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Benítez, en tierra extraña

El técnico del Madrid debe adaptar su liderazgo y sistema táctico a un grupo que se parece muy poco a sus anteriores plantillas

Benítez, junto a Modric. Foto: AFP/ Vídeo: ATLASFoto: atlas
Diego Torres

La ola de calor abrasaba la capital. Pero lo primero que detectó Rafa Benítez durante sus días de trabajo preliminar con los jugadores del Real Madrid fue una especie de frío. Antes de subirse al avión que trasladó a la expedición a Australia, la semana pasada, se lo confesó a un colaborador. Los muchachos, dijo, parecían apagados, como si les faltase energía. El frágil estado emocional de la tropa añadía dificultad a la tarea de adaptar su particular esquema táctico de 4-2-3-1 a un equipo que no fue construido para jugar según este modelo. Un esquema que, por otra parte, tampoco le funcionó en sus dos años en el Nápoles, como destaca el informe que sobre el entrenador madrileño elaboró la secretaría técnica del club.

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Benítez advirtió que veía a los jugadores desencantados pero no le pareció que él fuera la causa. Así lo destacan los empleados del club consultados por este periódico, que observaron otro detalle curioso. A lo largo de la historia del club, a menos hasta donde alcanza la memoria de los auxiliares de Valdebebas, antes de presentarse al grupo el técnico entrante siempre llamó a la figura del equipo para empezar el trabajo. Desde Molowny a Ancelotti, pasando por Boskov, Beenhakker, Toshack, Valdano, Del Bosque o Mourinho, en los últimos cincuenta años lo primero que hicieron los técnicos cuando ficharon fue ponerse en contacto con el futbolista más importante para ofrecerle su ayuda y pedirle opinión sobre la mejor manera de afrontar la preparación. Era una formalidad. Un protocolo encaminado a manifestar respeto a los hombres de referencia. Un detalle que Benítez no reservó a Cristiano.

Líderes como Pirri, Juanito, Butragueño, Hugo, Raúl, Zidane o Cristiano gozaron de esa consideración. Hasta ahora. A pesar de que en el vestuario Cristiano es la figura indiscutida, Benítez no le llamó en primer lugar. Esto generó incertidumbre en varios de los futbolistas más importantes. Cristiano y Ramos, según fuentes del la comitiva, piensan que el nuevo entrenador da prioridad a Bale cumpliendo con una estrategia del club. Mientras tanto, el técnico intenta agradar a sus subalternos con piropos. “Cristiano es el mejor del mundo”, dijo. “Ramos es fundamental para nosotros”, insistió.

No solo su perfil como motivador, eso que ahora se llama gestión de personal, resulta infrecuente para la plantilla del Madrid. El trabajo táctico, el adiestramiento enderezado a que los jugadores incorporen su idea de cómo debe comportarse el equipo, requiere más esfuerzos de lo habitual. Como señala un componente de la expedición, Benítez debe trabajar con futbolistas que no se ajustan de forma espontánea a las características que él demandó en el Valencia, el Liverpool o el Nápoles.

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La secretaría técnica del Madrid lo advirtió en un informe que remitió a la directiva en mayo. El sistema de Benítez, basado en un doble pivote insertado en un 4-2-3-1, tuvo gran éxito a comienzos de siglo. Pero desde entonces habían surgido módulos que lo contrarrestaban exponiendo su rigidez. Planteamientos ante los que Benítez había respondido liberando a uno de los pivotes y alentando las subidas de los laterales, pero sin demasiado éxito. La clave del problema, según los observadores del club, es que Benítez no acertó en la elección del pivote al que asignó las funciones más ofensivas.

Una de las medidas más determinantes de Benítez cuando llegó al Nápoles fue elegir a Inler, Behrami y Dzemaili para que jugaran en la zona de los pivotes. “Darán equilibrio al equipo”, anunció. A los pocos meses resultó evidente que eran tres jugadores demasiado toscos para conferir al conjunto la flexibilidad que pretendía. Así lo reconoció Benítez, tras su desencuentro público con Berhami. El presidente del club italiano, Aurelio de Laurentis, también señaló que el déficit principal en el juego residía en los mediocentros.

Las respuestas de Benítez al problema resultaron poco fructíferas. Los fichajes de su segunda temporada, Gargano y David López, no se adaptaron al doble pivote. Inler, el elegido para llegar al área contraria, hizo menos por darle fluidez a los ataques que por bloquearlos. El adelantamiento de Adriano Henrique, un central brasileño, para que ejerciera de mediocentro, se pareció mucho a una decisión desesperada. Lo mismo que situar a Hamsik como pivote descolgado. El checo no solo acabó enfrentado al entrenador. Fue la última pieza en romper el orden del Nápoles, que se deshizo en dos direcciones: los ataques resultaron torpes y la defensa se hizo más vulnerable que nunca. El Nápoles recibió 54 goles en el campeonato. Una de las medias de goles en contra más altas de Italia.

Los expertos de la secretaría técnica del Madrid explican el origen de la debilidad del Nápoles en la incapacidad de los mediocentros para determinar cuándo atacar y cuándo permanecer en su posición, cuándo salir y cuándo quedarse. Sobre esas funciones trabaja Benítez con Kroos, Modric, Illarra, Lucas y Casemiro. Son los pivotes que le ha ofrecido el Madrid y, salvo Casemiro, tienen muy poco que ver con el tipo de centrocampista que escogió en sus anteriores experiencias.

Las labores de Rafa Benítez en Australia son arduas. Ante sí tiene una plantilla hecha que no se parece en nada a las plantillas que él mismo formó en otros clubes. El hombre se adentra en lo desconocido.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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