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Primer abandono de Jesús España

El atleta de Valdemoro era el único español en la tradicional reunión ISTAF de la capital alemana

Renaud Lavillenie tras su fallo en salto de pértiga, en Berlín.
Renaud Lavillenie tras su fallo en salto de pértiga, en Berlín.ODD ANDERSEN (AFP)

El gris del cielo berlinés hacía presagiar un día complicado: lluvia, viento y un frío desagradable cuando hace solo unos días, los 35 grados de temperatura del último día de agosto hacían pensar –con una buena dosis de ingenuidad– que quizás este año el invierno no iba a entrar tan brusco como siempre.

Una mera ilusión… Esto es Berlín –la ciudad del frío y el cielo gris– y si el lunes sus cosmopolitas habitantes disfrutaban de la bendición del sol, este domingo, los atletas de la ISTAF corrían a 20 grados menos en el Estadio Olímpico, un emplazamiento nacido para enarbolar la grandeza del nacionalsocialismo, con una historia tan gris como el día de hoy [por domingo].

¿Qué le pasó a Jesús España en el 5.000? El cansancio pudo con él: "Primera retirada de mi carrera… Se me ha hecho muy larga la temporada y el cuerpo me pide descanso", se lamentaba el atleta madrileño horas después de haber abandonado antes de su paso por el 3.000. Fue una carrera rápida, mucho más rápida que la final del Mundial, y la ganó el keniata Paul Coech con 13m 08s, a solo tres segundos de su mejor marca personal, y motivado como nunca por esta victoria que le sirvió para quitarse la espinita de no haber participado en Pekín. Por detrás de él entraron los estadounidenses Hassan Mead y Bernard Lagat, que terminaron con 13m 10s y 13m 17s, sin poder cazar ya al keniata, que había lanzado un ataque insalvable en los últimos dos kilómetros.

Otro que se fue con cara de disgusto fue Renaud Lavillenie. El portento francés de la pértiga, el mismo que hace un año rompía el récord de Serguéi Bubka con 6,16 y que este invierno saltaba 6,02 a la primera ante un público berlinés entregado –cerveza en mano– al espectáculo, no fue capaz de sobrepasar ni una sola vez el listón. Tras dos nulos sobre 5,54, arriesgó en su tercer intento sobre 10 cm más y fracasó. Lavillenie llegaba con poco impulso al listón y, como ya le pasó este agosto en el Mundial de Pekín, se desplomaba sobre la barra. Tras el tercer nulo, se levantó de la colchoneta maldiciendo su mala suerte, se quitó enfadado la camiseta y salió del estadio, que lo despidió por los altavoces con un adieu. Tampoco el pelirrojo canadiense que dio la sorpresa en Pekín al ganar con 5,90 logró pasar de 5,64. Se impuso el polaco Piotr Lisek con 5,74 en el segundo intento.

En los 110 metros vallas se notó la ausencia del cuarteto arrollador de la Diamond League: Orlando Ortega, David Oliver, Pascal Martinot-Lagarde y Serguéi Shubenkov. Se notó, sobre todo, en el crono. Los 13,40s del ganador, el jamaicano Andrew Riley, quedaron muy lejos del espectáculo al que casi nos habían acostumbrado los vallistas más rápidos del planeta. Y fue una carrera accidentada: tras el disparo de salida, las vallas que con tanto mimo habían colocado los auxiliares de pista media hora antes de la prueba fueron cayendo en cuestión de segundos como un dominó.

Las actuaciones más destacadas fueron en los 800 metros. La británica Sharp Lynsey ganó con 1m 57s, mejor marca personal y tercera mejor marca mundial del año. Y Nijel Amos, de Botsuana, se impuso en categoría masculina con 1m 43s, tercer mejor registro de 2015.

Pero, en general, fue una jornada sin grandes marcas, apenas una semana después haber terminado los Mundiales. La competición, con las gradas del estadio medio vacías desde las cinco de la tarde, se despidió con un homenaje a una atleta nacional. La velocista internacional alemana Verena Sailer anunció hace unos días que se retira de la competición, a sus 29 años, para centrarse en su carrera profesional.

Y con ella se despidió la reunión de atletismo de mayor tradición del mundo, con un estadio completamente equipado para el espectáculo, con paneles LED por toda la pista, animación y retransmisión del evento en 160 televisiones del mundo, pero con unas gradas más vacías de lo que cabía esperar. La gente se había marchado antes de las pruebas más interesantes e intentaba revender su entrada. Tal vez, para un estadio al aire libre fue un día demasiado gris.

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