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“Todo comenzó con Ballesteros”

Jon Rahm, vizcaíno de 21 años y mejor golfista ‘amateur’ del mundo, prepara en Arizona el salto al profesionalismo

Carlos Arribas
Jon Rahm, en un torneo universitario.
Jon Rahm, en un torneo universitario.John Bazemore (AP)

El gran golf español, y parte de lo que el mundo admira, lo fundó Severiano Ballesteros, hijo de campesino, hermano de caddies, que creó su arte con una rama de árbol en la playa; y como él, a su sombra fecunda, nacidos casi con un palo en la mano crecieron Miguel Ángel Jiménez, caddie de familia numerosa, José María Olazábal, hijo de greenkeeper y Sergio García, hijo de profesional que casi nace en un campo de golf. “A mí, que aún no he conseguido ni una mínima parte de lo que ellos lograron, pero aspiro a lo más alto, me colocan ya en esa escala, y estoy orgulloso de que me comparen con ellos, pero rompo con esa tradición. No tengo raíces en el golf. Mi padre empezó a jugar a los 40 años, y después empecé yo. Pero soy golfista por Seve Ballesteros”, dice Jon Rahm, de 21 años, vizcaíno, grandote y de Barrika, de Iribar y del Athletic, considerado en 2015 el mejor jugador amateur del mundo y galardonado por ello con la medalla Mark McCormack.

Rahm no vio nunca jugar a Ballesteros, y eso le apena más que casi nada, pero de la admiración que por el cántabro sentía un amigo de su padre que le vio ganar un Open de España nació su afición al golf. “Mi padre empezó a jugar con su equipo, y después empecé yo, un niño”, dice Rahm. “Así que se puede decir que todo empezó con Ballesteros”.

A diferencia del jugador que revolucionó el golf mundial en los años ochenta, un jugador hecho a sí mismo, hijo de su ingenio, intuición y arte, Rahm es un jugador puro de su siglo y de escuela, un jugador académico que terminó triunfando en la Universidad de Arizona State, en Estados Unidos. “Mis primeras clases las recibí en Martiartu, y de ahí pasé a Larrabea, más tarde di clases con Eduardo Trilles y su escuela, donde aprendí mi técnica más actual, y, finalmente, en la Escuela Nacional Blume, becado por la federación, aprendí a entrenarme”, dice Rahm, quien tras haberlo ganado casi todo como amateur (no ganó un British, como sí lo hicieron Olazábal y Sergio García, pero sí un Mundial en el que batió el récord de golpes establecido por Jack Nicklaus en 1960), se hará profesional el próximo verano, cuando termine la universidad. “Y ahí espero que me vaya tan bien como de amateur”.

El objetivo del jugador vizcaíno, que seguirá viviendo en Estados Unidos, es conseguir la tarjeta del circuito de la PGA de Estados Unidos con los puntos que consiga en los seis torneos que jugará en verano por invitación, en los que espera hacerlo muy bien, y si no, tendría que ganarse la tarjeta en la escuela en invierno. También, gracias a la medalla McCormack, está invitado a jugar el British y el Open de Estados Unidos, pero solo como amateur. “Así que al British, que es en julio no iré, y jugaré la fase clasificatoria para el Open de Estados Unidos para disputarlo ya como profesional”, dice Rahm.

Una buena combinación

Rahm, jugador de garra y carácter, le pega a la bola largo desde el tee —“con mi tamaño no me queda más remedio”, dice—, le pega largo y recto y posee también un buen juego corto, como manda la sangre española, como mandaba Seve, y un buen putt. “Es una buena combinación. De pequeño, iba de lado a lado, nunca recto, y estaba obligado a jugar bien alrededor de green, a tener buen toque, y de mayor he aprendido a jugar recto, esa ventaja que me he llevado”, dice Rahm, quien no sabe a quién se le parece, pero sí quién quiere ser. “Quiero parecerme a Severiano Ballesteros. Intento aprender lo que él transmitía en el campo, la confianza, el arrojo, lo que él ha hecho por el golf, lo intento emular en eso, no el estilo de juego ni su inventiva, solo lo que él transmitía en el campo, la felicidad, el orgullo, ese poder que tenía para hacer que la gente quisiera jugar al golf, que era algo alucinante, ese don especial que él tenía, eso es lo que yo querría. Fue un tío que movía muchas masas, le conocían en cualquier lugar de la tierra. Una positividad, una energía, increíble, desde el minuto uno hasta su último día de competición, la gente le apoyaba y le quería…”.

En mayo, cuando se licencie y empiece a jugar de profesional, el mundo del golf, dominado ya por jugadores de una generación muy próxima a la de Rahm, por Jordan Spieth, Jason Day o Dustin Johnson, empezará a saber de verdad con quién se tendrá que jugar los cuartos, con un chavalote para el que todo empezó con Ballesteros.

‘Rahmbo’ y el estruendo del Open de Phoenix

Rahm
Rahm

Rahm se dejó descubrir por el mundo hace un año justo, cuando jugó el Open de Phoenix, en Scottsdale, gracias a una invitación del patrocinador. Más que el quinto puesto en el que terminó, un resultado extraordinario, Rahm deslumbró por la fuerza y el desparpajo que exhibió en el hoyo 16, un par tres rodeado de tribunas, lo que le da aire de coliseo, repletas de jóvenes ruidosos bebedores de cerveza y chillones. El golfista español apareció en el tee con una camiseta de fútbol de su universidad con su nombre de guerra (Rahmbo) y, como si fuera el director de un coro, jaleó a la afición.

"Se me conoció en Phoenix gracias a mi imagen, y eso me dio una dosis increíble de confianza que me ha ayudado mucho a aprender sobre mí y sobre lo que puedo llegar a ser y conseguir", dice Rahm. "Allí, curiosamente, generar ruido era la manera más fácil que tenía para quitarme la presión en ese momento, y los nervios. Ese hoyo es como un estadio, con sus gradas en forma de coliseo, y bastante intimidante. Y yo, siendo un amateur y siendo de allí sentía algo de nervios. Nunca había tenido tanta gente viéndome. Y cuando la gente está callada, cuchichea y cualquier ruidito te desconcentra, así que al día siguiente, me dije, vamos a pasarlo bien. Puse a todos los espectadores de pie, gritando, y hacen tanto ruido que ya no molesta nada y, sobre todo, es mucho más divertido, lo llevé más fácil. No sé lo que piensan otros, pero pienso que algún día el golf llegará a ser algo más parecido a lo que es Phoenix ahora, un deporte de ruido… El golf es un deporte de emoción. La gente que no lo conoce cree que es todo calladito, sin ruido, pero aquí, Phoenix, la Ryder, ruido hay".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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