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Mas allá del Dream Team

Cruyff llevó el fútbol de la calle al campo y los herederos de Johan difunden ahora su legado

Partido de homenaje a Johan Cruyff en el Camp Nou.
Partido de homenaje a Johan Cruyff en el Camp Nou.EFE

Una Copa de Europa, 1 Recopa de Europa, 4 Ligas, 1 Copa del Rey, 1 Supercopa de Europa y 3 Supercopas de España. Puede ser el palmarés de un buen entrenador, sin más trascendencia que un montón de copas. De hecho, son los trofeos que honran a un equipo imborrable, el Barcelona que entrenó Johan Cruyff entre 1988 y 1996, ocho años que cambiaron el futbol español y mundial y que dejaron para la historia el recuerdo del llamado Dream Team. Pero el legado del Flaco va más allá de esos trofeos y remite a las enseñanzas que a día de hoy se transmiten como si de romances se trataran, por boca de Ronald Koeman en Inglaterra, de Lluís Carreras en Zaragoza o de Guillermo Amor en Australia, pasando por el despacho de Txiki Begiristain en Manchester, allá donde quiera que trabaje Alexanko al frente del fútbol base, como ahora en Valencia, o las consignas que suelta como comentarista televisivo Hristo Stoichkov, hoy para Univisión ante millones de mexicanos.

Nadie dijo que tenerle por jefe fuera fácil. Ya lo escribió Guardiola: “Cruyff daba miedo”

“Allí donde haya un futbolista que le escuchó, alguien contando lo que nos dijo, hay algo de Johan”, reconoce Albert Ferrer, que creció interpretando la particular manera de entender el juego de Cruyff, ese que sacó al Barça del desván de sus propias desgracias. Al Chapi, como a muchos, empezando por el primero de sus “herederos”, Guardiola, más cruyffista que Cruyff, se les rompió el corazón al saber de la muerte del holandés y les embargó la horrible sensación de saber que en su vida algo había terminado, que ya no le tendrán cuando le busquen, que ya no está en el camino.

Todo empezó la noche que el Espanyol le ganó al Bayer Leverkusen el partido de ida de la final de la UEFA en Sarrià. Al otro lado de la Diagonal, en un hotel entonces propiedad de Joan Gaspart, vicepresidente del Barça, se cerró el acuerdo para el regreso de Johan al Barcelona. Poco imaginaba Núñez la que estaba liando y seguramente le daba igual porque se trataba de salvar su poltrona, pero lo que hizo fue facilitarle al holandés volador la excusa perfecta para emprender una histórica revolución futbolística.

Desde esa noche, en un campo de entrenamiento que no tenía ni las medidas de un terreno de juego y que ahora es un parquin contiguo a La Masía, Johan empezó a adoctrinar a un grupo heterodoxo de futbolistas, lleno de vascos y catalanes, completado por un par de holandeses —Koeman y Witschge—, un danés —Laudrup— , un búlgaro desconocido y de pelo largo —Stoichkov—, y un brasileño —Romario—, que era pura exquisitez. Con ellos y su osadía Cruyff el Barça empezó a ganar y al tiempo creó escuela.

El legado del Flaco va más allá de los trofeos y remite a las enseñanzas que ahora transmiten  los que fueron sus discípulos

La huella de su legado se advierte en el número de futbolistas que habiendo jugado a sus órdenes han seguido vinculados al fútbol y han esparcido por medio mundo la palabra del que fue llamado profeta del gol, una filosofía que resumió Celades, hoy entrenador de España Sub-21: “No había día que no nos hiciera pensar”, afirma el andorrano.

Nadie dijo que tenerle por jefe fuera fácil. Ya lo escribió Guardiola: “Cruyff daba miedo”. Y es que cuando ellos iban, Johan ya había vuelto, y en el cruce, saltaban chispas. Por eso no era extraño que terminados muchos entrenamientos los jugadores siguieran dándole vueltas a alguna frase escupida por Johan durante la mañana, a alguna vuelta de tuerca personal o grupal que les exprimía. A veces les desesperaba. Pero alguno de esos mensajes que entonces les costaba entender, con el tiempo se ha constituido en axioma. Ahora ellos mismos los defienden en sus charlas.

Así les sucedió primero a los miembros del Dream Team y después a los de la Quinta del Mini, que liderada por De la Peña formaron Quique Costas, Celades, Toni Velamazán, Oscar García Junyent o su hermano Roger, un grupo llamado a rejuvenecer la empresa. Y eso, sólo en Barcelona, porque su doctrina impregnó Holanda y el Ajax con idéntica facilidad y llegó al tuétano de la selección española el día que juró, en vísperas de la final del Mundial 2010 en Johanesburgo, que prefería ver ganar a España porque le aburría el fútbol holandés.

A Cruyff le lloran cientos de huérfanos, los discípulos que se preguntan en algún banquillo “¿qué haría Johan?” cuando tienen un marrón, ahora que mandan ellos. Acaban haciendo lo que les da la gana porque si algo aprendieron del Flaco fue a no hacer nunca nada que no sientan. A eso y a ensanchar el campo para jugar con extremos, poner a los buenos o llevar los rondos de los entrenamientos a los partidos, porque quien tiene la pelota, manda y se cansa menos.

El legado de Cruyff trascendió hace años al Dream Team. Llevó el fútbol de la calle al campo. Ahora, les toca a sus herederos futbolísticos explicar su palabra.

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