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Aduriz da un concierto en Vallecas

El delantero rojiblanco marca los tres goles del Athletic para derrotar al Rayo Vallecano

Aduriz celebra uno de sus goles al Rayo.Foto: atlas

Aduriz con el pie; Aduriz, de penalti “a lo Panenka”; Aduriz, de cabeza. Diez goles en la Liga; seis goles en Europa. El manantial se antoja un río en el que navega el Athletic confiado a un timonel de 34 inviernos (en febrero 35) por el que no pasan los años. El Rayo sucumbió a sus encantos desde el primer minuto, cuando el delantero aprovechó la escasa y mala defensa franjirroja para recoger un pase profundo de Raúl García. Casi no se había levantado del todo el telón, cuando Aduriz ya había dado el do de pecho. Recién comenzado, el Rayo se quedó sin guión y comenzó a tartamudear. Aún no se sabía que el Athletic le iba a presionar desde muy arriba para obligarle a jugar como no le gusta a Paco Jémez, con balones largos, y conduciendo al rival a perder el primer pase. O sea, obligándole a no jugar, es decir, a sufrir, el camino más corto para acabar perdiendo.

El Athletic se convirtió en Vallecas en una apisonadora que aplanaba al Rayo, congestionado por el gol de Aduriz e incapaz de sostener el balón más allá de un segundo: o lo perdía por sus propios medios o se lo quitaba el Athletic, que achicó tanto Vallecas que pareció un campo de fútbol sala. El pundonor de Raúl Baena, impagable en el esfuerzo, era poco escudo para la voracidad de Aduriz y su caballería ligera. Iturraspe era un tercer delantero a la hora de presionar la salida del rival, pero al mismo tiempo era un central más cuando había que defender (cierto que eso ocurrió muy pocas veces en la primera mitad. A cambio Beñat tenía la batuta intacta y gobernaba sin aspavientos, y Raúl García descosía al rival con su juego omnipresente. Williams, como buen solista intervenía lo justo, con algunas piruetas técnicas. Y como el Athletic presionaba muy arriba y el Rayo defendía muy arriba, quedaba un descampado entre los defensas y Juan Carlos por donde Aduriz se movía a placer.

Rayo, 0 - Athletic, 3

Rayo Vallecano: Juan Carlos; Tito, Llorente, Amaya (Bebé, m. 45), Nacho; Baena, Trashorras; Embarba (Lass, m. 60), Jozabed (Manucho, m. 45), Pablo Hernández; y Javi Guerra. No utilizados: Yoel, Quini, Ze Castro y Ebi.
 
Athletic: Iraizoz; De Marcos, Etxeita, Laporte, Balenziaga; Beñat, Iturraspe (Elustondo, m. 75); Williams (San José, m. 67), Raúl García, Lekue (Bóveda, m. 79); y Aduriz. No utilizados: Herrerín, Kike Sola, Susaeta y Mikel Rico.
 
Goles: 0-1. M. 1. Aduriz. 0-2. M. 24. Aduriz, de penalti. 0-3. M. 60. Aduriz.
 
Árbitro: Hernández Hernández. Expulsó a Laporte (m. 64) por roja directa. Amonestó a Raúl Baena, Tashorras, Nacho y Tito

Unos 12.000 espectadores en Vallecas.

Sin embargo, el segundo gol llegó por obra de un penalti muy riguroso de Raúl Baena a Raúl García, de esos que se dice que no se pitan porque abundan tanto que han conseguido marchamo de legalidad. Lo lanzó Aduriz y lo hizo “a lo Panenka”, con esa frialdad que dan los años que no pasan: por el centro, apenas elevado del suelo y suave, como acariciando el balón para que no se enfade.

Fue la puntilla. Vale que dos goles, con más de una hora por delante, no es una montaña inalcanzable. Pero el problema es que el Rayo no encontraba ningún camino porque no se encontraba a sí mismo. Casi pedía la hora, en busca de la autocrítica en el vestuario, viendo el aluvión que se le venía encima amenazando una tormenta implacable. Porque el Athletic corría y corría, impulsado por las bandas por De Marcos y Lekue, dos maratonianos con ritmo de cuatrocentistas.

Paco Jémez se la jugó metiendo a dos delanteros, Bebe y Manucho, en lugar de un central (Amaya) y un medio punta (Jozabed, cuya ausencia fue la única noticia de su anterior presencia en el campo). Pero el guión no cambió. Y a Aduriz aún le quedaba hambre por saciar. Un libre indirecto de Beñat lo peinó hacia atrás un jugador del Rayo, lo cabeceó después Laporte en el segundo palo y en el primero apareció... Aduriz para empujarlo con la cabeza a la red. Quedaba media hora intrascendente, un suplicio para el Rayo que prefiere suicidarse a huir. Y entró Lass para jugar con cuatro delanteros y que salga el sol por Antequera. No salió el sol. Solo se le iluminó la cara, cuando el árbitro decretó la expulsión de Laporte, cuatro minutos después, por un derribo a Manucho siendo el último defensor. Si el de Baena no pareció penalti, lo de Laporte no pareció falta. Todo estaba en el filo de la ley y el árbitro dictó dos sentencias discutibles.

El Rayo se creció por la superioridad numérica y por los centros de Lass, muy continuos y generalmente buenos. Sin embargo, la única acción de peligro llegó por el otro costado, en un buen centro de Bebé que cabeceó Javi Guerra exigiendo los mejores reflejos de Iraizoz. Cierto que antes, en un contragolpe, Raúl García había disparado al poste, en ese intercambio de golpes futbolísticos en un partido quizás sentenciado a los 55 segundos, los que tardó Aduriz en dar comienzo a su concierto. Uno más. Otro más. Esta vez actuó en Vallecas.

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