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La eficacia de Nueva Zelanda

Los 'All Blacks' complementan su juego estelar con un gran banquillo y una defensa que solo ha encajado cuatro ensayos

Julian Savea durante un entrenamiento este martes.
Julian Savea durante un entrenamiento este martes.G.BOUYS (AFP)

El poderío de los All Blacks está irremediablemente asociado a la fugacidad de sus incontenibles estrellas o al compás teledirigido que Dan Carter tiene en su bota. Todo ello esconde una virtud indispensable que los vigentes campeones del mundo han sabido cuidar durante todo el torneo: su defensa. Nueva Zelanda apenas ha encajado cuatro ensayos en seis partidos, la mejor marca del campeonato, y ostenta un banquillo portentoso que ha sabido adueñarse de cada partido. Las declaraciones de su técnico, Steve Hansen, tras derrotar en semifinales a Sudáfrica, destacando que no son un grupo de 15, sino de 31, son el tópico convertido en realidad para un equipo que hace valer cada micra de experiencia.

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“El trabajo de los entrenadores es excelente. Cada uno tienes sus roles y han puesto unos sistemas muy buenos a nuestra disposición. En la plantilla hay una actitud muy buena”, explica un veterano como Keven Mealamu. A sus 36 años, el delantero tiene la fidelidad por castigo. Es el único jugador que ha competido en más de 150 partidos con el mismo club, los Auckland Blues, a los que hay que añadir sus 131 internacionalidades con los All Blacks, que tienen a otros cinco centenarios en el grupo. Campeón en 2011, cuando se le pregunta si pensaba que volvería a otra final cuatro años después, no deja dudas de su durabilidad. “¡Oh, claro!”, sonríe. El sábado buscará ante Australia ser el primer campeón que repite título.

Sin la ansiedad de la década pasada, la que llevó a un equipo mayúsculo a pasar 24 años sin levantar el trofeo, el lenguaje corporal del grueso de la plantilla es mucho más relajado. Sirva como ejemplo el nivel del apertura Dan Carter, que no pudo disputar la final de 2011 por lesión y que dejará la selección, junto al capitán Richie McCaw, tras el choque del sábado. “La forma en que está jugando ahora se explica por lo duro que ha trabajado para volver. En los últimos dos meses le estoy viendo disfrutar, y por eso está a ese nivel. Nosotros estamos tan contentos como él”.

Una de las claves de Nueva Zelanda es el extraordinario rendimiento de su banquillo. Su parcial en los segundos tiempos es implacable: 138-23. En cuartos, Francia no anotó un solo punto tras el descanso y Sudáfrica, que logró seis, no rozó siquiera la línea de cinco metros en su duelo de semifinales. “Es clave que tú mismo sepas que estás preparado. A mí me toca cubrir un par de posiciones y debo saber lo que me espera en el campo. La clave es transmitir energía y entusiasmo”, explica el tercera línea Victor Vito. “Todo depende de si estamos intentando remontar o si el objetivo es cerrarlo. La idea es transmitir esa energía y que queda mucho tiempo por jugar, o aportar la precisión para bajar el ritmo”, añade el medio melé Tawera Kerr-Barlow.

Si el juego al pie es el último resquicio para descolocar a un equipo que no concede metros en el juego corto, Ben Smith acaba con cualquier esperanza. Con la matemática por castigo, el zaguero pasó con nota el examen ante Sudáfrica, a la que terminaron encerrando en su propia guarida. “Llovía mucho y era una de las tácticas que usamos. Depende mucho del tiempo y de los consejos de los entrenadores para explotar las debilidades del contrario”, explica Smith, que se marchó un año a Inglaterra antes de empezar sus estudios universitarios. Dado sus orígenes, no necesitaba enseñanzas rugbísticas. “En Bristol también jugábamos. Unos se lo tomaban más en serio que otros, pero para mí fue la oportunidad de salir de Nueva Zelanda y explorar el mundo”. Años después, quiere llevarse el mundo de vuelta a casa.

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