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Mariano Rajoy se levantó a las siete para ir al dentista

En diálogo con Del Bosque y De la Morena, el presidente se retrata como un ser alérgico a las emociones y fiel al equilibrio

Carlos Arribas
Mariano Rajoy, José Ramón de la Morena y Vicente del Bosque.
Mariano Rajoy, José Ramón de la Morena y Vicente del Bosque.SER

Resulta muy difícil, casi imposible, imaginarse a alguien tan incapaz de decir una palabra más alta que otra como Vicente del Bosque, el culmen del equilibrio, pero llegó un momento de su charla radiofónica con Mariano Rajoy, con José Ramón de la Morena de intermediario, en la que el seleccionador nacional no pudo aguantarse más y se rindió. “Oírle al presidente, oír todas sus tareas diarias, me abruma”, soltó el seleccionador, y lo dijo como alguien que se ha encontrado con alguien capaz de hacer más alarde de sensatez que él, pues eso es lo que pareció el presidente del Gobierno, capaz de convertir sus recuerdos, muchísimos, de las glorias deportivas españolas, el catálogo de emociones que a tantos aún conmueve, en una lista de reyes godos, un tema de una oposición memorizada declamada de carrerilla con aires solemnes y pomposos de sabihondo que espera que el cura le dé un caramelo como premio por saberse la lección.

Y tanto le daba recitar la delantera del Barça de Cruyff, Sotil, Asensi, Marcial y Rexach y el 0-5 en el Bernabéu del 73, que recordar cómo vio a Casillas con la selección sub 20 y Xavi ganar en Nigeria el Mundial sub 20, los oros mundiales de Niurka Montalvo y Abel Antón o saberse las copas de Casillas o las de del Bosque o los títulos de Nadal o el resultado del Manchester United-Bayern que vio un año en el Camp Nou.

En un alarde wikipédico, haciendo gala de la aridez de memorión que desprecia la memoria nebulosa, Rajoy participó en el programa

Todo ello en un alarde wikipédico, haciendo gala de la aridez de memorión que desprecia la memoria nebulosa, la recreación, la fantasía, el dos caballos en el que uno de sus tíos llevó a De la Morena y su bocadillo de mortadela a ver por primera vez perder a su Atlético de Madrid.

Y lo mismo le daba hablar de fútbol para hablar de los problemas de su España unida y soberana, de los separatistas o del déficit público, porque para Rajoy, que tanto abrumó al bueno y discreto de Del Bosque, la vida es orden y equilibrio y sensatez, y no hay que buscar más lejos, ni mucho menos irse a buscarlo. Y otra vez, una noria, volvió a decirlo, y otra: la vida es equilibrio, ecuanimidad y los pies en el suelo, y estar de acuerdo con tu conciencia, tranquilidad y más equilibrio.

Quizás influyó el ambiente tan oficial, tan lleno de escudos, del recinto de La Moncloa en el que se grabó el programa; quizás fue cuestión de la formalidad de traje, camisa blanca y corbata con que vistieron los dialogantes, o la seriedad con la que se tomó el asunto el inquilino del palacio, que hasta tomaba notas en su libretita, pero llegó un momento en el que Rajoy, quizás oyéndose a sí mismo y reflexionando sobre lo que oía, sobre su verbo tan alérgico a expresar emociones íntimas, humanas, se vio obligado a afirmar: “soy humano aunque a algunos no se lo parezca”.

Y lo mismo le daba hablar de fútbol para hablar de los problemas de su España unida y soberana, de los separatistas o del déficit público

Lo más humano que confesó, y lo hizo casi como un sacrificio en aras del éxito del programa, aparte de recordar que en su palacio tiene una foto haciendo el Camino de Santiago con su tan admirada señora Angela Merkel, fue que le dolían las muelas y que se había levantado a las siete para ir al dentista antes de comenzar a despachar con ministros varios y visitar a su majestad el Rey. Y dicha visita había roto su sagrada rutina que consiste en levantarse siempre a las siete para hacer ejercicio en la máquina elíptica, la cinta sin fin que obliga a mover los brazos también, no solo las piernas, terminar de desayunar con hijos y esposa a las 8.20 y, minuto y medio más tarde, sentarse en su despacho y comenzar a trabajar, y que desde que hace 10 años que se estrelló en Móstoles en compañía de Esperanza Aguirre no ha vuelto a subirse a un helicóptero.

A Rajoy, Peridis le caricaturizaba habitualmente en EL PAÍS fumándose un puro, volutas al aire, y leyendo el Marca. Y cuando De la Morena, que no cesó de buscar el cuerpo a cuerpo, de hacerle despegar aunque sea unos instantes los pies del suelo en los que tan firmemente parece tenerlos asentados, porque las horas de madrugada son horas para olvidarse al menos un pelín de la realidad, le preguntó cómo llevaba esas imágenes creadas, él respondió, siempre sensato, que hace dos años que dejó los habanos, pero que casi se siente orgulloso de leer la prensa deportiva todos los días. Y no solo la lee, visto su caudal de conocimientos, sino que la estudia y la memoriza como estudiaba y memorizaba los temas que le hicieron registrador de la propiedad o estudia y memoriza los informes de sus fontaneros y asesores.

A Rajoy, Peridis le caricaturizaba habitualmente en EL PAÍS fumándose un puro, volutas al aire, y leyendo el Marca

Del Bosque, hábil y abrumado, se sumó también a la tarea de la búsqueda del desequilibrio, con la habilidad del centrocampista que sabe hacer faltas que el árbitro nunca ve, y ante la ofuscación presidencial en el tema catalán, osó preguntarle ingenuamente si no habría una vía intermedia refiriéndose, o así lo interpretó Rajoy, a la posibilidad de aceptar el derecho a decidir de Cataluña. Y ni esa artimaña fue capaz de apartarle de su discurso tan repetido de la maldad ajena y la bondad propia. ¿Cómo se puede desequilibrar a uno que ve los partidos del Madrid, su equipo, con sus hijos vestidos con la camiseta merengue y los de otros equipos con sus hijos llevando uno la del Celta y otro la del Deportivo? ¿Y cómo puede declararse paradigma del equilibrio uno que llega a gritar, su única emoción, que Rossi evidentemente le dio una patada a Márquez y que está bien castigado al tiempo que cuando se le pregunta si Marta Domínguez, a la espera del veredicto de su juicio por dopaje, seguirá en las listas del Senado por Palencia responde que no, que por Palencia no? Y no lo dice, pero ya es oficial: Marta Domínguez, a quien la IAAF quiere sancionada por tramposa, irá al Congreso como número 19 por Madrid.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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