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El colombiano Esteban Chaves gana de nuevo y recupera el liderato

Se exhibe en Cazorla, logra su segundo triunfo y vuelve a ser el líder de la Vuelta

Esteban Chaves festeja su triunfo
Esteban Chaves festeja su triunfoJavier Lizón (EFE)

 A Esteban Chaves el maillot rojo de líder le queda bonito, pero le queda grande. Le queda bonito porque se lo merece por calidad, combatividad y confianza. Por atrevimiento, por descaro. Pero le queda grande porque no hay maillots rojos de su talla. El ciclista colombiano del Orica, equipo australiano hasta ahora definido por sprinters, prolonga el poderío de los ciclistas chiquitines, frágiles, hueso y piel, pies pequeños, pulmones grandes. Pocos centímetros, muchos centímetros cúbicos. Poca carcasa, mucho motor.

Fue llegar a Cazorla, dar la curva que te lleva hasta La Iruela, donde estaba la meta, y arrancar como si huyera de algo o de alguien. Nunca miró hacia atrás, ni a los lados. El Parque de la Sierra de Cazorla es bello y enorme, una inmensidad donde no solo hay olivos, sino pinos, encinas y áceres, y muchos bichos que campan por allí como solo se vive en libertad. El bicho era “El Chicho”, como le llaman en el equipo, un bicho agarrado a un manillar y soportado en sus pequeños pedales, cimbreando su caminar. En un abrir y cerrar de ojos se merendó a Cummings, que había intentado la de Mende en el Tour, sorprender a todos cuando todos piensan en otras cosas. El británico había dejado a sus colegas de fuga tras casi 150 kilómetros de huída. Pero Chaves no perdonó. El colombiano pasó y el británico se quedó clavado.

Por detrás se esperaba a los jefes, a los que se mueven bien en estos finales (Valverde, Purito Rodríguez, Nairo Quintana, Froome, Dani Moreno...). Pero todos se dieron cuenta de que la explosión de Chaves había causado muchas víctimas. Cundo se dieron cuenta, ya no le veían y lo que no se ve, no se persigue. El calor había hecho mella en los ciclistas. El sudor era la consecuencia de un diluvio de sol. Solo Dumoulin, el líder, tuvo un arranque de rabia, de orgullo, de ímpetu y salió en su busca. Un segundo les separaba a ambos en la clasificación. O sea, nada. Y Dumoulin se vio en la obligación se soportar el peso del maillot rojo que portaba. Era de su talla, pero había que dar la talla. Y la dio moralmente, pero no deportivamente. No era un final para grandullones, sino para pesos ligeros con el músculo rebosante. Y en ese tallaje, Chaves, flaco, no flaquea.

Se llevó la victoria sin mirar atrás y, de paso, recuperó el maillot rojo que había perdido el miércoles. Había llegado al Orica con todas las ilusiones y un pedigrí que nunca pudo contrastar. Parecía un juguete roto, un colombiano que prometía pero no cumplía. Ahora es una realidad. Dos etapas y dos veces líder y un minuto de ventaja respecto a Froome, Purito, Quintana. Y es que el zorro persigue a los gallos y el colombiano anda fuerte y anda listo. ¿Una amenaza real? Se verá cuando empiecen los puertos y no los finales explosivos, cuando el sufrimiento sea más largo, cuando pesen las piernas (incluso las suyas, tan delgadas). De momento ríe y sonríe, transmite alegría, se le nota contento, amigable, como los chicos buenos que hacen caso al maestro, en este caso su director Neil Stephens que solo le ha pedido que suelte amarras, que se lo crea, que los mejores sueños son los que se cumplen.

Dumoulin se abonó a la honestidad, intentó un imposible y... no fue posible. Incluso Daniel Martín le sobrepasó en la meta y le adelgazó la bonificación. Por detrás, llegaban los afamados, los candidatos, sin opciones de luchar por un éxito parcial que, entre ellos, solo ha conseguido Alejandro Valverde. Todos están como esperando a que se acabe el diluvio de sol y comiencen los puertos que te comen los sueños o te los dan, que te comen la moral o te la engordan. Eso será en Andorra, aunque en Granada (mañana) y Benitatxell, el domingo, probarán su musculatura.

De momento la Vuelta es de los pequeñitos. Triunfa la fragilidad convertida en dureza. Y en eso reina Chaves con luz propia, el escalador recuperado, el ciclista renacido, el líder. La última sorpresa.

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