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Luis Enrique y Abelardo, de la calle del Bierzo al Molinón

Nacieron a 150 metros, crecieron juntos, y hoy se miden como técnicos del Sporting y del Barcelona en un caso insólito en la Liga BBVA

Luis Enrique y Abelardo, dentro de una limusina, en Chicago, durante el Mundial de 1994
Luis Enrique y Abelardo, dentro de una limusina, en Chicago, durante el Mundial de 1994Agustí Carbonell

El partido de esta tarde entre el Sporting de Gijón y el Barcelona no será un partido más. Probablemente, será la primera vez en la historia de la Liga que dos entrenadores nacidos en la misma calle, que se criaron juntos, que estudiaron en los pupitres de la misma escuela, que tuvieron su primera ficha de federados en el mismo equipo de benjamines, que llegaron juntos a Primera, y que alcanzaron juntos la gloria de jugar un Mundial con su selección, se enfrenten como rivales, cada uno en un banquillo, en un partido de la Liga.

Ese milagro deportivo lo protagonizarán Abelardo Fernández y Luis Enrique Martínez y acontecerá esta noche en Gijón, en el estadio del Molinón, el mismo lugar al que de niños acudían a animar a su equipo de la infancia. Se enfrentarán o se reencontrarán, según se vea, dos tipos que son mucho más que amigos. “Va a ser especial, claro que va a ser especial, por muchas razones”, admitieron ayer los dos. “Me pongo en la piel de nuestros padres y me imagino qué sentirán ellos, que nos llevaban a jugar los fines de semana cuando juntos no pesábamos ni 25 kilos”, dice el ahora técnico de los asturianos. “Soy socio desde hace infinidad de años y de niño iba al campo con una bandera que me había cosido mi madre, a la grada que más ruido hace. Soy del Sporting desde la cuna y hasta la muerte. Pero hay veces en las que los que nos dedicamos a esto tenemos que pensar de otra manera”, aseguró el técnico del Barcelona.

Fueron juntos al colegio, compartieron equipo de futbito a los 8 años,  entraron juntos en la escuela de Mareo y jugaron juntos en la selección

Abelardo y Luis Enrique nacieron en la misma calle, la del Bierzo, en el barrio gijonés del Pumarín. Hasta los 12 años, cuando la familia de Luis se mudó hasta una nueva casa en la Avenida de Portugal, apenas 150 metros separaron los portales de ambas familias. Dos familias trabajadoras; carpintero el padre de Abelardo, llegado como su esposa de San Antolín de Ibias, un pueblín del interior del principado; camionero el de Luis, a quien Nely, su mujer, ayudaba cosiendo en casa, como modista, a sacar adelante sus tres hijos.

Abelardo y Luis se conocieron en el colegio público Elisburu y a los ocho ya compartían equipo de fútbol sala. Su camino es tan común que los dos hicieron la Primera Comunión el mismo día y coincidieron en el mismo restaurante para festejarlo. La Olla, se llamaba. Un local con campo de fútbol donde, por supuesto, terminó el convite, para desespero materno: “Volaban las zapatillas al ver el estado del traje al llegar a casa”, ríe al recordarlo el técnico del Sporting.

Iba al campo con una bandera que me había cosido mi madre. Soy del Sporting de  la cuna hasta la muerte. Luis Enrique

El Xeitosa, un equipo de fútbol sala del barrio, fue su primer equipo y José María Brito, su primer entrenador, que recuerda a Luis Enrique por su “carácter” y a Abelardo por su “seriedad en el campo”. Con esas características hicieron carrera. Allí ganaron su primer título, el campeonato de Asturias, al Sporting, en una final a doble partido: 7-0 y 2-3. “Nos dieron una copa y una medalla. Aún las tengo”, recuerda Abelardo. Juntos se marcharon a Mareo, la escuela del Sporting, junto a Roberto, Eugenio, y Viti, compañeros del mismo equipo. “Nos echaron al primer año. No jugábamos. Nos fuimos a La Braña, Luis se quedó y yo me marché a Estudiantes. Nos reencontramos en el filial del Sporting”, rememora.

El defensa estudió BUP y Luis Enrique, Formación Profesional: “Como estudiantes éramos parecidos. Parecidos de mal”, bromea Abelardo, que llegó a matricularse en Derecho porque para hacer INEF tenía que dejar Gijón. Aunque andaban en cuadrillas diferentes, era fácil que se encontraran echando una sidra por Gijón, así que no perdieron el contacto.

Será especial. Me pongo en la piel de nuestros padres que nos llevaban a jugar cuando los dos juntos no pesábamos ni 25 kilos. Abelardo

Al echar la vista atrás, Abelardo reconoce en su amigo valores de juventud que ahora adivina en su trabajo de entrenador y que vio predominar en su carrera. “Es abierto, muy divertido y cabezón, para bien. Se marca un objetivo y pelea por ello. Es trabajador, capaz y constante”, dice. “Yo no le he visto entrenar, pero el año pasado logró ascender con un equipo que no era de los mejores”, dice Luis Enrique, que añade: “Este año lo veo con muchísimas posibilidades de mantener la categoría con un equipo que se ha reforzado muy poco. Son competitivos. Es un equipo muy trabajado”. Y apunta: “Es una persona muy importante en mi vida, su familia también, tenemos una relación muy cariñosa”, aclara. “El sentimiento es mutuo. Si él es feliz, yo soy feliz; si él gana, yo gano”, dice el Pitu.

“Que recuerde, nunca nos peleamos. Igual en el campo nos mandamos a tomar por culo alguna vez, pero no lo recuerdo”, sonríe Abelardo, feliz a la espera de su amigo. La vida, a veces, tiene estas cosas. De la calle del Bierzo, al Molinón.

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