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Sin bajar del autobús
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fútbol, dedo, culo

Los jugadores como Jara odian a los delanteros fisgones, tipo Cavani, que se meten a lo loco en su área, recién fregada, y rematan a gol sin pedirle siquiera disculpas

Juan Tallón
Cavani deja el terreno de juego tras ser expulsado ante Chile.
Cavani deja el terreno de juego tras ser expulsado ante Chile.P. Porciuncula (AFP)

El fútbol es una secuencia infinita de gestos, unas veces elegantes y otras inhóspitos. Entre los últimos se encuentra el de Jara, metiéndole un dedo por el culo a Cavani. Al verlo, los espectadores dimos un respingo, por miedo a un cortocircuito. Después supimos que ya un año atrás el defensa chileno le había toqueteado los testículos a Luis Suárez. Quizás Jara tenga un plan. O tal vez sólo sea uno de esos graciosos que se pasa el día esperando a que alguien diga "cinco" para hacer una rima, por otros medios. Su gesto, tosco, se sumó a las decenas de ellos que componen cualquier partido, y que van desde una finta, a una protesta, un desmarque, una cobertura, un chut, un escupitajo o la porlaseñal. Este juego es una mezcla de ambientes, cloacas incluidas.

Jara está empezando, y posee un futuro prometedor, pero nadie estrujará testículos como Vinnie Jones. Jugó en el Wimbledon, un equipo rudo, al que según Gary Lineker era mejor seguirle en el teletexto que en el campo. En 1988, en un partido contra el Newcastle, se acercó a Paul Gascoigne y se presentó formalmente: "Me llamo Vinnie Jones, soy gitano, gano mucho dinero. Te voy a arrancar la oreja con los dientes y luego la voy a escupir en la hierba". Al final no fue exactamente así, e intentó sólo arrancarle los genitales, como si fuesen piezas de Lego. Pasados los años, en una entrevista, Vinnie se maravillaba de que Gascoigne pudiese seguir usándolos después de aquello.

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Hay jugador del que sólo puedes esperar, cuando entra en el campo, que rompa una ventana, o tire una maceta, o haga migas al comer el bocadillo. Es hosco en la ejecución de cualquier detalle. Su fútbol es un decir. Incluso cuando la toca de tacón, con sutileza, se mueren las flores. Le cuesta ser amable con los rivales y propinarles unas cuantas patadas sin más, por placer, como si fuesen latas de sopa Campbell. Es sórdido por necesidad, no por gusto. Raramente unos golpes le parecerán suficientes, a semejanza de aquel jugador galés que afirmó, tras un partido con su selección, que no le habían gustado las patadas que habían dado al rival. "Les hacemos daño, pero se levantan", lamentó en el vestuario.

Los jugadores como Jara odian a los delanteros fisgones, tipo Cavani, que se meten a lo loco en su área, recién fregada, y rematan a gol sin pedirle siquiera disculpas por dejar las pisadas de los zapatos. Harían cualquier cosa por cerrarles el paso, aunque sea introducirles un dedo en el culo. Sin embargo, eso en ocasiones no basta. En el Mundial del 74, durante la semifinal Holanda-Brasil, la defensa canarinha lo intentó todo con Cruyff. En especial Francisco das Chagas Marinho, uno de los primeros carrileros con vocación ofensiva, que a causa de los espacios que dejaba en defensa apodaban Avenida Marinho Chagas. En relación a Cruyff, admitió que era tan frío, que ese día "le escupíamos, le decíamos maricón, le pasábamos la mano por el culo, y no se inmutaba". Eso fue lo que más los irritó: su indiferencia.

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