_
_
_
_
_

El United firma ante el Chelsea un empate que huele a condena

El conjunto de Manchester firma unas tablas ante el cuadro de Hiddink que ponen seriamente en entredicho la continuidad del técnico Van Gaal

Jordi Quixano
Van Gaal, durante el partido ante el Chelsea.
Van Gaal, durante el partido ante el Chelsea.OLI SCARFF (AFP)

En los aledaños de Old Trafford no faltó la reivindicación ni la sátira. Resulta que los vendedores ambulantes y en los tenderetes de las calles próximas al estadio ya vendían antes del encuentro frente al Chelsea una bufanda del Manchester United con la cara de Mourinho, curiosamente el extécnico blue despedido hace unas semanas y el favorito de la afición red devilpara dar el relevo al holandés Louis Van Gaal. No se sabe si a la directiva le importó que el MUFC jugara anoche como quiere su técnico, con ataque posicional agitado con verticalidad en los últimos metros. Pero le faltó puntería —o le sobró Courtois bajo palos—, y el empate huele a condena para Van Gaal. “Creemos que es el final”, comentaban desde su entorno más próximo por la mañana, también conscientes de que el entrenador no acudió al último entrenamiento en un pulso con perdedor claro de antemano. Aunque Van Gaal fue contundente después en la rueda de prensa: "Tengo confianza en la directiva y los jugadores. No veo razones para renunciar".

M. UNITED, 0 – CHELSEA, 0

Manchester United: De Gea; Young, Smalling, Blind (Phil Jones, m. 81), Darmian (Borthwick-Jackson, m. 70), Young; Schneiderlin, Schweinsteiger; Mata (Memphis Depay, m. 77), Ander Herrera, Martial; y Rooney. No utilizados: Romero; Carrick, Fellaini y Pereira.

Chelsea: Courtois; Ivanovic, Zouma, Terry, Azpilicueta; Mikel, Matic; Willian (Ramires, m. 70), Oscar (Loftus-Cheek, m. 93), Pedro; y Hazard. No utilizados: Begovic, Baba Rahman, Djilobodji, Traoré y Kenedy.

Árbitro: Martin Atkinson. Mostró la cartulina amarilla a Mikel, Schneiderlin, Smalling, Hazard, Schweinsteiger y Rooney.

Old Trafford. Unos 76.000 espectadores.

“El club no tiene que despedirme, puedo irme yo mismo”, expuso Van Gaal el fin de semana pasado, después de caer ante el Stoke (0-2) y firmar la cuarta derrota consecutiva —terrible registro que tiene su precedente en 1961— y el séptimo partido sin conocer la victoria. Ya son ocho. “La culpa es mía. En todos los procesos siempre hay culpables, pero yo soy el primero”, amplió el holandés, señalado desde la grada y desde las rotativas inglesas —le han llegado a tildar de “muerto viviente”—, también de un equipo que en público no se lamenta pero que en privado asumen que su mensaje no cala. “Nos pide que ataquemos posicionalmente, que simplemente corra la pelota con el denominado passing game [fútbol de pases]. Pero eso en Inglaterra se vuelve en un juego defensivo porque el futbolista también tiene que correr y regatear”, sisean desde el vestuario.

Tanto es así que el equipo sólo contabiliza 1,1 goles por choque, la peor cifra desde 1989. Demasiadas flaquezas para todo un Manchester expresadas en la figura de Rooney —con sólo dos goles en 15 partidos de la Premier—, suplente para ira de los mancunianos ante el Stoke. Aunque anoche, eso sí, jugó de maravilla tras verle las orejas al lobo. Suyo fue un obús que rechazó Courtois, todo un quebradero de cabeza para el Manchester porque también sacó una mano estupenda a Herrera cuando se cantaba gol. Y donde no llegaba el belga, lo hacían los postes; uno a disparo de Mata y otro tras un golpeo de Martial.

Millones sin resultados

Penó David Moyes la temporada de transición tras la marcha del legendario Sir Alex Ferguson y con Van Gaal regresó la ilusión, sobre todo porque en el curso anterior acabó cuarto. Tanto, que desde la directiva dieron carrete a los fichajes —la friolera de 335 millones gastados en dos años; por los 150 ingresados— evidenciados en los jóvenes Martial (50 millones), Schneiderlin (35), Depay (27,5) y Darmian (18), además del veterano Schweinsteiger (9). Pero no han acabado de dar la talla como tampoco lo hicieron ante un Chelsea que, apocado, se cerró atrás a la espera de una contra que no acertaron a resolver Pedro ni Matip. Gracias, en cualquier caso, a un De Gea providencial como también lo fue en ese remate a bocajarro de Terry a la salida de un córner.

“El Manchester de Van Gaal es un equipo difícil de admirar pero también difícil de ganar”, resumían los veteranos del MUFC por los pasillos de Old Trafford, conscientes de que la apuesta futbolística aburría a una hinchada acostumbrada al fútbol ofensivo. Una teoría que se desmontó desde comienzos de diciembre porque el equipo perdió toda su fiereza y puntería, dado que en el mes anterior estaba a un punto del liderato y dependía de sí mismo en la Champions. Y una quimera ahora, con el Manchester apeado de la máxima competición europea —se medirá con el Midtjylland danés en los dieciseisavos de final de la Liga Europa—, y lejos del líder, a 9 puntos del Arsenal.

Hiddink y su posible venganza 16 años después

El Madrid se sintió perdonado por el Barcelona ese 14 de febrero de 1999, cuando el equipo de Van Gaal le endosó un 3 a 0 con dos goles de Luis Enrique y otro de Rivaldo para después echar el freno de mano. “Si hubiésemos necesitado seis goles, lo hubiésemos conseguido”, llegó a decir Rivaldo. “Tener al Madrid de rival es un chollo”, se sumó Johan Cruyff. Ese Madrid estaba entrenado por Guus Hiddink, que una semana después, tras caer de nuevo ante el Athletic, fue despedido. Aunque la decisión del entonces presidente Lorenzo Sanz estaba tomada de antemano, por más que no se ejecutó antes porque Toshack debía pagar su rescisión con el Besiktas. Ayer, quizá tomó su venganza.

No pudo ante el Chelsea de Hiddink —suma dos empates desde que asumiera el banquillo—, que tenía las bajas del sancionado Diego Costa y los lesionados Cesc y Cahill, y parece que quedan horas o días para la destitución de Van Gaal como reconocía su propio entorno. Y, aunque se barruntaba sobre la posibilidad de darle el mando a Ryan Giggs (exjugador que fue segundo con Moyes y con el propio Louis), la afición le echa en cara su inexpresividad en las debacles sucesivas del equipo. Por lo que Mourinho podría ser de nuevo The Special One,aunque esta vez vestido de rojo. Eso sí, sería gracias al Chelsea, a su exequipo. Entre otras cosas porque en Manchester saben que tienen mucho éxito fuera del campo, pero también quieren volver a tenerlo dentro. Algo a lo que Van Gaal se resiste: "Mi futuro no es algo interesante, no tengo influencia en él. Pero se ha podido ver que los jugadores luchaban por mí. Y cuando ocurre eso, no veo ninguna razón para dimitir. Quizá quiere la prensa, pero yo no”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_