_
_
_
_
_

Benzema, atrapado en el barrio

El jugador del Madrid gana 10 millones de euros netos pero vive condicionado por los principios de lealtad que rigen la vida en los suburbios más castigados de Francia

Diego Torres
Benzema saluda a su llegada a Valdebebas.
Benzema saluda a su llegada a Valdebebas. J. J. Guillén (EFE)

Zinedine Zidane siempre reconoció que su origen étnico y su condición de inmigrante pesaban como una losa en su sentido de pertenencia. “Primero”, decía, “soy un cabilio de La Castellane, segundo un argelino de Marsella, y después un francés”.

El principio de lealtad es la piedra angular de las relaciones que entablan los niños que se crían en las barriadas suburbiales más deprimidas de Francia. Barriadas como La Castellane en Marsella, o como Bron Terraillon, la aglomeración de condominios del este de Lyon donde viven más de 40.000 personas, un tercio menores de 25 años, la mayoría descendientes de inmigrantes. Bron, para los iniciados. Un lugar en los márgenes de la República donde Karim Benzema cultivó el deber de lealtad que le arrastró casi sin darse cuenta hasta el calabozo del palacio de Justicia de Versalles en el que pasó la noche del miércoles antes de que un juez lo imputara por complicidad en una tentativa de chantaje y asociación para delinquir.

Más información
Benzema, detenido en Francia por el chantaje sexual a Valbuena
La ‘ficha policial’ de Benzema
Rafa Benítez y Florentino Pérez dan su apoyo a Benzema
Benzema es más necesario que nunca para el Real Madrid
Toda la información sobre el CASO VALBUENA

Benzema, que tiene 27 años y juega en el Real Madrid desde los 21, es el sexto de nueve hermanos: Gressy, Sabri, Nafsa, Sofía, Celia, Laeticia, Farid y Lydia. El más pequeño es Gressy, con quien mantiene una excelente relación. Uno de los mejores amigos de Gressy es Karim Zenati, que por extensión pertenece a la pandilla de Benzema desde que tiene uso de razón. Zenati es un delincuente común con una vieja ficha en la policía de Lyon y dos condenas graves, la primera de 2006 por atraco a mano armada, y la segunda, de 2009, por llevar 200 kilos de hachís en un Audi TT Blanco que acababa de cruzar la frontera de Francia procedente de España. “Nacemos en la violencia”, le dijo Zenati al juez en 2006; “la violencia está en los barrios, en la escuela. No tomamos conciencia de que cuando atracamos a alguien hacemos algo grave”.

La policía francesa detuvo a Zenati el 5 de noviembre por un presunto delito de extorsión a Mathieu Valbuena, futbolista internacional francés y compañero de Benzema. La policía cree que Zenati utilizó a su amigo para que presionara a Valbuena invitándole a pagar los 150.000 euros que le pedían por no publicar un vídeo de contenido sexual en el que figuraba. Ante la evidencia de las discusiones grabadas, Benzema ha admitido que habló con Valbuena para aconsejarle que diera lo que le pedían, como un modo de evitarle problemas, nunca para colaborar con Zenati. El juez de instrucción no le cree.

“Mis amigos de toda la vida siguen siendo los mismos”, repite Benzema, como quien recita la primera ley de un decálogo consuetudinario, desde que dejó Lyon para instalarse en una mansión con vigilancia privada en Pozuelo, en las afueras de Madrid. Uno de sus amigos de toda la vida es su representante, Karim Djaziri, que, según el diario Le Monde golpeó a unos periodistas del deportivo L’Equipe porque no le gustó lo que escribían de su cliente.

El rey del 'cool'

La existencia más bien discreta que llevó Benzema en Madrid dio un giro brusco en octubre de 2014, cuando el club le duplicó el sueldo hasta los 10 millones de euros netos. Dentro del campo, su nivel se mantuvo. Fuera, se disparó. A su estética gánster, a su natural querencia por el mundo rapero, añadió la maquinaria distintiva. Primero, un jet privado para poder cruzar el Atlántico más cómodo y visitar a su novia, la cantante Rihanna, que por entonces le llamaba Benze. A sus 27 años recién cumplidos, el trajín le embarcó en un itinerario trepidante. De los hoteles de Las Vegas hasta el club Hooray de West Hollywood, pasando por la discoteca Griffin, en Nueva York. Por aire en América, y por tierra en Europa, gracias a la adquisición de un Bugatti Veyron que le costó un millón de euros. El ocio y el negocio se multiplicaron merced a inversiones en clubes nocturnos y discotecas en la región de París. La velocidad de los bólidos, el consumo, y los amoríos, no parecían tener límite para este chico tímido, progresivamente convertido en el tipo más cool de Valdebebas.

Djaziri cobró la comisión de intermediación del contrato que Benzema firmó por el Madrid en 2009. Por este acuerdo, el club que preside Florentino Pérez se comprometió a pagarle cinco millones de euros netos anuales hasta junio de 2015 en concepto de salario. Pero Djaziri maniobró con habilidad para elevar los ingresos de su amigo. La bastó con esperar. En el verano de 2014, cuando el Barcelona preguntó por el goleador y el Manchester City, el United y el PSG le trasladaron ofertas formales con vistas a que se quedara libre en enero de 2015, dio el zarpazo.

Como los pretendientes llegaron a prometerle hasta 11 millones de euros netos, Djaziri se limitó a decirle al Madrid que no tenía prisa por renovar. Cuando la directiva se enteró, ante el temor de quedarse sin el futbolista, y puesto que Luis Suárez ya había formado por el Barcelona, no le quedó más remedio que tomar la iniciativa. La ventaja negociadora de Benzema fue total. Desde hace un año el Madrid le paga diez millones de euros netos. Uno de los cinco mayores salarios de la Liga.

A fuerza de ser fiel a los principios del barrio, Benzema, descendiente de cabilios, como Zidane, ha conducido una vida alborotada pero próspera. Demasiado afortunada como para romper con las costumbres y las amistades más remotas, como preferiría Florentino Pérez. El mandatario, que ha sido su gran valedor, intenta persuadirle de que cambie. Espera una transformación. Quizás inspirada en el deber de madurez que le impone la paternidad de su hija Meliá, de un año y medio, o tal vez animado por la amenaza de cinco años de cárcel.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_