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Gran Canaria jugará su primera final de Copa tras otra remontada

El equipo de Aíto, que jugará su duodécima final, vence al Bilbao Basket

Los jugadores Dj Seeley, Savané y Newley celebran la victoria.
Los jugadores Dj Seeley, Savané y Newley celebran la victoria.Lavandeira jr (EFE)

“La Copa es amarilla”, cantaba la afición canaria en la grada, orgullosa de un equipo de voluntad férrea al que en dos días primero Valencia y luego Bilbao le llevaron hasta la puerta de salida y se agarró al pomo. Se quedará en A Coruña para jugar la primera final de Copa del Rey de su historia y Aíto García Reneses tendrá la oportunidad de agregar a su leyenda un nuevo entorchado.

Sería la semifinal, la ansiedad por tener a tiro una cota insospechada para ambos equipos, sería el cansancio. Sería todo y un poco más porque la Copa tiene algo de tour de force mental. Los cuatro días de adrenalina que glosa la ACB en su eslogan son tal cual. Gran Canaria y Bilbao se acostaron el jueves, sobre todo en el caso de los primeros bien tarde, entre la excitación de un triunfo inesperado y la responsabilidad de tener que preparar en pocas horas una cita con ribetes históricos. Les salió un partido pleno de imprecisiones, en ocasiones falto de ritmo, con un tamiz de espesura. Salió la Copa.

Bilbao, 71-Gran Canaria, 81

Bilbao Basket: Hannah (20), Mumbrú (17), Bogris (8), Hervelle (6), Bertans (13) – quinteto titular- Slezas, Ruoff, Mendía, Todorovic (2), Raül López (5) y Álex Suárez.

Gran Canaria: Oliver (18), Salin (12), Báez (10), Newley (4), Omic (9) -quinteto titular- Pangos (9), Savané (1), Aguilar (8), Seeley (6), Pasecniks, Paulí y Rabaseda (4).

Parciales: 22-15; 24-19; 9-14; 16-33

Árbitros: Conde, B. Jiménez y Calatrava. Eliminados por faltas Bertans y Hervelle.

Coliseum de A Coruña. Unos 9.700 espectadores

Gran Canaria lo pasó mal porque se esperaba que progresasen desde la defensa, pero se encontraron justo con esa horma por parte del rival. Y Bilbao Basket prosperó por su acierto en la larga distancia. Durante la primera parte estuvo siempre en torno a un porcentaje del cincuenta por ciento de aciertos desde más allá de la línea de tres puntos, primero enganchado al acierto de Hannah, luego al de Bertins. Le bastó para encarrilar la tarde y manejarse largo tiempo diez o más arriba en el marcador.

Con todo, el precedente del jueves alertaba sobre la casta del equipo de Aíto, granítico y peleón. Orgulloso. Buscó un arreón antes del descanso para aliviar su mala puesta en escena y un inicio del segundo cuarto que le llevó de una desventaja de siete puntos a otra de dieciséis. Llegó a bajarla a nueve con su base Albert Oliver más atinado en la resolución, incluso posteando, que en la dirección. No pasó de ahí y Bilbao volvió a dañarle en el inicio del tercer cuarto para llegar a un 51-34.

Pero Gran Canaria no se fue del partido. Tiene mérito conseguirlo cuando las cosas no salen como están previstas. Quizás también sea un demérito del rival. Bilbao tuvo el partido en la mano y no la cerró. Un 4-14 al final del tercer cuarto acabó de traer de vuelta a los amarillos (55-48), que apenas concedieron nueve puntos en esos diez minutos, una alerta de que su defensa ya se había ajustado. De pronto a Bilbao le cambió el escenario y tenía ante sí un partido diferente al que había gestionado entre los diez y quince puntos de ventaja. Gran Canaria es como esos boxeadores encajadores que reciben y reciben sin besar la lona. A cinco minutos del final empató con un triple de Salin y poco después se puso por delante (62-64) tras un parcial de 11-30.

Para entonces Bilbao tenía varios problemas. El acierto desde los 6,75 metros se había rebajado a la mitad. Trabajaba el rebote con cierta prestancia, pero tenía manos blandas en el manejo, demasiadas pérdidas. Su banquillo aportó en la suma final apenas siete puntos. Y otra vez el valor de la mente. Bilbao se frenó y Gran Canaria se disparó justo cuando el partido se decidía. Y poco importó de donde viniese porque dio la sensación de que si el equipo de Aíto tuviese que haber remontado cincuenta puntos lo hubiera conseguido.

Bloqueado como estaba su equipo, Mumbrú se puso al mando de las operaciones, amagó con llevar el partido hacia un final apretado, pero ahí apareció el carácter de Báez, que capturó tres rebotes estratosféricos, de pura pasión dominicana, y anotó un triple sobre el final de una posesión para llevar a Gran Canaria ocho arriba a falta de cien segundos para el bocinazo final. Había una lona en el ring coruñés y no era para ellos. Gran Canaria remontó desventajas de doce puntos en cuartos de final y diecinueve en semifinales. Aíto jugará su duodécima final de Copa. Ha ganado cinco.

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