seis meses y la Secretaria General del Deporte ayuda psicológica, pero las ofertas de trabajo sólo llegaron después de que la prensa aireara su situación.

Caminar para la salud

La primera llamada fue de Bluebonnet, una empresa dedicada a la nutrición y el estilo de vida saludable, en la que trabaja hoy como asesor de Fitwalking (caminar para la salud), una modalidad que Llopart introdujo en Cataluña junto a su amigo, el también atleta Raffaello Ducceschi. “Fundamos juntos la Escuela para el caminar en Canet de Mar. Y, hace tres semanas, el legendario Mikel Odriozola [también marchador] me llamó para crear la Escuela de Fitwalking de España”, anuncia.

Ahora, Llopart compagina esta actividad y la de Bluebonnet con la de asesor técnico del equipo japonés de marcha atlética, al que prepara con la vista puesta en los Juegos de Tokio, en 2020. En la pista de atletismo de Calella, el exmarchador enseña la técnica aprendida durante sus años en activo, una técnica que redujo al mínimo las descalificaciones gracias al duro trabajo de su padre, Moisés Llopart, quien supo aunar la solvencia de los mexicanos con la tecnocracia de los rusos. “Desde que empecé a tecnificarlos, han batido el récord de Japón y del mundo”, replica.

Los atletas José Marín (derecha) y Jordi Llopart.
Los atletas José Marín (derecha) y Jordi Llopart.Antonio Espejo

Cuando él empezó, no valía para la carrera. Y fue su padre y entrenador quien le aconsejó probar con la marcha. Bajó el ritmo y apoyó los dos pies en el suelo. “La primera competición en la que participé fue en la Liga Catalana, en Lleida, con un calor sofocante. Hice una marca de una hora y diez minutos. A la semana siguiente, con tres días de entrenamiento, acabé en 59 minutos”, recuerda el del Prat de Llobregat. Eran los setenta y los mexicanos dominaban el arte de la marcha y realizaban giras internacionales para exportar su técnica a Europa. En una de esas giras se encontraron con un jovencísimo Llopart que probaba suerte en los 10 kilómetros. Impresionó al entrenador Jerzy Hausleber, un revolucionario de la marcha. Y se ganó un billete a México para aprender de los mejores. Allí se entrenó para los 20 kilómetros. Y en marzo de 1978, en Reus, ganó el Campeonato de España de marcha y superó el récord nacional por nueve minutos. “A partir de entonces, me dediqué a los 50. Y volví a México para preparar el Campeonato de Europa en Praga, donde conseguí el oro”, declara con orgullo.

El primer oro español

El suyo fue el primer oro del atletismo español. “Praga fue un sueño cumplido. En la carrera todo se repitió tal y como lo había soñado”. Un año después, Llopart batía el récord de Europa. Fue un aviso. En los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 España descubriría gracias a él qué era la marcha. “No me sentía ridiculizado, pero nos decían cosas cuando nos entrenábamos por las carreteras; por el contoneo. Aquello fue un aliciente. Había una gran incultura deportiva y no se sabía que la marcha es la prueba más larga y de las más antiguas”, explica entre risas. Ganó la medalla de plata. “El campeón del mundo y récord del momento, Raúl González, aspiraba al oro. Yo, al segundo puesto. Pero resulta que salió un atleta tapado de la Alemania Democrática, Hartwig Gauder, que consiguió el oro, González sufrió una pájara, y yo acabé haciéndome con la plata. El deber estaba cumplido”, recuerda.

El de Jordi Llopart es sólo un ejemplo más de las dificultades que encuentran los deportistas de élite para incorporarse al mundo laboral toda vez que las medallas y los récords caen en el olvido. Tras dos duros años de obstáculos, el exmarchador ha llegado nuevamente a la meta: “Me enorgullezco de estar otra vez trabajando”, concluye.

Andrés Gimeno y las estrecheces de un pionero del tenis

Manel Serras

Un club y una federación han costeado parte de la operación de rodilla a la que ha tenido que ser sometido Andrés Gimeno. A sus 77 años, uno de los pioneros del tenis español, campeón de Roland Garros en 1972 y finalista en Australia en 1969, sufre las consecuencias de la crisis y una serie de malas inversiones. En 2011 el tenis español le tributó un multitudinario homenaje para recaudar fondos que le permitieran vivir dignamente.

Gimeno, entonces, se sinceró: “Nunca imaginé que esto pudiera ocurrir. Nunca fui ostentoso. He llevado una vida muy normal, ayudando a mis hijos y buscando la estabilidad. Cuando llegó la crisis, recibí tres palos muy fuertes por unas inversiones equivocadas y las devaluaciones inmobiliarias. Perdí mucho dinero. Me quedé sin nada, pero tampoco tengo deudas. Lo paso mal para llegar a final de mes. A lo único que aspiro es a llevar una vida sencilla, pero tranquila, junto a mi esposa, Cristina. Vivo con estrecheces, pero pagando todas las facturas. Ahorrando por todas partes y olvidándome de los gastos superfluos”.

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