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MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El internacional que durmió en la calle

José Antonio Deusto, de pie a la izquierda, con la selección española en Stuttgart.
José Antonio Deusto, de pie a la izquierda, con la selección española en Stuttgart.

Esta historia me ha resultado muy difícil de indagar, y hasta he dudado en publicarla, por temor a herir la sensibilidad de personas próximas al protagonista. Si me he decidido a hacerlo es por ensalzar la necesidad de las agrupaciones de futbolistas veteranos, que hacen una labor que se conoce demasiado poco).

Un día, Zorriqueta, exjugador del Athletic y entonces presidente de los veteranos, me habló de lo importante que era que los veteranos de toda España se agruparan. De lo mucho que podían necesitar unos de otros. Y me habló de un caso extremo:

—No hace mucho supe de un exjugador del Athletic, internacional, que llegó a dormir en la calle.

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No me quiso decir de quién se trataba. Más adelante me di cuenta de que se refería a Deusto, porque en Alicante supe de su peripecia personal.

José Antonio Deusto Olagorta nació en Deusto el 8 de enero de 1946. Tenía unas magníficas condiciones para la portería. Jugó en el Athletic juvenil y en la Selección Nacional de Aficionados. Cuando llegó al Athletic, se encontró con Iríbar. Imposible, claro, como les pasaría en esos años a varios otros: Echevarría, Zamora, Marro, Santamaría, Zaldúa… Deusto era demasiado buen portero para consumirse en el banquillo, así que en la 69-70, con solo once partidos de Liga en cuatro temporadas, fichó por el Málaga. Por aquellos años hubo curiosos lazos entre el Athletic y el Málaga. Allí debutaron Iríbar y Uriarte, un mismo día, allí cerró su carrera Garay y allí la cerraría también Uriarte. Deusto acertó al fichar. Eran los años felices del Málaga de Viberti, Migueli, Monreal, Orozco, Vilanova, Guerini…

Jugó bien, tanto que empezó a recibir llamadas de Kubala para la Selección. Claro, que ahí también estaba Iríbar. Se disputó con Reina el puesto de suplente. Ganó el Trofeo Zamora en la 71-72, tras encajar solo 17 goles en 28 partidos.

En Málaga aún se le recuerda como el mejor portero en la historia del club.

El gran premio le llegó por fin cuando el 24 de noviembre de 1973 fue internacional en Stuttgart, por baja de Iríbar. Reina fue su suplente. España perdió 2-1, goles de Heynckes para los alemanes, de Claramunt para nosotros.

Deusto ganó el Trofeo Zamora en la temporada 71-72, tras encajar solo 17 goles en 28 partidos con el Málaga

El buen Málaga de esos años se fue agotando. En la 1974-75 llegó el descenso a Segunda División. Pero Deusto siguió en Primera, contratado por un Hércules emergente que pagó ocho millones por él. Allí también recalaron dos athléticos de aquellos años, Betzuen y Arieta II. En Alicante le tocó competir con Santoro, internacional argentino, pero le fue muy bien. Tanto, que en una visita del Barça a Alicante, Cruyff, entonces jugador pero que se metía en todo, llegó a decirle al delegado del club, Manolo Maldonado:

—¿Para qué queréis dos porterazos? Dile a Rico Pérez que si nos vende a Deusto. Sé que en la casa gusta.

Pero no, Rico Pérez no entró en la cuestión. Siguió en el Hércules y volvió a rozar la Selección. Estuvo en Bucarest, en noviembre de 1978, en partido clasificatorio para el Mundial-78. Pero el titular fue Miguel Ángel. Ya era el periodo pos-Iríbar.

Su estancia en el Hércules duró cuatro años, sin más contratiempo que una lesión de rodilla. Su figura en la ciudad era muy apreciada. Casado, con un hijo (que llegó a jugar de portero en el Alicante) y una hija, la familia era popular en la ciudad, con esa seriedad de vascos tan apreciada en todas partes. Se retiró del fútbol a los 34 años, tras 223 partidos en Primera. Rico Pérez, presidente del club, que le tenía mucho aprecio, le concedió la dirección del bingo del club. Por aquel entonces, varios clubes crearon su propio bingo, en busca de nuevos ingresos.

Al cabo del tiempo se marchó de la ciudad, se le fue olvidando. Hasta que, pasados unos años, el Hércules viajó a Las Palmas para un partido, y apareció en el hotel. Joanet, el entrenador (ex portero él también), que le había conocido en los grandes días, se quedó desconcertado. Su aspecto era catastrófico, con ropas sucias y rotas, la boca mellada, desaseado. Los dos días que pasó el Hércules allí comió y cenó con ellos. Joanet tuvo la impresión de que podrían haber sido sus únicas comidas en mucho tiempo. A la vuelta lo contó en Alicante y nadie lo podía creer.

—¿Deusto? ¿Seguro que era Deusto?

Y sí, era Deusto. Alguien indagó. En la ciudad se sabía que se había divorciado. Regresó a Bilbao, donde montó un bar y le fue mal. Algún amigo le hizo uno de esos trucos de avalar conjuntamente y luego poner sus propios bienes a recaudo en algún familiar que hiciera de testaferro. La misma historia de bastantes futbolistas que uno ha llegado a conocer, tan connotados como Deusto o más, solo que a él le cayó peor. Después de aquello se le había dejado de ver por Bilbao, a ese periodo pertenecerá la escena de Las Palmas. Por dónde vagó durante muchos años es un cierto misterio. Un amigo suyo, hombre del fútbol en Bilbao, piensa que no quería venir por la ciudad, donde tenía quien le ayudara: su hermana, propietaria de un bar, que tenía un buen pasar, y los veteranos del Athletic, que durante años hacían esfuerzos por localizarle y hacerle llegar algún dinero. Pero no era fácil dar con él. El propio Ángel Villar hizo gestiones con Valentín Botella, presidente del Hércules, sin resultado.

Al fin regresó a Bilbao, donde su hermana fue su tabla de salvación. Pero rehuía el contacto con los veteranos, rehuía el contacto con todos. Su cuerpo estaba estragado, por los sufrimientos, la mala alimentación, las noches pasadas probablemente a la intemperie en quién sabe qué lugares, bajo qué fríos o lluvias.

El 21 de julio de 2011 falleció en el hospital de Basurto. Solo tenía 65 años.

La primera mitad de su vida fue una continua ascensión, hacia la gloria y la fama deportiva. Dejó el recuerdo de un portero grande y respetado, particularmente en Málaga y Alicante, pero también en el resto de España, por su leyenda de suplente de Iríbar que pelea contra su suerte y alcanza la internacionalidad.

Pero la segunda mitad fue un tobogán sin freno, en el que durante mucho tiempo se escondió hasta de los que le buscaban para ayudarle: su hermana y sus ex compañeros.

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