_
_
_
_
_
CON Y SIN BALÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Épica de 10, obligación de 11

Tópico futbolístico como pocos: aquello de que la tarjeta roja beneficia al que la padece y no al que en teoría de ella se favorece

La afición chilena celebra su pase a la final.
La afición chilena celebra su pase a la final.C. G.RAWLINS (REUTERS)

“La expulsión nos perjudicó más a nosotros que a ellos porque no la aprovechamos”, aseveraba el seleccionador de Chile, Jorge Sampaoli, tras la semifinal ante Perú. Lo mismo podemos retomar a José Mourinho, cuando su Chelsea fue eliminado por el París Saint Germain de la Champions League: “No pudimos lidiar con la presión de jugar contra diez”; o incluso al mago de la dirección técnica y las frases célebres, Helenio Herrera: “Se juega mejor con diez que con once”.

Toda lógica del deporte queda socavada cuando un conjunto no consigue rentabilizar tamaña ventaja. Ante la huida obligada de un compañero, crecen factores como solidaridad, incondicionalidad, sacrificio, sentirse y saberse indispensable para la causa común. Futbol de guerrillas, tarea de héroes, la inmediatez es lo único y cada balón el último; ¿qué pasará a la siguiente jugada?, ¿en qué momento se hilvanará una serie de pases o asediará el arco rival?, ¿cuánto rendirán piernas y pulmones? Paso a paso, que ni es momento de meditarse ni hay tregua para hacerlo.

Sin embargo, Sampaoli ha exagerado al afirmar “cuando estábamos once contra once, el equipo tuvo argumentos para tener una gran noche”. Hasta ese instante, la selección peruana superaba a la chilena; incluso podríamos decir que vivió sus mejores veinte minutos en varios años. Combinaciones, intensidad, distribución, recuperación, hasta que Carlos Zambrano mereció irse tan precoz e infantilmente del partido.

Otro tema, más allá de la épica que supone sobrevivir con diez a una especie de estado de sitio, es la responsabilidad de saberse favorito, de por sí grande con la localía y multiplicada al disponer de un elemento más. Hubo una época en la que ser anfitrión elevaba sustancialmente las posibilidades de coronarse, tendencia que va claramente a la baja; en Mundiales, sólo Francia lo ha logrado desde los años ochenta; en Copas América, Colombia ha sido el único en un par de décadas. Eso se debe, en buena medida, al peso de la obligatoriedad.

Chile buscará su primer título en torneos oficiales. Será ante ese público estridente y conmovedor desde las estrofas del himno cantadas a capela hasta el silbatazo final del árbitro. Gozará de un ambiente tan propicio e idóneo para ser campeón, que acaso lo peor que pueda pasarle en la final sea contar con factores adicionales a favor, y entonces sentir que no ganar resulta imperdonable, y entonces sentir que hacerlo es forzoso trámite y no loable mérito.

Twitter: @albertolati

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_