_
_
_
_
_

Joan Garriga, mito y juguete roto

Fallecido en accidente de tráfico, atrapó al aficionado español de los 80 con su pilotaje y se hundió por su adicción a las drogas

Nadia Tronchoni
Joan Garriga en una carrera en 1989.
Joan Garriga en una carrera en 1989.EDUARDO ABAD (EFE)

Su carácter y su estilo marcaron una época, definieron una temporada. Su pugna con Sito Pons atrapó al aficionado español y dividió al público en dos, encandilado por una rivalidad sin precedentes, pues hasta entonces los campeones locales sólo ganaban títulos de 50cc, 80cc o 125cc. Pero él aspiraba a más. Joan Garriga (Barcelona, 1963-2015) rozó la gloria el año 1988 cuando peleó por el título de 250cc con su compatriota. Se encontró a un paso de la corona cuando nadie había contado con él entre los favoritos: los fallos de los principales candidatos al título, incluido Sito, le permitieron acompañar con resultados –logró tres victorias– su espectacular pilotaje. Y aquello, recuerda su gran rival, “le dio alas”. Y la posibilidad de ganar el Mundial de dos y medio en la última carrera. Pero para ello necesitaba ganar. Y no lo hizo. Acabó quinto –un toque con Wimmer en la salida le dejó fuera de juego– y Pons lo hizo en el podio, lo que le convirtió en el primer campeón español de la categoría intermedia. Si bien, aunque Sito ganó –y lo volvió a hacer al curso siguiente– todos recuerdan aquella temporada del 88 por el duelo que protagonizaron los dos barceloneses.

Más información
Deportistas con palmarés y sin currículo en una España en crisis
Entrevista de 1988: "Sito necesita el título más que yo"
De carreras por la vida
Garriga, en 1992: "Volveré a ser el de antes"

Garriga competía con una Yamaha, fina, estable, dócil; Pons lo hacía con una Honda, potente, pura velocidad en las rectas. El primero, algo más joven, 25 entonces, era más impulsivo, espontáneo, exagerado en sus gestos, un piloto agresivo y muy espectacular encima de la moto, en parte por su mayor estatura. El segundo, más pillo y listo, de verbo pausado, ponía la calma y la cabeza. “Le gustaba mucho la moto, le encantaba toquetearla, desmontarla, era muy manitas”, recuerda Pons un día después de conocer la muerte de su mejor contrincante. “Siempre vivió muy a su manera, era diferente. Y siempre buscaba el camino más corto. Eso no siempre sale bien”, añade con resignación.

Garriga mantiene un pulso con Sito Pons en una imagen de archivo
Garriga mantiene un pulso con Sito Pons en una imagen de archivo

1988 fue su año, para bien y para mal. Garriga nunca pudo volver a ser el mismo piloto. Ya no ganó ninguna carrera más. En 1989 no pudo mantener el nivel, ya con todas las miradas fijas en él, esta vez sí con el cartel de favorito. Se escudó en su inferioridad mecánica y buscó mejor suerte en 500cc en los primeros 90. Tras tres temporadas, logró un podio en Donington Park. Y ahí acabó el mito. Aquel 1992 acabó perdiendo el patrocinio de Ducados y se incendió (o lo hizo él mismo, dicen las malas lenguas, para cobrar el seguro) la nave en la que guardaba el camión y su motorhome. Se deprimió. Y su carrera se fundió en negro. También su vida.

Le gustaba mucho la moto, le encantaba toquetearla, desmontarla, era muy manitas” Sito Pons, ex piloto

Pasaron más de 20 años entre aquel adiós y una dramática llamada al móvil de Sito Pons. Al habla, el abogado de Garriga, que pedía ayuda. El piloto, que ya había sido procesado por tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas (aunque evitó su entrada a prisión) en 1998, acumulaba una deuda de 25.000 euros con el Ayuntamiento de Barcelona y, avisaba el abogado, estaban a punto de embargarle la casa: una propiedad en Vallvidriera, a las afueras de Barcelona, valorada en más de un millón de euros. A los pocos días, salió de casa con lo puesto y cuando regresó ya no pudo entrar. Pons recibió otra llamada: era un mosso d'esquadra: su otrora rival, desahuciado, estaba durmiendo en su Seat Panda, lo poco que no había perdido. Desde entonces durmió más de mes y medio en un hotel cercano; luego un amigo le prestó una casa; y terminó en un piso de alquiler (que no podía pagar) y con su casa subastada por 260.000 euros. Su salud, además, se había deteriorado, consecuencia de los excesos y su adicción a las drogas. Sufrió dos infartos consecutivos en 2013, pero ni aquel aviso sirvió de escarmiento.

Últimamente intentaba ganarse la vida con la venta de camisetas firmadas por él, arreglaba alguna moto de vez en cuando, y malvivía. En estos años recibió ayuda de gente anónima y no tan anónima, como Ana, la mujer de Alex Crivillé, como Dani Amatriaín, exrepresentante de Jorge Lorenzo, y otros muchos. Pero, “ayudarle no era fácil”. Lo asume uno de los que intentó hacerlo, Pons. La suya fue una relación fría y tensa en los 80, compleja en los últimos dos años. Garriga, empañada su visión de las cosas, alejado de la realidad, tenía la sensación de que el mundo, y especialmente su mundo, le daba la espalda: “Me sentí repudiado y maltratado, no respetado. Me han quitado la dignidad. Y dudo que la recupere”, admitía él mismo en un duro documental que emitió Telecinco este verano. “No quería curarse”, dice Sito con tristeza. Y agradece que la muerte lo pillara encima de una moto: “Las turbulencias le hicieron perder el rumbo de su vida, es una pena. Hizo grande al motociclismo”. Joan Garriga falleció este jueves como consecuencia de las heridas tras un accidente de tráfico acaecido el lunes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_