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Empate de circustancias en Anoeta

El Málaga aprovecha su única ocasión y la Real iguala con un gol de Agirretxe

Juanpi y Yuri pugnan por el balón.
Juanpi y Yuri pugnan por el balón.Juan Herrero (EFE)

Son tan parecidos que se anulan. Hasta tienen que cambiar la indumentaria porque es la misma para no confundirse de compañeros. Real Sociedad y Málaga están tan pletóricos que uno frente al otro parecen vulgares. Dos buenos equipos pueden construir un edificio futbolístico muy vulgar porque el ladrillo que uno sella, el otro lo desencola. Y así no ha quien construya un piso, ni una buhardilla ni una chabola. Dos equipos asentados, felices con su trabajo, ordenados, construyeron un partido espeso, ahíto de yeso, con poco arte, mucho trabajo y la táctica suficiente. Tanto fue, que empataron aunque no de igual manera. El Málaga lo hizo en un escarceo, uno de sus pocos momentos imaginativos cuando recio levantó la barbilla, vio a Rosales y le cruzó una diagonal que el venezolano convirtió en pase horizontal, con algún atropello, para Côp empujara a la red.

Fue un gol sorpresa porque todo era sorprendente en un partido tan igualitario en un partido en el que el balón iba y venía con un alboroto democrático que impedía sacar conclusiones. A la Real le faltaba medio campo porque la pareja Rubén Pardo-Diego Reyes es tan desigual que desiguala al equipo. Y porque además a la Real le faltaba un delantero centro, tarea encomendada al joven Oyarzabal que se perdió entre las olas. Y al Málaga, el medio campo le soportaba la movilidad de Recio, pero poco acompañado por un atolondrado Juanpi y un disperso Horta. O sea, todo igualitario.

Lo que falto a la legalidad vigente fue el empate realista. Eusebio había tirado de Agirretxe, dos meses después de su lesión y el muchacho no le defraudó. El primer balón que tocó lo llevó a la red tras un centro orientado de Xabi Prieto. El problema es que Agirretxe estaba en fuera de juego, evidente, palmario, no de esos que se pierden en un parpadeo del juez de línea. Pero Undiano Mallenco lo dio por válido. Quizás quiso ejercer una justicia poética, porque el partido no estaba para que lo ganara nadie, tan austero, tan estricto en el juego, tan escaso de oportunidades que Undiano decidió que por el empate un avemaría. Y así a acabó lo que así empezó. La Real frenando en su autopista de cuatro victorias consecutivas y el Málaga poniendo el radar en Anoeta para seguir sumando, aún soñando ambos dos con Europa. Ni contentos ni dolidos, simplemente devueltos a la realidad de una pelea larga que acabará seguramente muy tarde. Ambos jugaron poco y ambos sacaron mucho en una noche invernal que prometía poca templanza.

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