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El sueño de Tymoshchuk

Ucrania, con su capitán al frente, deberá afrontar la repesca si quiere estar en la Eurocopa

Ladislao J. Moñino
Sudorchuk remata ante la oposición de Ristovski
Sudorchuk remata ante la oposición de Ristovski GEORGI LICOVSKI (EFE)

Anatoly Tymoshchuk (36 años), capitán de la selección de Ucrania, abandonó este verano el Zenit de San Petersburgo ruso. Su marcha del club que llegó a capitanear y al que había regresado tras conquistar la Liga de Campeones con el Bayern de Múnich en 2013, fue la más llamativa de todos los futbolistas ucranios que abandonaron la liga rusa. Cuando emergieron los conflictos optó por marcharse al exótico Kairat Almaty de Kazajistán. Nunca ocultó Tymoshchuk su sentimiento nacionalista, reforzado con su involucración en campañas de ayuda a los combatientes ucranianos en el frente de Dombass. Participa activamente en campañas de recogida y envío de ropa, medicinas y alimentos a los hospitales que acogen a los soldados ucranios heridos en el conflicto armado que Rusia y Ucrania mantienen desde hace más de un año.

Esta es una ciudad tranquila, no se percibe la tensión de la guerra" Carlos Paredes, trabajador de la embajada española 

Tymoshchuk aglutina el sentimiento nacionalista que acompaña al partido contra España en la tranquila Kiev. Para él sería un colofón a su carrera disputar el europeo. “Es importante como país estar en la Eurocopa, ellos (Rusia) pueden clasificarse también y nosotros también queremos estar”, dice Alexander, un universitario que paladea un cigarrillo a las puertas del amarillo edificio docente, coronado en una de sus puertas por la bandera de Ucrania. El amarillo y el azul (los colores nacionales) adornan los andamios de grandes edificios en obras. En uno de ellos, justo enfrente de la Plaza de la Independencia, se puede leer Gloria a Ucrania, gloria a los héroes.

La plaza donde en 2013 murieron más de un centenar de personas durante la revuelta contra el expresidente Yanukovich por negarse a firmar este el tratado de anexión a la Unión Europea, se ha convertido en un centro de atracción para turistas. También conocida como Euromaidan, es de los pocos emplazamientos de la capital que delatan que el país vive un conflicto armado. Los domingos, el céntrico lugar se puebla de pequeños puestos en los que comprar reminiscencia de la II Guerra Mundial o se puede ver cómo un niño monta en apenas unos segundos un kalashnikov, el mítico fusil de asalto.

Es importante como país estar en la Eurocopa"

Algunos ex combatientes piden dinero rodeados de paneles con imágenes de la guerra. Al lado de un muro bajo, sobre el que descansan ramos de flores y fotografías de los fallecidos, un visitante alemán posa con una paloma en su hombro evocando a la paz. Unos metros más allá, una muchacha que dice ser estudiante universitaria, va disfrazada de tigre y también trata de convencer a los turistas de que se hagan una foto con ella a cambio de unas monedas. Y si no, también pide un billete pequeño del país de procedencia del turista agregando que los colecciona. “En realidad lo que quiere es dinero en una moneda estable”, alecciona Carlos Paredes, que trabaja para la embajada española en el área económica. “Esta es una ciudad tranquila, no se percibe la tensión de la guerra. Sí que hay una superinflación del 38%, pero no ha habido problemas de abastecimiento de alimentos en ningún momento. Tampoco es una ciudad muy turística, aunque sí se ha notado el lógico bajón por el miedo”, agrega. La tienda de una importante marca de material deportivo situada a pocos metros de la plaza tiene el dudoso honor de ser la menos rentable de toda Europa ante la subida de los precios. Los vetustos autobuses de Kiev, amarillos como no, son guardianes de honradez ahora que la corrupción puede asomar en cualquier rincón. Los pasajeros que suben por la puerta de atrás dan el dinero de sus billetes al ocupante del asiento de delante. Así hasta llegar al conductor, que si tiene que devolver cambio, lo hace utilizando el mismo método hasta que las monedas llegan a su dueño.

En el  mercado central, al estilo de una clásica plaza de abastos, resguardada en un edificio de color ocre, las vendedoras de los puestos de caviar ofrecen a los extranjeros latas de 250 gramos a 25 euros. Frutas y carne de todo tipo adornan los tenderetes, todavía sin mucho público por la hora temprana. El general invierno aún no se ha establecido en Kiev. Las temperaturas aún oscilan entre los 12 grados de las mañanas y los -2 cuando el sol se oculta. Los capitalinos pasean con normalidad por la calle camino del trabajo a la espera del partido con España. Ya en el estadio, bajo la atronadora música de U2, afcionados y aficionadas se coloreán los carrillos de marillo y azul.

Por la trascendencia del partido, la Federación de Ucrania decidió que el partido se disputase en la capital en vez de en Lviv, donde jugó el último. Cerca de la frontera polaca, en Lviv también juega el Shakhtar Donetsk, obligado por la proximidad del conflicto. Hasta allí se desplazara el Real Madrid la próxima semana. Otra ciudad tranquila, donde poder jugar al fútbol sin los tambores de guerra. Como Kiev.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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