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memorias en blanco y negro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gaínza estrenó el ‘gol de oro’ en Mestalla

Athletic y Valencia acordaron que el primero que marcara tras dos partidos extenuantes jugaría la final de Copa de 1950

Puchades, en primer plano; Asensi, sentado, Santacatalina y el meta Pérez, en pie y Luis Casanova, en cuclillas, entre prórroga y prórroga.
Puchades, en primer plano; Asensi, sentado, Santacatalina y el meta Pérez, en pie y Luis Casanova, en cuclillas, entre prórroga y prórroga.EL PAÍS

Las semifinales entre Valencia y Athletic en la Copa de 1950 fueron de aúpa. Quince goles en cuatro días. El último lo marcó Gaínza. Fue un remoto antecedente de lo que más adelante llamaríamos gol de oro.Un acuerdo de aquel día para deshacer el empate, ante la falta de fechas.

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Se habían enfrentado en la final del año anterior, 1949, que ganó el Valencia con un gol de Epi. Los valencianos, que vivían una edad de oro gracias a la presidencia de Luis Casanova (algo así como el Santiago Bernabéu del Valencia) se tomaron ahí la revancha de dos finales perdidas contra los bilbaínos en el 44 y el 45. Eran dos grandes equipos en plena rivalidad.

Aquellas semifinales hubieron de comprimirse. Apretaba la perspectiva del Mundial de Río. Era cuestión de Estado. Se fijó la final de Copa para el 28 de mayo, a fin de que los jugadores tuvieran dos semanas de descanso tras la larga temporada antes de la concentración para prepararse. Las semifinales hubieron de jugarse en cuatro días: el domingo 21 y el miércoles 24. Mientras, una preselección va de gira a México. Un equipo sin los que juegan en los cuatro semifinalistas.

El domingo 21 se enfrentaron en San Mamés. Hay mayoría de finalistas del año anterior. Es el tiempo de la gran delantera del Athletic, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza, aunque tanto en la final del 49 como en estas semifinales va a faltar Panizo, cuyo lugar ocupará José Félix Arrieta. El Valencia ha perdido a Epi, fenomenal extremo derecha, que se ha marchado a la Real dando un gran disgusto a Casanova.

El partido es una exhibición del Athletic, que gana 5-1. Al descanso llega ya 4-0, tres de Iriondo y uno de Arrieta. En la segunda mitad, Gago (sustituto de Epi) descuenta para el Valencia, pero Zarra marca el quinto. En Marca, José María Mateos, célebre crítico de la época, que en su día fuera seleccionador nacional, escribe: “Y como han sido cinco goles, pudieron ser nueve, sin contar con las abundantes y felicísimas actuaciones del portero valenciano”. Se refería a Pérez (fallecido este domingo a los 96 años), que había relegado a la suplencia a Ignacio Eizaguirre, fijo en la selección durante aquellos años. Fue algo extraordinario: Eizaguirre era el titular en la selección, pero el suplente de Pérez en el Valencia. De éste escribe también Mateos en esa crónica: “Pérez no puede estar muy agradecido a su defensa, pero el equipo puede estar bien agradecido a Pérez”.

Un baño, en fin. La cosa parecía resuelta.

El miércoles, 24, se juega la vuelta en Mestalla. Luis Casanova hijo, que asistió al encuentro siendo un muchacho, lo recuerda como el partido más emocionante que vio en su vida, y ya ha pasado agua bajo los puentes desde entonces. El campo se llenó, a pesar del 5-1. El Valencia era grande, y el prestigio del Athletic, imponente. Era lo más de lo más. Aquel año había empezado a viajar en avión. Los llamaron leones con alas.

Tarde calurosa y campo duro. Luis Casanova se instala, como solía, en el banquillo, junto al entrenador, Jacinto Quincoces. Casanova hijo me cuenta: “Siempre veía el fútbol ahí, para sentirlo. Salvo que fuera la final de Copa, que no tenía más remedio que ir al palco. ¡Lo pasaba muy mal! Se iba a veces al vestuario, volvía, salía otra vez. Cada poco iba el masajista, Merino, a darle novedades. Pero él, por el clamor, ya sabía lo que iba pasando. El estadio tiene un sonido propio para cada situación, no solo para los goles. ¡Quién sabe cuántas veces entró y salió ese día!”.

