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Máxima tensión en el vestuario del Madrid ante la visita del Wolfsburgo

Zidane y la plantilla pasan de la fascinación a la discusión y al pacto por la remontada del 2-0 ante la visita del equipo alemán

Zidane habla con Cristiano durante el partido contra el Eibar. Denis Doyle Getty Images
Diego Torres

El significado exacto del vocablo “intensidad” aplicado al fútbol permanece oculto bajo una capa de ambigüedad. Al misterio que sugiere debe su reciente uso extensivo en todos los foros del mundillo. Los archivos revelan que Benítez empleó el término para describir lo que veía en las vísperas de su destitución. Sabemos que el presidente madridista Florentino Pérez lo utilizó en más de una entrevista y que Zidane explicó las dos derrotas que ha sufrido —la de Liga en el derbi y la de Champions en Wolfsburgo— remitiéndose a la ausencia de este inefable valor.

—Si no tenemos intensidad, pasa lo que pasa— sentenció Zidane en Alemania, molesto tras el 2-0.

El diccionario de la RAE lo define como “grado de fuerza con que se manifiesta un agente natural, una magnitud física, una cualidad, una expresión, etc.” Sea lo que sea en relación con la pelota, a los jugadores del Madrid no les gusta la utilización que ha hecho su jefe de este término. Así se lo hicieron saber Marcelo, Ramos y Cristiano a Zidane tras regresar de Alemania el pasado jueves. La acusación pública de falta de intensidad les ofende porque creen que forma parte de una estrategia para señalar a los futbolistas como los responsables de todo. Piden respeto. Piden unión. El martes se juegan mucho más que una remontada y Zidane comprende su punto de vista. Él les dice que también se juega su contrato.

Fue esta cuestión lingüística la que desencadenó la última fricción en el vestuario del Madrid. Al calor de la tensión provocada por la derrota de Wolfsburgo en la ida de los cuartos de la Champions y la necesidad de meter al menos un 3-0 para salvar una temporada en la que la Copa está perdida y la Liga depende de contingencias ajenas, cualquier chispa hace una hoguera. El asunto, sin embargo, quedó resuelto con un compromiso de unión y camaradería. Zidane suele decir que se sabe de memoria el código del fútbol pues vivió 20 años en vestuarios, la mayoría repletos de personajes heterodoxos, en muchas de las situaciones límite que puede deparar el oficio.

—No hubo falta de intensidad en Wolfsburgo—, corrigió el viernes Zidane, dadivoso, en conferencia de prensa.

Marcelo, Ramos y Cristiano son los capitanes. Se sienten responsables de salvaguardar los intereses de sus colegas. Y no solo el buen nombre. Pretenden velar por el buen funcionamiento del equipo. Más de una voz en la plantilla confiesa que a los jugadores les pareció extraña la alineación de Danilo en Wolfsburgo y que de algún modo le harían llegar su parecer al técnico. Según estas fuentes, la mayoría prefiere a Carvajal. Pero no por ello cuestionarán a Zidane si apuesta por Danilo de nuevo y Danilo vuelve a jugar mal.

Los jugadores respetan a Zidane. No viven en la luna de miel de enero, cuando se confesaban fascinados ante la figura del ídolo que los mandaba, pero creen en su honradez y en su liderazgo. Incluso los empleados más escépticos de Valdebebas entienden que lo único que le falta es experiencia. Debe aprender, pero ya incorpora en su carácter algunas de las cualidades esenciales de todo buen entrenador. Por ejemplo, no trepida en decidir. Aplica su ley. Sin contemplaciones si es preciso. Intimida sin tiranizar. Sabe escuchar y sabe lanzar mensajes. Incluso amenazas.

—La primera parte me gustó mucho; y en la segunda nos faltó intensidad... Pero es normal cuando se trata de jugadores que no participan mucho—, concluyó, tras el 4-0 ante el Eibar este sábado, elogiando a James, Isco y Jesé. Pero sin pasarse.

Hoy aterriza el Wolfsburgo en Madrid con un puñado de alemanes verdaderamente intensos. Les aguarda una piña de madridistas intensamente ligados a su técnico en la empresa común de salvar el prestigio.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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