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El ojo clínico de Jonathan Edwards

Con un salto de 18,21 metros, Christian Taylor gana el triple y se queda a solo ocho centímetros del récord mundial del británico

Carlos Arribas
Taylor junto a la marca que le ha hecho campeón mundial
Taylor junto a la marca que le ha hecho campeón mundialL. Jin-man (AP)

Donde pone el ojo, pone la bala Jonathan Edwards, cuyas maldiciones son de acero forjado. Hace media docena de años, el británico, plusmarquista mundial de triple salto (18.28m) desde 1995, contaba lo estúpido que le había parecido Teddy Tamgho, un chaval del que nunca había oído hablar que se le acercó cuando le vio en su mesa de comentarista durante los Europeos en pista cubierta de Turín 2009 y le dijo: “Hola, mr. Edwards, me llamo Teddy Tamgho, tengo 19 años y voy a batir su récord”.

Edwards le maldijo respondiéndole que no era más que un francés arrogante. Y aunque Tamgho ha logrado ser campeón del mundo y para ello tuvo que convertirse, en Moscú 2013, en el primer triplista que pasaba de los 18m (18,04m) desde los tiempos de Edwards, el francés de alma cubana (habla castellano con el deje de La Habana que le ha pegado su entrenador, Iván Pedroso) es, más que nada, un atleta maldito que se rompe todos los años y cuya carrera, a los 25 años está en peligro.

El jueves, horas antes de la final de triple salto, en el diario ‘L’Équipe’, el mismo Edwards analizaba las posibilidades de los dos favoritos, dos que este verano han elevado la prueba a su nivel más alto, pues en dos ocasiones cada uno sobrepasaron la barrera prohibida de los 18m: un cubano de 22 años llamado Pedro Pablo Pichardo, el que cayó ante Tamgho en Moscú justamente, y un norteamericano de 25 y de nombre Christian Taylor, campeón del mundo en 2011 y olímpico en 2012. Admitía Edwards que su récord estaba en peligro porque los dos saltan mucho y la competencia les hace sobrepasarse .

De Taylor decía Edwards que era fuerte y muy rápido, pero tosco técnicamente, con un salto brusco pero efectivo. De Pichardo, uno que enamora o asquea, no hay término medio, por su desenvoltura y gusto por la exhibición, decía que representaba con pureza la escuela cubana, que combina velocidad, potencia y, sobre todo, ritmo, swing y capacidad de botar. Y añadía Edwards, británico, y era la frase definitiva: “Pero es un arrogante. No le conozco de nada. Nunca he hablado con él, y ha sido capaz de decir que va a batir mi récord…”

Evidentemente, el mal de ojo de Edwards funcionó en la final. Pichardo, el arrogante, ni encontró su velocidad ni su potencia, ni mucho menos su ritmo ni su batida con la derecha, la de la zapatilla naranja (la izquierda, la del tercer bote, es azul), y aunque comenzó mandando con un salto de 17,60m en el tercer intento, fue incapaz de ir más allá de los 17,73 que consiguió en su último inútil intento, pues ya por entonces, envuelto en sus barras y sus estrellas queridas, Taylor aún estaba celebrando que solo un par de minutos antes, en su última oportunidad, había llegado a saltar, tosco y fuerte y muy, muy rápido, con un segundo impulso tremendo, 18,21m.

Se había quedado a ocho centímetros de un Edwards que enmudeció en esos momentos mientras comentaba el salto para la televisión británica. “Quedarse tan cerca de un récord así le deja a uno aún más hambriento”, dijo el norteamericano de Florida que emigra y se instala allá donde su compatriota Rana Reider, su entrenador, encuentre trabajo. Tras unos años en el Reino Unido, donde trabajo para la federación británica, el destino de Reidor es ahora Holanda. “En Río será mi objetivo”

La de Taylor fue solo la segunda medalla de oro de Estados Unidos en todo el Mundial, pero precedió por unos minutos a la tercera, conseguida en los 400m femeninos por Allyson Felix, la triple campeona mundial de 200m que ha decidido esta temporada que su magnífica y ligera zancada de gacela merecía ser apreciada más tiempo. Felix, de 29 años, hija del pastor de Santa Clarita, en las afueras de Los Angeles, se impuso con un tiempo de 49,26s en una carrera que calificó como desafío y como preparación para el más grande objetivo de su carrera: doblar los 200m y los 400m en los Juegos de Río. “Aproveché mi velocidad y no tuve miedo a la última curva, el horror del 400m, pues te estás quedando sin fuerzas y no ves el objetivo, la meta, que te motive”, dijo.

Sus rivales (la segunda fue Shaunae Smith de Bahamas, en 49,67s y la tercera la jamaicana Shericka Jackson) pudieron apreciar cómo, cuando creían que la podían alcanzar, a la salida de la curva, Felix fue capaz de cambiar de ritmo y distanciarse más aún. A Felix la entrena la pareja formada por Bob Kersee y Valerie Brisco Hooks, la única atleta que en unos Juegos, los de Los Ángeles 84, ha logrado el oro en 200m y 400m. Para que Felix lo pueda conseguir, el presidente del COI, Thomas Bach, se ha comprometido a cambiar el calendario de competiciones ya establecido para la capital brasileña.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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