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SIEMPRE ROBANDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los minutos de la basura

Manuel Jabois
Los jugadores del Madrid tras encajar el gol.
Los jugadores del Madrid tras encajar el gol.Alex Caparros (Getty Images)

Una de las razones por las que el Madrid es un club único es porque tiende a decidir a su antojo cuáles son los minutos de la basura. Eso no suele comunicarse al delegado del club rival, por lo que a veces el malentendido acaba en desgracia. Las cámaras en el túnel del vestuario muestran a los titulares esperando a salir al campo mientras se dan golpes en el pecho:

—¡Empezamos con los minutos de la basura, eh! ¡Los minutos de la basura!

Aparece uno con el pelo mojado y la cara en tensión:

—¡De tranquis, de tranquis! Balones atrás y a verlas venir.

Ya en el césped los jugadores se disponen a hacer una haka, que termina a pocos centímetros de las caras de los rivales mientras gritan:

—¡A verlas venir, a verlas venir!

De este modo el Madrid salió enchufadísimo contra el Villarreal, dispuesto a hacer los mejores minutos de la basura de la temporada. Había ganado el Atleti y empatado el Barça: era la jornada ideal. Salió todo redondo, como en un sueño. Al minuto hubo un palo, al siguiente un gol y a continuación se pudo ejecutar un 3-0 que hubiera sido la envidia de los amantes de la heroica, la remontada y el “nos faltaron cinco minutos”.

El Villarreal era un huracán sostenido arriba por Bakambu y Soldado, que llevaban a los demás a hombros. Los madridistas se empezaron a mirar en el campo con sorpresa: ¿nadie avisó a la Federación de que habían adelantado los minutos de la basura? Del palco empezó a levantarse gente con el móvil; los rostros en el banquillo eran de crispación.

A la media hora el Villarreal pudo marcar el segundo; fue una ocasion simbólica porque James, Bale, Cristiano y Benzema se quedaron mirando la jugada sin pestañear casi desde su casa. Se habían desconectado con una facilidad tan asombrosa que parecían haber puesto toda su técnica en sutiles maniobras de distracción. Al fin y al cabo no bajaban a defender por experiencia: son muchos años ya empezando los partidos como si estuviesen acabando. Es un síndrome que se conoció siempre como no bajar del autobús, pero en realidad lo que hacen los jugadores es subirse. Esa candidez y ese desaliento con el que salen ante rivales hambrientos sólo puede interpretarse desde la concentración: no es posible perder de esa forma sin un mínimo de convicción.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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