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Pikolín, un portero que vive a plazos

Con 33 años, el arquero de Pumas superó una lesión en el hombro y volvió al equipo para guiarlo a la final del torneo Apertura

Pablo Ferri
Alejandro Palacios y Oribe Peralta discuten durante el juego de vuelta de la semifinales del torneo Apertura.
Alejandro Palacios y Oribe Peralta discuten durante el juego de vuelta de la semifinales del torneo Apertura.Alex Cruz (EFE)

Ser arquero no es fácil. Nunca lo fue. En un perfil sobre el meta alemán Robert Enke en la revista Etiqueta Negra, Juan Villoro escribió que “morir a plazos es la especialidad de los porteros”. Alejados del arco contrario, la gloria de los guardametas gambetea demasiado cerca de su fracaso.

Alejandro Pikolín II Palacios es el portero de Pumas, un héroe improbable. Hace apenas un año, en octubre de 2014, el Pikolín acabó en el hospital tras chocar con el defensa central de su equipo durante un juego. Da la casualidad de que el central era su hermano mayor, Marco Antonio Pikolín I Palacios, que le dio tal codazo en la cara que el arquero salió en ambulancia del estadio.

Recuperado, el Pikolín volvió a competir pocas fechas más tarde, en noviembre de 2014. El arquero salía entonces al campo con uno de esos gorros protectores que popularizo el arquero del Chelsea Petr Cech, parecido a los que usan algunos jugadores de rugby. En el primer partido que jugó sin el gorro, el menor de los Palacios se volvió a lesionar. Fue en la ida de los cuartos de final del torneo Apertura 2014, un juego contra el América, el eterno rival. Las águilas botaron un saque de esquina, Palacios rechazó el balón ante Oribe Peralta y en la caída su hombro izquierdo se salió del sitio. Los Pumas perdieron la eliminatoria.

El club de la UNAM fichaba entonces a otro arquero, Gutierrrez, del vecino Cruz Azul, y subía a un juvenil al primer equipo. Con 33 años, casi 34, el futuro del pequeño de los Palacios se antojaba complicado. Pocos porteros que sufren una lesión a esa edad vuelven a ser lo que eran, muy pocos. Que le pregunten si no a Iker Casillas. Lesionado en enero de 2013 por la patada involuntaria de un compañero –Arbeloa siempre dijo que fue sin querer–, el ídolo madridista salió del Bernabeu por la puerta de atrás, entre lágrimas, humillado por su propia afición que un día le amó sin reservas.

Palacios chocó con Oribe Peralta y rodó por el suelo. Rodó y rodó como un bidón cuesta abajo, exagerado, protagonista

Y sin embargo el Pikolín volvió. En julio de este año recuperaba la titularidad del equipo de la Universidad. Hay vídeos en Youtube que recorren su trayectoria en el Apertura 2015. Queda para el recuerdo la espectacular atajada con que contestó el disparo de Omar Bravo, en un partido contra las Chivas de Guadalajara, o la estirada y palometa en otro contra Puebla, paradas de malabarista, reflejos de portero de balonmano, las piernas siempre al servicio de su equipo; a veces incluso las uñas.

Pikolín no concede entrevistas estos días, concentrado con el resto de sus compañeros de cara a la final del torneo. Sí ha tenido tiempo el cancerbero para calentar la rivalidad con el América, víctima de los universitarios en semifinales. En un lance del juego en el partido de vuelta, Palacios chocó con Oribe Peralta y rodó por el suelo. Rodó y rodó como un bidón cuesta abajo, exagerado, protagonista. Se levantó y fue a buscar a Peralta con cara de perdonavidas y ese par de ojos saltones, aguileños, fogosos, siempre atentos. El miércoles declaró que Peralta le quiso lesionar a propósito. El Pikolín aún recordaba aquel saque de esquina de noviembre de 2014, cuando ya había rechazado el balón y Peralta desequilibró su vuelo, cayendo de lado, de mala manera, sufriendo una luxación de hombro.

Palacios no olvida y su hermano tampoco. Antes de dejar Pumas, el mayor de los Pikolines, apodados así por su club de la infancia, escupió en la cara a Peralta en otro duelo con América. La polémica duro semanas.

Ahora, sin su hermano, sin Peralta, contra Tigres, el benjamín de los Pikolín enfrenta quizá uno de sus últimos retos, una de sus últimas finales. Aunque esto de morir a plazos parece ajeno al arquero de Ciudad Universitaria. Vista su destreza para volver del tenebroso mundo de las lesiones de hombro, más que morir, el Pikolín parece que vive a plazos.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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