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CUARTOS DE FINAL DE LA CHAMPIONS LEAGUE | BARCELONA- ATLÉTICO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Secuestro y tortura

Hay que agradecer al Real Madrid los servicios prestados el sábado porque el 1-2 en el Camp Nou ha predispuesto al Barcelona a una crisis inesperada

Los jugadores del Atlético celebran el gol de Juanfran al Betis.
Los jugadores del Atlético celebran el gol de Juanfran al Betis. Gonzalo Arroyo Moreno (Getty Images)

Hay que agradecer al Real Madrid los servicios prestados el sábado en el funeral de Cruyff. No ya porque el Atleti merodea el liderato gracias al cinismo estratégico de Zidane, sino porque el 1-2 en el Camp Nou ha predispuesto una crisis inesperada en el hábitat inmaculado, autocomplaciente, del Barcelona.

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Se ha convertido el Barça en equipo vulnerable, asequible, cuando parecía invulnerable e inasequible. Con más razón asumiendo que el Atleti representa la versión genuina y ortodoxa del planteamiento coyuntural que el Madrid desarrolló el sábado. Porque defiende mejor. Porque Simeone ha arraigado la coreografía del sacrificio. Y porque los problemas ofensivos de la temporada parecieron exorcizarse también el sábado a expensas del Betis en un partido espectacular, terapéutico, ¿premonitorio?

Sería ridículo, pintoresco, concebir el duelo de esta noche como una pachanga, pero la eliminatoria sobreviene en el mejor momento del Atlético y en el pasaje más incierto de la campaña blaugrana. Más aún después de haberse confirmado la alineación del lugarteniente Godín, cuyo carisma en la zaga demuestra que el Atleti se construye desde atrás hacia delante, arañando las bandas como si fueran trincheras.

Al Barcelona le sucede lo contrario en el deslumbramiento que procuran sus faros delanteros, llevando al paroxismo un antagonismo perfecto entre blaugranas y rojiblancos. Por eso el Atlético de Madrid es un equipo tan incómodo a la creatividad y superdotación neuronal del equipo local. Y por la misma razón le interesa a Diego Simeone dilatar la presión física y la psicológica en 180 minutos de secuestro y de tortura. O en 210. No con el balón, como sucedió en el duelo el PSV, sino contra el balón, acosando la manija de Busquets hasta provocarle un cortocircuito.

El Atlético no tiene por qué clasificarse a las semifinales. El Barcelona está obligado a hacerlo. Semejante diferencia conceptual sobreexpone a Luis Enrique a una presión desacostumbrada. Y casi le exige resolver la eliminatoria en la ida, de tal forma que los campeones de Europa, expuestos al trauma indisimulable que supuso la victoria del Madrid, arriesgan esta noche incurrir en un episodio de ansiedad.

Y lo hacen contra un equipo corpulento, tonificado, desprovisto de miedo escénico, peligroso fuera de casa, superior en la concentración, incluso menos estajanovista de cuanto sobrentiende la propaganda que caricaturiza a Simeone como un destructor.

Simeone es un estratega que lleva al extremo los medios de que dispone. Y que eludirá la tentación de ponerse a bailar con el Barcelona, anteponiendo una pelea a los puntos, táctica, de acoso y repliegue, en cuyo desenlace le convendría al Atlético repescar del banquillo contrario el fútbol dionisiaco, desaprovechado y arbitrario de Turan.

No se ha adaptado al Barça el jugador turco porque le falta Simeone en la banda, como le faltaba a Filipe Luis en el Chelsea. Simeone ha logrado que el Atlético de Madrid sea una prolongación no ya futbolística, sino orgánica de sí mismo, pero será necesario recurrir al repertorio chamánico para neutralizar la magia de Messi.

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