_
_
_
_
_

El Madrid se da un masaje ante el Eibar

Zidane dispone un equipo de suplentes al que le basta un rato para despachar a un Eibar desconocido

José Sámano
Los jugadores del Real Madrid celebran un gol ante el Eibar.
Los jugadores del Real Madrid celebran un gol ante el Eibar.Francisco Seco (AP)

Los cronistas clásicos de otra época subrayarían que en Chamartín solo hubo baño y masaje. Vieja metáfora de esos partidos sin nudos para el poderoso que todavía es válida en este tiempo, donde no han sido pocos los equipos del pelotón del Eibar que han pasado por el coliseo blanco sin poder quitarse el chándal. Le sucedió al conjunto armero, encomiable por todo, pero que en el Bernabéu se comportó como no acostumbra. Esta vez no se rebeló contra esa condición de Pulgarcito de un club de vuelo corto que debe apelar al orgullo y la imaginación para sobrevivir entre las cancillerías de la élite. Ante el Madrid fue rival de plastilina, el Eibar minúsculo que casi nunca ha sido en la categoría. A los veinte minutos sus muchachos ya habían encajado tres goles. Al Madrid del petardazo de Alemania, con ocho cambios en la alineación, le bastó con silbar un ratillo. No hubo tiempo ni para tembleques, para el castañeo dental y los murmullos de la grada. Coser y cantar, una tarde en el parque para espantar los fantasmas hasta el próximo martes, cita angustiosa con el Wolfsburgo.

Todo fueron pétalos para los de Zidane, una ganga para los suplentes habituales, que en una jornada en la que pudo haber truenos resulta que se lo pasaron pipa. Del Eibar, tantas veces competitivo, se esperaba un equipo de boinas verdes, recio, con espinas, capaz de meter al Madrid en una ratonera. Nada de nada. El equipo pasó la tarde con aire de muñeco de trapo desde que a los cinco minutos, James le castigara con una falta directa desde el mismo balcón del área. Pepe, señuelo incrustado en la barrera, se agachó y Riesgo no lo vio venir. Fin del cuento. El único relato lo puso el Madrid, con Cristiano de pastor de Jesé y Lucas, los tres en una marcha imposible para un adversario tan desabrochado. Frente a tanto monaguillo, los madridistas no dejaron pasar el chollo hasta que bajaron el pistón en el segundo acto, cuando ya mascullaban la Copa de Europa.

Fue pasmoso observar con qué facilidad encontraban los blancos horizontes para correr a campo abierto. Mendilibar había fijado un 4-5-1, pero en el césped no había alambrada alguna. El Madrid se saltaba el presunto dique eibarrés como quien se sacude una mosca. Lo pocas veces visto: un equipo que encontraba contragolpes en ataques estáticos, muchos hilvanados desde medio campo. Así llegaron el segundo gol, el tercero y el cuarto. En cada tanto, cada azulgrana estaba a media hora. Tan aflojado estaba el Eibar que los chicos hasta tuvieron tiempo para la solidaridad. Toma Lucas, toma CR, toma Jesé... Todo muy repartido, goles a la carta en una sobremesa soleada, fútbol primaveral para el Madrid tras una semana de emociones contradictorias. Un placer.

De vuelta de Alemania, Zidane solo insistió con Casemiro, Pepe y CR. El técnico francés dio cháchara a los primeros reservas y buceó en el fondo del armario para repescar a Kiko Casilla y Arbeloa, gente de última unidad. En nada se notó, no hubo exigencias. Sin necesidad de grandilocuencias, el Madrid se daba todos los antojos. Sus contrarios llegaban fuera de onda a todas las jugadas, en todas había respiro y paisaje, sin amenazas, porque el Eibar iba sin tacos, a rebufo, sin arrebatos, sin tensión. Cuarenta minutos tardó Casilla en tener una escena, un cabezazo de Pantic tras un córner al que respondió muy bien el guardameta. Como haría en el segundo tramo ante un remate de Enrich que desvió con los pies. Para entonces, Mendilibar había rectificado en el descanso con un delantero más, Borja Bastón, en detrimento de un volante, Adrián. El Eibar se niveló mejor, pero ya solo había un trámite, no un partido. Despejados los fantasmas, el Madrid solo quería que pasara el tiempo a toda mecha, que llegara el martes europeo. Su oponente se conformaba con evitar más cicatrices. En realidad, un encuentro de pretemporada en lo más caliente de la temporada. Para todos menos para Danilo, recibido con la pitada consecuente tras su actuación en el Volkswagen Arena. Zidane no le escondió, pretendió darle confianza. No hubo otra tempestad. Con la Champions a la vista, nada mejor que un partidillo en el Retiro. Lo del Eibar solo fue un paréntesis. Lo gordo está por llegar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_