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MUNDIALES DE ATLETISMO

El primer oro del Mundial, el primero que gana nunca Eritrea

El joven Ghebreslassie se impone sorprendentemente en una de las maratones más lentas, en la que Javier Guerra terminó 13º

Carlos Arribas
Ghirmay Ghebreslassie celebra si victoria al llegar a meta.
Ghirmay Ghebreslassie celebra si victoria al llegar a meta.F. BENSCH (REUTERS)

El ganador del maratón, un eritreo llamado Ghirmay Ghebreslassie, con la ‘h’ detrás de la ‘g’ para que no se le confunda con uno de sus vecinos de la enemiga Etiopía, tiene un bigote negro de hombre maduro y arrugas de labrador, y no ha cumplido aún los 20 años. Todo el mundo le pregunta por su edad, sobre todo porque ya lleva dos o tres años en la elite, y porque, claro, parece un viejo, pero él ya sabe qué responder. “Todo el mundo me pregunta cómo puedo ser tan joven como dice mi pasaporte, pero a mí me da igual”, ha dicho tras la victoria Ghebreslassie, ganador de uno de los maratones en un Mundial más lentos (2h 12mm 28s) tras un ataque a falta de 10 kilómetros en las desiertas e intimidantes rectas eternas de la vacía Pekín.

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La carrera ha atravesado todos los lugares que ningún turista puede perderse, la Ciudad Prohibida, Tiananmen, rodeados de un ambiente surrealista de grandes graderíos desiertos quemados por un sol inclemente ya a las ocho de la mañana: las calles están cortadas a los peatones porque los preparativos para el gran desfile militar que celebra el 3 de septiembre la paz con la conmemoración del 70º aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. “Es mi primer oro en mi primer campeonato, el primer oro mundial en la historia de mi país, Eritrea”, ha dicho Ghebreslassie, tan serio como su bigote, tan poco efusivo como intimidante en su duelo final con el etíope Yemane Tsegay, con quien ha jugado en los últimos kilómetros como el gato con el ratón: se ha dejado coger, se ha dejado atacar, ha reatacado y se ha ido solo. “Los eritreos nunca nos rendimos”, ha dicho.

El único español que terminó la carrera, el segoviano Javier Guerra, se ha llevado dos alegrías durante los 42,195 kilómetros por las aburridas avenidas. La primera, en el kilómetro 25, cuando se ha visto asombrado y admirado adelantando a dos hundidos kenianos, Wilson Kipsang y Dennis Kimetto, los dos maratonianos más rápidos de la historia, plusmarquista y explusmarquista mundial, que no han encontrado en la capital china el espíritu audaz y loco de Sammy Wanjiru y, calculadores, se han retirado, como también se ha retirado el otro español, Carles Castillejo. La otra se la ha llevado en la meta al comprobar que, con un tiempo de 2h 17m clavados, había terminado 13º, un puesto que le clasificaba para los Juegos de Río. “Me he ajustado a mi plan de marcha y he alcanzado mi objetivo”, ha dicho el segoviano, quien, sin embargo, no era feliz del todo. “Cuando he visto a los italianos Pertile y Meucci, dos de mi nivel, correr valiente y acabar cuarto y octavo he sentido una envidia sana, pues han podido competir a lo grande. Yo quizás he pecado de conservador al principio. Tenía miedo al calor, a pinchar, a no llegar…”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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