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Pedaleando en el horno de Burkina Faso

El marroquí Mousshine Lahssaini gana la prueba ciclista más exigente de África, que vuelve a celebrarse tras un año de interrupción debido al Ébola

José Naranjo
El pelotón del Tour del Faso atraviesa una localidad del país.
El pelotón del Tour del Faso atraviesa una localidad del país.José Naranjo (EL PAÍS)

Doce países, 72 corredores, diez días, 1.310 kilómetros por carreteras no siempre en el mejor estado, una velocidad media de 40 kilómetros por hora y temperaturas de más de 40 grados. Estas son las cifras y el desafío que representa el Tour de Faso, la carrera por etapas más antigua del continente africano, que acaba de celebrarse en Burkina Faso con victoria final del marroquí Mousshine Lahssaini, una auténtica prueba de superación que tiene lugar en uno de los países más pobres del mundo y en la que el constante calor es el gran enemigo. Después de que el año pasado se suspendiera a causa de la epidemia de Ébola, la cita, con sus flamantes 28 ediciones, ha vuelto por sus fueros.

La primera etapa es siempre la más dura. El pelotón está ya a las puertas de la meta, en Ouahigouya, pero por detrás es donde se está librando la peor batalla. Un corredor congoleño descolgado no puede con su alma. Con el maillot completamente abierto, en su cara se refleja el esfuerzo que hace en cada pedalada. Un poco más adelante, dos benineses se hacen compañía caídos a más de media hora del grupo. Y apenas a un kilómetro de distancia, un compatriota suyo se agarra a la moto de un paisano en un ilegal intento de no quedarse fuera de control. Un coche de la organización que pasa a toda velocidad se coloca a su lado para reprocharle su actitud. Será descalificado. Otros cinco caen con él.

El eritreo Yemame Bereket es el primero en cruzar la meta de Ouahigouya, pero los aficionados buscan como locos al ídolo local, el corredor burkinés Abdoul Aziz Nikiema, ganador del Tour de Faso en 2013. Con 25 años, este joven sargento en excedencia vive en Francia desde que fichó por un equipo bretón de primera categoría. “Mi padre era entrenador de la selección nacional y yo casi aprendí primero a montar en bici que a caminar”, asegura. La relación de este país con las dos ruedas es muy especial, prácticamente todo el mundo tiene una bicicleta con la que van al mercado, a hacer los recados o a visitar a los parientes. Es un elemento cotidiano, especialmente en el campo.

Pero una cosa es el pausado pedaleo de los campesinos burkineses y otra bien distinta las exigencias de la competición. La segunda etapa, entre Yako y Ziniaré, se la anota el ciclista marroquí Mousshine Lahssaini, que se apropia del maillot amarillo para no soltarlo ya durante toda la prueba. El Tour de Faso, en el que los corredores representan a sus países, fue este año el escenario de una nueva pugna entre los dos equipos más en forma del continente africano, Eritrea y Marruecos, siendo este último quien se llevó la victoria final. Las otras escuadras en liza eran tres de Burkina Faso (selección nacional, central y oeste), muy combativos como siempre y ganadores de varias etapas, Argelia, Malí, Benín, Camerún, Costa de Marfil, República Democrática del Congo y tres equipos europeos, Alemania, Suiza y Bélgica.

Organizador del Tour

La clave del éxito del Tour de Faso hay que buscarla en el hecho de que fue la empresa ASO, organizadora del Tour de Francia, la que cogió las riendas de esta prueba en 1987, año de su debut. Aunque ASO ya no está y el testigo lo cogió el propio Gobierno burkinés, es una de las carreras mejor organizadas de África, a la que acuden corredores en busca de los puntos que necesitan para ir a los Juegos Olímpicos y de los suculentos premios en metálico. El ganador se lleva unos 2.500 euros, una cifra muy tentadora para corredores que reciben salarios bajísimos.

La tercera etapa se desarrolla entre Kombissiri y Kaya. Una decena de ciclistas sufre pinchazos por el mal estado del asfalto. Ernest Zongo tiene trabajo extra. Metido a director técnico del equipo alemán, es una auténtica leyenda burkinesa, el único corredor que ha ganado esta prueba en dos ocasiones, en 1995 y 1997. Ese año ganó una etapa con 45 minutos de ventaja sobre el segundo, lo que le valió el sobrenombre del caníbal de Koudougou. “Antes no había dinero, dormíamos en escuelas y comíamos arroz que preparaban las mujeres del pueblo; ahora está mucho mejor, hay hoteles, masajes, entrenamientos específicos”, asegura.

La gran fiesta espera en Uagadugú, la capital del país. Tras diez días de competición a través de un duro paisaje saheliano, los ciclistas llegan agotados. “Hay que beber mucha agua y hacer una buena recuperación”, asegura Lobito, director del equipo suizo. El marroquí Lahssaini sube a lo alto del podio y el burkinés Nikiema se lleva el maillot rosa de las metas volantes, pero los cuarenta corredores que terminan la carrera se sienten más que satisfechos sólo por el hecho de haber llegado.

{Entradilla}

JOSÉ NARANJO, Uagadugú

{Pie de foto}

El pelotón del Tour del Faso atraviesa una localidad del país.<MC>[AUTFOTO] / J. N.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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