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Aru para el reloj de Dumoulin

El italiano es ahora el máximo favorito para ganar la Vuelta tras resistir al holandés la contrarreloj de Burgos

Dumoulin, durante la crono de Burgos.
Dumoulin, durante la crono de Burgos.JAIME REINA (AFP)

Como es una Vuelta llena de contradicciones, está condenada al sprint en la montaña. Cosas de la vida. El contrarrelojista Dumoulin sorprendió a todos en las etapas de montaña y el escalador Fabio Aru sorprendió a todos en la contrarreloj. Y Burgos, tan clarividente, no resolvió nada. Puso un poco de viento, un poco de lluvia, un montón de gente, pero la resolución se aplaza como si de cualquier pleno de la ONU se tratase.

Dumoulin ganó, porque era lo lógico, con un crono excelente (46m 1s), pero Fabio Aru, al que le dolía el estómago en Asturias, le respondió alzando la voz, como si hubiera expulsado los gases. Es decir, no le discutió, porque era imposible, el triunfo parcial, pero corrió más que lo suficiente para quedarse a tres segundos en la general cuando aún restan tres etapas reales (antes del paseíllo de Madrid). O sea nada. O sea, ¿quién ganó Dumoulin o Aru? La etapa no admite dudas, pero ¿quien ve más claro el horizonte?: ¿el chico inesperado, Dumoulin, pero que corre sin equipo (vale, hay algunos ciclistas que llevan su mismo maillot)? o ¿el chico creciente, Aru, que corre con un superequipo y que se encontró con la jefatura cuando Nibali decidió hacer un Nibali agarrando un coche?. Un chiste para la historia.

Ganó Dumoulin, como estaba previsto y resistió Fabio Aru, como no estaba tan previsto. Y se hundió Purito Rodríguez, como más o menos se preveía, y Majka, que ha hecho del secreto el misterio de su éxito. Y anduvieron bien Valverde y Nairo Quintana, pero ya están muy lejos de la pancarta final del éxito. Tanto esfuerzo por trazar un recorrido exigente, tantas figuras desmenuzadas por las circunstancias, para que todo acabe en un mano a mano entre un imprevisto (Dumoulin) y un inesperado (Fabio Aru), separados ahora por tres segundos, o sea nada, o sea un suspiro, un sprint hacia arriba y sobe todo, esas bonificaciones que premian con 10, 6 y 4 segundos a los tres primeros.

Burgos, tan histórica, estaba llamada a hacer historia en esta Vuelta, pero apenas escribió una página. Dumoulin no barrió las calles con su molinillo infernal. Ganó, sí, superando a otro especialista como el polaco Bodnar, pero la Vuelta quedó viva, casi intacta, a la hora de elegir vencedor. Quedan tres etapas: hoy en Riaza (con un puerto de 1ª a 13 kilómetros de la meta), mañana en Ávila, con un puerto de 2ª a 19 kilómetros, y el sábado en la sierra madrileña con cuatro puertos de Primeta (el último a 17 kilómetros de la llegada). El escenario es similar al que mira un cuadro abstracto: cada cual ve lo que ve. Dumoulin ve el color rojo del maillot de líder, “porque ahora parece que va en serio”. Fabio Aru, ve un horizonte azul, despejado, porque tres segundos, si 20 años no es nada, que decía el tango, tres segundos es la mínima expresión del tango. Hasta Purito Rodríguez a 1m 15s, siente que le palpita la sangre con lo que queda por recorrer. Ya este miércoles perdió mucho, quizás más de lo necesario, quizás menos de lo esperado. Pero aun se ve con opciones en una carrera condenada a resolverse por segundos o por décimas, si se apura.

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Dumoulin ganó en Burgos, donde se suponía que estaba la última frontera, pero en cierto modo perdió la Vuelta. La desventaja es mínima para el Astana, un equipo cuyo nivel es máximo. No cabe la posibilidad de escapadas consentidas, porque las bonificaciones son ahora oro en paño. Y Dumoulin no parece un rival para discutir los metros finales. Su misión es resistir, pero quizá eso solo no valga. Quizás llegar al lado de Fabio Aru no sea suficiente. Y atacar parece una misión imposible.

La Vuelta se ha convertido en un jeroglífico que cambia cada día, en la que las sensaciones de frío o calor se entremezclan sin producir una temperatura templada que agrade a todos. La montaña no desacreditó al contrarrelojista y la contrarreloj no desacreditó a los escaladores. Así que quien sabe quien puede ganar. Aru parece, ahora, el rey del mambo, pero Dumoulin es un chico que corre sin presión, que transmite felicidad, que sabe que está haciendo mas de lo esperado y siente que nadie le puede pedir más de lo que está haciendo. ¿Cuánto vale eso en los músculos de las piernas? Incalculable. Y Purito, ahí, dado por muerto en la General pero con los cohetes preparados en las tres etapas que restan de verdadera competición. Nadie ganó, de verdad, en Burgos. La Vuelta continúa en su zigzagueante caminar hacia un futuro indescriptible. ¿Al sprint? Seguramente.

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