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Nibali desentona en el Mûr de Bretaña

Espectacular victoria del francés del Ag2r Alexis Vuillermoz, quien arrancó de la rueda de Chris Froome en una cuesta en la que el campeón de Italia perdió 10 segundos

Carlos Arribas
El ataque de Vuillermoz, a la derecha, al que Froome, el primero del pelotón, no puede responder.
El ataque de Vuillermoz, a la derecha, al que Froome, el primero del pelotón, no puede responder.Laurent Cipriani (AP)

El cuerpo del Tour estaba allí, en las pequeñas y estrechas carreteras comarcales de la vieja Armórica, no muy lejos del poblado de los irreductibles galos, cuyos herederos se amontonaban en las cunetas sabatinas camino del pueblo llamado Mûr de Bretaña y su cuesta larga recién comenzado el puente del 14 de julio . Por allí pasaron no las legiones romanas conquistadoras, sino el pelotón de la carrera, que es otra suerte de invasión, una invasión cultural y contagiosa que hace de cualquier día un día de fiesta, con un sol en el cielo, calidísimo, y otro en la carrera, el Chris Froome vestido de amarillo radiante. El alma de los corredores, el espíritu de la carrera que ya es Tour puro estaba lejos, unos cuantos kilómetros más al sur, en la costa de Morbihan, siempre en Bretaña, y unas cuantas horas más tarde, en la contrarreloj por equipos del domingo, la prueba que pondrá fin a la primera parte de la película. La segunda comienza el martes, con la ascensión por el Soudet de Arette Saint Martin, en la frontera pirenaica navarra. Y allí llegará uno de los fab four, Nibali, triste, preocupado y nervioso.

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De eso, de esa disociación cabeza-piernas, quizás nació el sonido heterofónico, tantas variantes y un solo tono, que se oyó claro en el último kilómetro, pasado lo más duro de la ascensión, cuando las piernas se rebelan y gritan. Entonó Froome, quien buscaba hacer una demostración y tiró él solito de todo el grupo selecto; a su rueda siguieron el mismo tono con diferentes variantes todos los grandes salvo uno., quizás aquel a quien más le convenía la llegada, el tiburón tricolor Vincenzo Nibali, quien, sin nadie de su equipo al lado, se quedó cortado con voz lastimera, no puedo, no puedo, casi despavorido, cuando Froome aceleró de verdad; y por delante, tan agudo como su voz de niño y su entusiasmo juvenil, un corredor sorprendente, el francés Alexis Vuillermoz, quien ya tiene 27 años pero es nuevo a estas alturas del ciclismo.

Fue por perseguir a Vuillermoz, un peso ligero capaz de aceleraciones fulgurantes como ya demostró el lunes en el otro muro, el de Huy, por lo que aceleró Froome; y fue porque no pudo responder a un nuevo ataque del francés del Ag2r, que salió de su rueda en el momento más complicado, cuando todos pararon para tomar aire, cuando acaba la pendiente dura y llega el falso llano, por lo que le cambió el tono de voz al británico, quien intentó cambiar de ritmo para ganar la etapa y no pudo. Dejó de sonar cantarín entonces Froome, quien culpo al viento de cara de su incapacidad y solo consiguió alegrar el día a los que aguantaron su ritmo (Contador, Quintana, Valverde que esprintó para tercero, Purito) y deprimir a Nibali, quien en 500 metros perdió 10s y suda frío, así lo reconoció, pensando en la contrarreloj por equipos tan especial del domingo. Llegó a la meta el 30º, a 20s de Vuillermoz, el ganador de la etapa, un corredor cuya peripecia profesional retrata las pequeñas miserias del ciclismo.

Vuillermoz era, como muchos otros campeones, como Evans y Péraud, un especialista en BTT, que en 2013 se hizo profesional en un equipo de segunda, el Sojasun del bretón Stéphane Heulot. Con ellos disputó el Tour en una BH y se dejó ver en algunas fugas. Cuando en otoño les anunció el patrocinado que lo dejaba, se quedó en el paro. Finalmente corrió en 2014 con el maillot del Ag2r, pero su sueldo no lo pagaba el equipo de Vincent Lavenu para el que hacía publicidad, sino un mecenas, un empresario de su región, el Jura, que no quería verle sin futuro. Todo ello parecía olvidado en la meta del Mûr, donde un Lavenu aún más sudoroso por la excitación que su ciclista, se le lanzó encima en un abrazo de oso emocionado que casi lo asfixia.

La victoria de Alexis Vuillermoz al término de la 8ª etapa. / FRANCETVSPORT

El director del Movistar, Eusebio Unzue, espíritu puro, dejó la etapa en manos de sus segundos, José Luis Arrieta y Txente García Acosta, y se fue a Vannes para conocer el recorrido de la contrarreloj por equipos hasta la cuesta final de Plumelec, la llamada de Cadoudal, 28 kilómetros de sur a norte. Habló desde allí por teléfono con la voz de quien ha visto algo espeluznantemente agradable. “Es muy exigente”, dijo el director de Nairo Quintana. “Hará grandes diferencias porque toda ella es puro toboganes y cambios de ritmo, y la cuesta final la deberán subir a todo trapo cinco por lo menos. Pero me gusta por eso. No es lo que peor nos va: estaremos en la pelea”. Con la misma confianza en su equipo, y con la misma previsión de grandes diferencias, se manifestaron Contador y Froome; más seguro habló Yvon Ledanois, el director del BMC de Van Garderen, quien anunció que su chico, ahora tercero, a 13s de Froome, llegaría de amarillo a los Pirineos, y Nibali solo resopló. Su Astana saldrá el primero de entre los favoritos (15.55), a las 16.15 lo hará el Movistar, a las 16.35, el Tinkoff, a las 16.40, el BMC, y a las 16.45 el Sky.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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