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EUROBASKET 2015 | 'EL PALOMERO'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pau Gasol, el chico que nunca deja de sorprendernos

Pau Gasol, durante el partido contra Polonia.
Pau Gasol, durante el partido contra Polonia.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Desde aquella ruidosa irrupción en la Copa del Rey de 2001, hemos podido seguir paso a paso la extraordinaria carrera de Pau Gasol. Nos subimos al avión que le llevó a Memphis, nos sorprendimos con su rápida adaptación que le llevó a ser debutante del año, celebramos su fichaje por los Lakers, festejamos sus dos anillos consecutivos y cada merecida elección de All Star; sufrimos con el desplome de su equipo y cómo le cargaron el muerto, nos ilusionamos, al igual que él, con su fichaje por los Bulls y volvimos a sonreír con su primera temporada en Chicago, que le sirvió para convertirse en el pívot titular en el pasado fin de semana de las estrellas. Cada verano que su cuerpo lo permitía, nos tranquilizaba su presencia con la selección española, a la que vimos proclamarse campeona del Mundo, doble campeona de Europa y otras tantas subcampeona olímpica, metiendo el miedo en el cuerpo a los Kobe, Lebron y compañía. Cada éxito de nuestro equipo tenía una premisa ineludible: su extraordinario rendimiento, que le hizo acreedor a todo tipo de reconocimientos individuales.

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Llegados a este punto, creímos haberlo visto todo. Apabullantes dominios, números fuera del alcance de la mayoría y un liderazgo sensato, maduro y aceptado por todos, entrenadores incluidos. Este año, ante las bajas de su hermano Marc y su compañero inseparable de aventuras, Juan Carlos Navarro, el reto de acaudillar un colectivo con menor talento de lo habitual en la época dorada había elevado varios grados la exigencia, sobre todo si ya tienes 35 años. La respuesta de Pau está siendo a la altura de su leyenda. El sábado, ante Polonia, añadió una nueva página, desconocida hasta ahora en las formas, otra de esas actuaciones épicas que jalonan su trayectoria. El guion fue casi perfecto, pues hubo un momento donde la situación no ofrecía otra cosa que obstáculos. Empezando por su gemelo, que en el calentamiento le mandó una señal, un pinchazo que convirtió el inicio del partido en pura angustia colectiva, mayor aún cuando cedió el salto inicial a Mirotic y a los cinco minutos Scariolo le quiso sentar para evitar riesgos. El escalofrío era inevitable.

El reto de liderar un colectivo con menor talento ha elevado la exigencia, pero él ha estado a la altura

Pero no se construye una carrera como la suya sin que el talento vaya acompañado con una cabeza bien amueblada y un sentido competitivo fuera de lo común. Pau hizo un chequeo de la situación, la suya propia y la de su equipo, y decidió que el riesgo merecía la pena. Sabedor de que su abandono iba a suponer el descalabro moral de sus compañeros y una más que probable derrota, quiso mantenerse en pista, mandó una señal de tranquilidad al banquillo, y se puso a jugar de la mejor forma que le permitían sus molestias. Limitó acciones explosivas, y si hasta ahora su radio de acción han sido los alrededores de la canasta y como mucho, tiros de cuatro, cinco metros, dio dos pasos hacia atrás y se parapetó detrás de la línea de 6,75 para dejarnos con la boca abierta con su increíble serie, lo nunca visto de un jugador al que le hemos visto de todo.

A golpe de triple, sobre todo en el último cuarto, España se vino arriba y despachó un partido muy complejo para pedir cita con los griegos el martes. La reacción del público francés, olvidando pitos y ovacionándole cuando se sentó definitivamente en el banquillo, reconoció la categoría del personaje y lo excepcional de una actuación que recordaremos durante mucho tiempo. Como suele decir Panoramix sobre Obelix, “este chico nunca dejará de sorprendernos”.

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