El Valencia empezó atolondrado. Mucho balón largo, mucho bombeo al área. El Athletic esperaba cómodo, rechazaba, no arriesgaba. El tiempo estaba de su lado. En el minuto 25, Puchades cuela un fuerte disparo raso desde lejos que se convierte en el 1-0. Mestalla se anima algo, pero el partido sigue igual. En el minuto 35, Amadeo lanza córner e Igoa cabecea a gol. 2-0 y Mestalla empieza a creer. El Valencia aprieta, jaleado por el público, y en el 44 Amadeo, en jugadón de Seguí, hace el 3-0. Mestalla se entusiasma. Ahora todo el público cree.

Iraragorri, entrenador bilbaíno, abronca a los suyos, que salen de otra manera. Abandonan la defensa, se despliegan. Zarra marca en el minuto 52 y repite en el 70. Con 3-2 frente al 5-1 a falta de 20 minutos, parece que ya no hay nada que hacer.

Pero entonces Puchades levanta al equipo y al público, en una de sus reacciones clásicas. Medio de gran estatura, potencia, presencia y espíritu, toca el tambor y lleva a los suyos hacia arriba, como un émbolo gigante. La tormenta que desata su entusiasmo contagioso da lugar a dos goles muy seguidos, en el minuto 75 y en el 78, uno de Amadeo y otro de Gago. ¡5-2! Mestalla es un trueno incesante. El Valencia aprieta y aprieta, el Athletic se mete en el área, el tiempo corre… Ya en el 89, cuando el árbitro Fombona consulta el reloj, llega el 6-2, obra de Igoa. La locura. Hace falta una prórroga.

Hay conciliábulo entre los capitanes, los entrenadores y Fombona. Se acuerda, en atención a la proximidad de la final y a evitar desgaste de los inminentes mundialistas (entre ambos equipos reunían varios) que la prórroga se juegue en dos tiempos de 10 minutos, en lugar los 15 usuales. Así se hace. La prórroga es un vaivén, un correcalles entre dos equipos desarticulados, rotos. Una sucesión de ataques malogrados en el remate por cansancio, o por intervenciones de Pérez o Lezama. El público no puede más. Cumplidos 10 minutos, cambian de lado. Otra vez lo mismo: como dos boxeadores groguis, pegándose sin defensa, pero sin hacerse daño por agotamiento. La prórroga acaba sin goles.

¿Qué hacer? La final va a ser en cuatro días, luego vendrá el Mundial. No hay fecha para un desempate. Lo de las tandas de penaltis no se había ingeniado todavía. Nuevo conciliábulo y se acuerda que el primero que marque gol, gana. No todos los jugadores se enteran. Algunos, alejados, agotados, no prestan atención.

Pita Fombona y se juega de nuevo. Seguí tiene una ocasión al minuto que se escapa de milagro. Dos minutos después, Gaínza se va y con su última fuerza mete un tiro cruzado al que Pérez no llega. Pérez, que aún vive, en Nules, nunca se quitó ese gol de la cabeza.

Gaínza se va corriendo a la caseta, en busca de la ducha, Algunos se extrañan, no saben por qué. Incluso entre los espectadores no se sabía, se esperaba otra prórroga completa. Fuera del campo, en Valencia y en toda España, sí se sabía, porque el partido fue radiado y se había informado de ello. Pero en el campo no había radio, no era aún tiempo de transistores.

Cuando llegan las explicaciones, el público desfila. El Valencia no estará en la final, pero todos ellos han visto el partido de sus vidas.

El Athletic jugó la final contra el Valladolid y la ganó… en la prórroga. Tras el 1-1 en el minuto 90, Zarra marcó tres goles en el alargue.

Un mes después, Asensi, Puchades, Igoa, Nando, Zarra y Gaínza, protagonistas de este partido viajaron a Río. Más Panizo Y Eizaguirre, que se lo perdieron. Allí, España sería cuarta en la Copa del Mundo, nuestra mejor clasificación hasta el triunfo en Sudáfrica.

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