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Real Madrid-Barcelona, un blindaje policial histórico

Las medidas de seguridad adoptadas para el clásico tras los atentados de París, con 1.100 policías y 1.400 vigilantes en el Bernabéu, superan las de cualquier encuentro anterior

Agentes de la Policía Nacional vigilan el exterior del estadio Santiago BernabéuFoto: atlas | Vídeo: Chema Moya (EFE)

1.100 policías, 1.400 agentes de seguridad contratados por el Real Madrid, 122 municipales, vigilancia, cacheos, controles exhaustivos y una batería de medidas sin precedentes conformarán el dispositivo de seguridad para el Real Madrid-Barcelona del sábado (18.15, Canal + Liga). Ya lo dijo ayer el secretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez: “El mayor dispositivo que se ha establecido en un evento deportivo”, concluyó en declaraciones a la Cadena COPE. Fuentes policiales confirmaron que se trata, al menos, del mayor despliegue realizado en un partido de fútbol, superior incluso al que se dispuso en el Real Madrid-Zaragoza que se jugó dos días más tarde de los atentados del 11-M de 2004 en Madrid.

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El dispositivo de seguridad para el clásico comenzó desde el jueves, con registros en el perímetro del estadio con perros adiestrados en la detección de artefactos explosivos. En la jornada de hoy se dispondrán tres anillos de seguridad en torno al recinto para cachear minuciosamente a cada uno de los asistentes.

Los controles provocarán que las puertas del estadio blanco se abran, de manera excepcional, tres horas antes del partido. En los tres anillos de seguridad se le solicitarán a los aficionados la entrada del partido, el abono y el carnet de identidad o pasaporte como identificación. En todas las puertas de acceso se colocarán detectores de metales y se activarán las medidas habituales estipuladas por Antiviolencia para los encuentros calificados de alto riesgo, como la separación de aficiones en el desplazamiento y la ubicación en el estadio o la grabación de la totalidad del graderío para vigilar los movimientos y el comportamiento de los espectadores. Para agilizar el exhaustivo proceso de registros e identificación, la policía aconseja llevar los elementos básicos (teléfono, cartera y llaves), prescindiendo de mochilas, bolsas, ordenadores y otros dispositivos electrónicos.

La amenaza terrorista no es nueva en el Santiago Bernabéu. El 2 de mayo de 2002, antes de un Real Madrid-Barcelona de semifinales de la Champions, estalló un coche-bomba a tres horas del inicio del encuentro. El atentado de ETA se saldó con 10 heridos, pero el encuentro se disputó con normalidad. Dos años más tarde, el 13 de diciembre de 2004, un Real Madrid-Real Sociedad de Liga tuvo que suspenderse a seis minutos de la conclusión por una amenaza de bomba en el estadio. La policía logró evacuar en tan solo ocho minutos ante la amenaza, que luego resultó ser una falsa alarma.

La matanza terrorista de París —que también se perpetró en las inmediaciones del Estadio de fútbol de la capital francesa— y las sucesivas suspensiones de dos partidos internacionales —Bélgica-España del pasado martes en Bruselas, y Alemania-Holanda del pasado miércoles en Hannover—, han alterado por completo las previsiones de las medidas de seguridad previstas para el gran clásico.

Se han duplicado los efectivos desde el martes (se pasó de una previsión de 550 agentes a 1.100 en dos días) y se ha redoblado la seguridad privada que habitualmente establece el club. “Los controles van a ser exhaustivos”, recalcó Martínez, aunque aseguró que el despliegue es el previsto en el protocolo atendiendo al nivel cuatro de alerta por riesgo de atentado terrorista en el que se encuentra España, sumado a un partido calificado como de alto riesgo.

Durante los últimos días, políticos y representantes del mundo del deporte se han apresurado a manifestar su intención de asistir al clásico como una muestra de confianza en las medidas de seguridad adoptadas y como una reivindicación de los valores y el modo de vida europeo, que no debe claudicar al miedo. El secretario de Estado del Deporte, Miguel Cardenal, manifestó su intención de “perderse un poco del cumpleaños” de su hija y asistir. Y la delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, también se apuntó. Por su parte, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, dijo: “Mi hijo va a ir, con eso lo digo todo”.

En la tarde de ayer ya se hacían evidentes los controles, con policías que rastreaban con perros los alrededores del estadio y controlaban los vehículos aparcados en la zona.

Está previsto que un triple cordón policial blinde el Santiago Bernabéu y quede establecido desde las 14.15 de hoy, cuatro horas antes del encuentro. Las entradas, selladas desde la noche del viernes tras el pertinente repaso de las instalaciones, abrirán sus puertas dos horas antes del comienzo del partido y habrá controles de bolsos y bolsas sistemáticos, no aleatorios. Por ese motivo, y para agilizar los accesos, se ha recomendado que los 85.000 espectadores previstos lleven el menor número de cosas posible. Ya lo anunciaba Dancausa, al comienzo de la semana: “Habrá que registrar hasta los bocadillos”. Tras la reunión con todos los agentes implicados en la seguridad del evento el pasado jueves por la tarde, Dancausa garantizó que la gente podía “ir a disfrutar del partido tranquilamente”.

Colas de aficionados junto al estadio Santiago Bernabéu
Colas de aficionados junto al estadio Santiago BernabéuS. B. (efe)

Los autobuses de los equipos y el dispositivo de seguridad para sus llegadas al aparcamiento no han variado. Está igual de controlado que siempre. “Lo que hay que evitar es la psicosis. Hay medios suficientes para detectar cualquier cosa”, aseguraba un portavoz del club.

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Tras los atentados de París, la seguridad de los grandes eventos se ha fortalecido con medidas extraordinarias. El propio primer ministro francés alertó el jueves de la posibilidad de que Francia pudiera ser objetivo de un ataque químico o bacteriológico, exponiendo de esta manera los desafíos de seguridad que plantea la amenaza del terrorismo yihadista. Sobre estas declaraciones, el secretario de Estado de Seguridad descartó que fueran “alarmistas” y argumentó que para garantizar la seguridad tienen que ponerse en “el peor escenario posible”, lo que, según matizó, no significa que sea “lo más probable”.

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