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México se corona frente a EE UU

El Tri gana la en la prórroga (2-3) la final de la Concacaf arropado por decenas de miles de aficionados en casa del "archirrival"

Pablo Ximénez de Sandoval
Peralta, celebra un gol
Peralta, celebra un golJonathan Moore (AFP)

Rafael Márquez levantaba los brazos animando a la grada mexicana, que es como decir tres cuartas partes del estadio Rose Bowl de Pasadena, en el este de Los Ángeles, con 93.700 espectadores y ni una silla vacía. México ganaba en la prórroga a Estados Unidos en una final inédita para decidir cuál es el mejor equipo de los últimos cuatro años en América del Norte. Un gol de Paul Aguilar, tan agónico como espectacular, inclinó en el minuto 118 un duelo que siempre estuvo a favor de México. En Los Ángeles, el área metropolitana con más mexicanos del mundo después de DF, nunca se puede considerar al Tri como visitante. México ganó en casa.

Era el partido más importante para estas dos selecciones desde la Copa del Mundo de Brasil. Estaba en juego representar a América del Norte en la próxima Copa Confederaciones en Rusia en 2017. El formato de la final no tiene precedentes. Hasta la pasada edición, la federación del norte del continente y el Caribe, Concacaf, enviaba a la Confederaciones al ganador de la Copa Oro inmediatamente anterior al torneo. La Copa Oro se juega cada dos años, por lo que ese sistema hacía que una edición fuera relevante y la siguiente, no tanto. La Concacaf decidió cambiar el sistema y enfrentar en una final a los ganadores de las dos últimas ediciones (México en 2015 y EE UU en 2013) para decidir quién representa al continente en el torneo más importante después de la Copa del Mundo.

Javier Chicharito Hernández llevaba desde que debutó con la selección nacional sin marcarle a un gol a Estados Unidos. La espera le duró nueve minutos más. El delantero del Bayer Leverkusen fue la referencia de ataque del equipo mexicano y se confirmó como la estrella de esta selección, en esta ocasión además obligado por la ausencia por lesión de Giovani dos Santos, la única celebridad local. Hernández puso del revés el estadio con un gol que presagiaba la mejor noche posible para México. Tendría en sus pies casi todas las ocasiones de su equipo.

Hernández puso del revés el estadio con un gol que presagiaba la mejor noche posible para México

La reacción de Estados Unidos fue fulminante. En el minuto 15, la gran referencia de este equipo, el mediocentro Michael Bradley, sacó una falta desde la derecha del área de Mosés Muñoz cabeceada con estética impecable por Geoff Cameron. El empate fue celebrado por una cuarta parte del estadio Rose Bowl de Pasadena, mas o menos lo que ocupaban los aficionados de EE UU.

El gol de Estados Unidos fue la confirmación de que el lado derecho de México era su parte más débil. Las tres jugadas peligrosas de EE UU en la primera parte llegaron por ese lado, donde Diego Reyes y Paul Aguilar no parecían capaces de detener las combinaciones de Bradley con Jermaine Jones. Muñoz se tuvo que lucir en un duro disparo de Beasley, de nuevo a pase de Bradley y de nuevo por la derecha de la defensa mexicana.

La rivalidad entre estas selecciones (el “archirrival” lo llamó Márquez) es tan intensa como respetuosa. Tanto las aficiones como los equipos se tratan como primos. Pero basta un accidente para que se revele la tensión de un partido así. Un choque de Peralta contra el portero Guzan estuvo a punto de acabar en una gran bronca en la que participaron los dos equipos al completo.

México dio la sensación de acabar la primera parte pidiendo la hora desde el minuto 40. Replegado y a la defensiva, sufrió el peor segmento del partido tras ceder todo el campo a EE UU. En el minuto 42, Bradley sacó una falta exacta a la del gol. Se atrevió a disparar directo a puerta desde la esquina del área y el estadio se quedó mudo, a pesar de la parada. El propio Bradley aún tuvo ocasión antes del descanso de culminar en persona un contraataque como si fuera un delantero centro.

El esperado despegue del futbol EE UU está muy lejos de dar el espectáculo vibrante que prometió Klinsmann al llegar

La segunda parte comenzó con México dejando claro que se había dado cuenta de que había estado a punto de tirar el partido. Los primeros minutos se jugaron delante de la portería de Guzan, que recibió dos disparos seguidos de Hernández. A los cinco minutos, México recibió el aviso de que debía ordenarse un poco: un contraataque estadounidense de 70 metros acabó con Altidore solo delante del portero mexicano, que lo salvó la situación in extremis.

A partir de ahí, México no dejó de martillear el área estadounidense, sin ceder un contraataque durante 20 minutos. Estados Unidos mostró nula capacidad de juntar tres pases delante de una defensa ordenada y fue una sombra del equipo que estuvo a punto de sentenciar al final de la primera parte. La supuesta referencia de ataque del equipo, Gyasi Zardes, uno de los atacantes mejor valorados de la liga MSL y la única celebridad local del LA Galaxy a falta de Dos Santos, pasó desapercibido.

La prórroga fue solo una continuación. Peralta marcó en el minuto 96 el gol que el estadio había cantado a medias varias veces durante el tiempo reglamentario. Sin embargo, Estados Unidos demostró una efectividad quirúrgica, capaz de empatar dos veces de manera fulminante. Nunca estuvo más de 10 minutos de partido en desventaja. En el 108 había vuelto a empatar por medio de Bobby Wood, un jugador descartado en un principio. Cuando México daba la sensación de no tener ya fuerzas, Aquilar enganchó el definitivo zapatazo de volea desde la izquierda de la portería.

El partido deja en situación delicada al seleccionador Jurgen Klinsmann. No por el resultado, sino por la pobreza de ideas que sólo quedó enmascarada cuando México se distrajo. El equipo que anunció en Brasil el esperado despegue de este deporte en EE UU está, un año después, muy lejos de dar el espectáculo vibrante que prometió Klinsmann al llegar. Landon Donovan, la figura más respetada de la historia del fútbol en EE UU, dijo que Klinsmann debería ser cesado si perdía este partido. El sábado, fue un equipo que representó a la perfección la idea que la mayoría de los estadounidenses tiene de este deporte.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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