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Chris Froome, un Tour solo contra el mundo

El ciclista británico celebra su segunda victoria en los Campos Elíseos tras resistir el desafío de Nairo Quintana, quien sube al podio con su compañero Alejandro Valverde

Carlos Arribas

Antes de llegar a París volando, a sus cielos grises y su lluvia fea que deprimían a César Vallejo y a los pavés empapados de los Campos Elíseos donde Jean Seberg y Belmondo fumaban luckies porque daban suerte, a Chris Froome le preguntaron si no había sido un Tour aburrido, de pocos ataques. “¿Qué me han atacado poco?”, respondió sorprendidísimo el educadísimo británico, quien dudó entre el sarcasmo y la ironía para continuar. Finalmente, eligió el lamento.

“Más bien diría lo contrario. Me han atacado desde todos los ángulos. Me han atacado los rivales en la carretera. Me han atacado desde las cunetas, me han escupido, arrojado orina, cerveza, me ha hecho cortes de mangas… Algunos periodistas han dudado de mi limpieza, otros han dejado caer que uso un motorcito escondido en mi bici. Incluso se ha publicado que disfruto de trato de favor por parte de la UCI simplemente porque un hijo de Brian Cookson, el presidente de la federación trabaja para el Sky… Hemos ganado el Tour solos contra el mundo yo y mi equipo”. E, ingenuamente, terminaba su parrafada Froome, de amarillo ya 28 días de su vida, preguntándose por qué no caía simpático, con lo amable que es; por qué a los demás ni les insultaban ni les agredían ni les ponían en dudan.

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Los franceses hablan de dos razones. Es inglés, y los ingleses solo cruzan el canal como conquistadores. Y ha ganado el Tour, y dos veces. Al resto del mundo le vale con la segunda de las causas: desde hace 20 años, no hay ganador del que no sea obligatorio dudar. Es la mancha del amarillo, indeleble, el pecado original que ninguna confesión perdona.

Blanco como un cisne blanco terminó segundo su segundo Tour detrás de Froome Nairo Quintana. Viéndole diminuto y forzudo, orgullo y ambición tan concentrados en su cuerpo como el Ariel ultimísima fórmula, Christian Prudhomme lo mira tierno como una madre y casi lamenta que no haya sido él quien haya rematado victorioso.

“El público le quiere y yo le admiro” dice el director del Tour, que ya predijo hace cuatro años que Nairo ganaría el Tour. “Los aficionados y yo le amamos porque es un escalador que ataca, y esos son los corredores preferidos, y además es un muchacho educado y gentil”. Y, podría haber añadido Prudhomme, experto al frente de la gran carrera del mundo, porque nunca ha vestido de amarillo. “Y yo también le admiro, la forma en que ha asumido sus responsabilidades, lo buena persona que es, la manera en que prepara sus ataques y los lanza, y me veo reflejado en él”, reflexionaba Froome. “Pero es curioso. Muchos han puesto en duda la limpieza de mi rendimiento, y se han pasado el Tour exigiendo mis datos fisiológicos, simplemente porque en un ataque en el Soudet le saqué poco más de un minuto, pero en la montaña él ha sido mejor, y el último día me sacó casi un minuto y medio, y de él nadie ha dudado”.

Es curioso, en el Soudet le saqué a Nairo poco más de un minuto y muchos se han pasado el Tour exigiendo mis datos fisiológicos, pero en la montaña él me sacó casi un minuto y medio y nadie ha dudado" CHRIS FROOME

No añade el alto (1,86m) y delgadísimo (67,5 kilos oficiales) ganador que de lo que sucedió en el puerto fronterizo con el Roncal lo más sorprendente no fue el minuto a Quintana, sino el nivel de sus gregarios Richie Porte y Geraint Thomas, quienes terminaron mucho mejor la jornada más decisiva que todo el podio del anterior (Nibali, Péraud y Pinot), cuyas esperanzas volaron, y mejor también que Contador, quien 10 meses antes, en la Vuelta y Los Ancares, había dado buena cuenta del británico.

Y desde entonces el Tour se convirtió en una tarea fácil para el Sky, que solo debía vigilar a un corredor, Quintana. “Pero ese ataque lo habíamos planeado semanas antes”, dijo Froome. “La estrategia siempre ha sido dar el golpe más fuerte el primer día de montaña, y después, defender”. No inventan nada. Así lo hacía Lance Armstrong, así hizo Brad Wiggins, así hacía o Contador, así hizo el mismo Froome en 2013.

Las renuncias del líder

Para muchos aficionados, para los que creen en el poder infinito de los escaladores sobre las montañas, Quintana, por segunda vez en dos Tours el mejor joven de la carrera, no ha ganado por su morosidad a la hora de atacar, por no haberlo hecho de lejos, por no haberlo hecho antes. Para Froome, Quintana no ha podido con él porque ninguno tiene una cabeza como la suya, capaz de resistir, y hasta disfrutarlos, los terribles métodos de preparación actuales, que exigen renuncia a los placeres de la mesa y de la vida y devoción por la soledad volcánica del Teide. “Y también por mi equipo. Tan buenos y tan sacrificados que a veces pienso que no me los merezco”, dijo Froome.

Para Froome, Quintana no ha podido con él porque ninguno tiene una cabeza como la suya, capaz de resistir los terribles métodos de preparación

Quintana cree que no ha ganado sencillamente porque en la segunda etapa, en el dique de Zelanda, perdió 1m 28s en un abanico. “Perdí demasiado”, repitió durante todo el Tour. Y finalmente se quedó a 1m 12s. En cuanto a sacrificios preparatorios, ambos están a la par. Aunque ha podido completar su preparación en altura en casa con su familia, Quintana se concentró una semana en junio en La Toussuire para todos los días recorrer los Alpes, aprender a conocer sus valles, sus asfaltos, subidas, descensos y vientos. “Pero no”, dijo Froome. “Para mí, Quintana perdió poco en la primera semana, con las contrarreloj, el pavés y todo eso. Y si no hubiera perdido ese tiempo en el abanico, yo habría corregido la estrategia y habría vuelto a atacar fuerte en el Plateau de Beille, el segundo alto de los Pirineos”.

El valor de la victoria de Froome, magnífica, queda magnificado por la gran calidad de los que le siguen en la general, todos ellos ganadores una vez por lo menos de alguna o las tres grandes por etapas: Quintana (Giro), Valverde (Vuelta), Nibali (las tres) y Contador (las tres y varias veces). Y por el gran nivel de los ganadores de las mejores etapas: las dos de Purito, Pinot, Nibali, Bardet, Froome, Rolland, Martin, Greipel, Majka, Cavendish… Y porque, un año más, y ya van 30, la prensa francesa termina el Tour haciendo un reportaje sobre cuánto hace que un francés no gana el Tour.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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