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Nadal no se encuentra ni en Buenos Aires

“Me duele la barriga, hace calor y estoy más o menos”, explica el mallorquín que se impuso a Mónaco (doble 6-4, después de una hora y 38 minutos)

Carlos E. Cué
Nadal, ante Mónaco
Nadal, ante MónacoREUTERS

Hay veces en las que parece que Rafa Nadal solo se mueve cómodo en el sufrimiento. Cuando más le apretaba su amigo, el argentino Juan “pico” Mónaco, en la primera ronda del ATP Buenos Aires, a punto de concluir los dos sets, salió el Nadal auténtico. Y ganó sin demasiados problemas. Pero no es agradable para él. Nadal está sufriendo de verdad y no le gusta nada. Al terminar el partido, casi a medianoche, el tenista comparecía ante la prensa local con la cara demacrada, a disgusto. Ni restos de esa simpatía natural que siempre tuvo, solo algún destello con preguntas inesperadas tipo “¿entrenas ese sonido que haces al dar cada golpe?”.

Nadal no está bien y no lo oculta. “He tenido sensaciones complicadas, hace mucho calor, me sentí mal de la barriga, me costó un poquito”. “Estoy más o menos, ha habido momentos buenos y no tan buenos”, insiste. Las dudas de Nadal se reflejan en su rostro, molesto, en sus palabras y sobre todo en su juego. “Dale, Pico, que está asustado”, gritó un espectador argentino en el primer set. El público soltó una carcajada, era una broma. Pero había un fondo real. Nadal no parecía convencido del todo de su superioridad ante su amigo Mónaco, que no solo es inferior sino que además viene de una larga lesión. “Sé lo duro que ha sido este año para él después de romperse la muñeca”, explicó el español.

El mallorquín ha elegido Buenos Aires, una ciudad talismán para él, como el lugar para remontar el durísimo bache australiano y recuperar confianza en sí mismo para Roland Garros. “Siempre que he venido a esta ciudad me ha dado una energía especial”, explicó confiado en que ganará el torneo en el que también participa el español David Ferrer.

El médico le dio una medicina a Nadal en medio del partido. “No sé ni qué me ha dado, es el médico del torneo, le he pedido algo para el estómago”.

El tenista lleva varios días en Buenos Aires adaptándose al calor del verano austral -27 grados ayer por la noche en la pista central del Lawn tennis- y el cambio horario. Le ha dado tiempo incluso a visitar en la Casa Rosada al presidente Mauricio Macri. “Le conozco hace muchos años, hemos hecho cosas juntos en las villas [miseria]. Me gustó visitar la Casa Rosada, no había estado nunca. Macri es un hombre cercano, buena gente”, dice. Todo estaba preparado para una reaparición estelar, pero no acaba de salir. Sus sueños de remontada, su gran especialidad, no se concretan.

En la segunda jornada hay una complicación añadida: juega contra Paolo Lorenzi (52 del mundo) a las 16:30 (20.30 hora española por Eurosport), a pleno sol, con mucho más calor. Le ha tocado uno de los peores días del tórrido verano porteño. “No me gusta jugar a esa hora, y más viendo que ahora estoy aquí hablando con vosotros a las doce de la noche, pero es lo que hay”, se quejó Nadal. “Lorenzi es un rival de esos que saben jugar al tenis, voy a tratar de salir agresivo”, insistió. La final el domingo también es a pleno sol.

¿Se le habrá acabado la magia? Parece evidente que esa idea se mueve en su cabeza, y lucha contra ella porque quiere volver a ser el que era. “Nadie gana eternamente, esto está claro”, admite con la mirada perdida en su propia batalla interior. “Para ganar mucho hay que ser alguien especial, tienes que nacer con algo, lo tengo claro. Un Messi o un Maradona no se hacen solo trabajando. Y sí, se aprende a ganar ganando. Cuando uno gana es más fácil que vuelva a ganar y cuando uno pierde es más fácil que vuelva a perder”. La cabeza del campeón está llena de dudas y solo la pista y la victoria se las pueden sacar.

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