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El ardor de Valverde el día del abandono de Landa

El ciclista alavés, octavo de la general, se retira del Giro víctima de una gastroenteritis vírica

Carlos Arribas
David López conforta a su líder, Mikel Landa, poco antes de abandonar el Giro.
David López conforta a su líder, Mikel Landa, poco antes de abandonar el Giro.LUK BENIES (AFP)

Cuidado con el día de descanso, que es muy traicionero, les dicen a los ciclistas jóvenes los veteranos que han sufrido pájaras, súbita pérdida de fuerzas, abandonos, el día siguiente al de uno de descanso, como si el cuerpo, acostumbrado a seis horas de faena y sudor cotidianos quisiera castigarse a sí mismo por haber dejado de hacer el burro con sus límites por un día. Mikel Landa podía presumir de inmunidad a la enfermedad del día de descanso, y hasta podía reírse de las manías de los veteranos que, también en un equipo tan científico como su Sky, se fían más de lo que saben por viejos que por lo que les quieren enseñar. El día de descanso, su aprovechaba las horas tumbado en la cama para recuperar energías dispendiadas, para volver a ser fuerte. El año pasado, su mejor día en el Giro, el del Mortirolo terrible, fue un martes consecutivo a un lunes de descanso y a un domingo en el que había triunfado en Madonna di Campiglio. Este martes, le esperaba a Landa el Pian di Falco, el primer puerto de primera del Giro del que se sentía máximo favorito. Llegaba, por fin, su terreno. Llegó su terreno. Llegó el Pian di Falco, el puerto al pie de Módena y del monte Cimone que en su primera aparición en la carrera italiana, en 1971, dio al mejor escalador español de nunca, José Manuel Fuente, su primera victoria italiana, pero Landa no llegó para demostrar que como él no sube nadie. El alavés, octavo en la general, se había bajado de la bicicleta más de 100 kilómetros antes abandonando a mitad de camino, en la décima de las 21 etapas, el Giro prometido.

Jungels, un luxemburgués de rosa 60 años después de Gaul

Que nadie se olvide de Jungels, dicen los que saben, y hablan del tenaz, duro y resistente luxemburgués con respeto y temor.

Jungels, que no es un escalador sino un corredor completo, tiene 23 años, la misma edad que tenía cuando llegó por primera vez al Giro el otro luxemburgués que ha vestido la maglia rosa, y que no es ni uno de los hermanos Schleck, Andy o Franck, ni siquiera su padre, Johnny, sino el gran Charly Gaul. Ocurrió hace 60 años, tras la ascensión bajo la nieve al Bondone. Gaul ganó aquel Giro y el del 59 también.

Nada más comenzar una de las etapas más pesadas y largas, ni un kilómetro llano en el que aprovechar la inercia del pelotón en masa, el cuerpo le dijo no a Mikel Landa en forma de dolor de tripa y diarrea, síntomas de una gastroenteritis vírica contraída la víspera, según explicó Íñigo Sarriegui, el médico del Sky, un vasco de Bilbao con formación británica. El ciclista intentó lo imposible: en el kilómetro 40, y solo habían tenido un tercera del menú, perdía seis minutos. Acompañado por sus fieles David López y Mikel Nieve, Landa se arrastró lento, cada vez más lejano de un pelotón lanzado por el agresivo impulso guerrero del Movistar, que no para. Pasados unos kilómetros más, se convenció de lo inútil de su esfuerzo y se subió al Jaguar de su equipo, donde pudo maldecir.

El Giro sigue sin Landa y con Valverde aún atacado por el virus de la impaciencia, con un asalto de jóvenes tiernos al podio y con una limpia notable entre los 10 primeros de la general, de donde, junto a Landa, desaparece también definitivamente Tom Dumoulin, que abandonó todo deseo de lucha y perdió 13 minutos.

El ritmo generado por el ardor del Movistar, que infiltró al vivaz Visconti en la fuga, provocó la maceración de un pelotón ya cansado que, al pie del Pian di Falco levantó bandera blanca. En la cima atacó lanzado en el descenso Andrey Amador, el movimiento de la pinza Movistar, fatal para el líder, el contable Brambilla, quien, en un rasgo único de grandeza, decidió emplear sus últimas fuerzas para tirar tras el costarricense del grupo y de su compañero de equipo Bob Jungels, heredero así, luxemburgués feliz, agradecido y joven, 22 años, de su maglia rosa. Fatal para el ataque de Amador, que se quedó a 26s del líderato, fue tanto la generosidad de Brambilla como la lentitud de su compañero Visconti, tardo a la hora de esperarle.

Del trabajo del siciliano de Palermo en la vanguardia del ataque, solo disfrutó Amador en los últimos 500 metros de la ascensión final a Sestola. Un esfuerzo casi inútil que provocó tal rabia en Valverde que en el sprint furioso fue capaz de sacar 4s a Nibali, Kruijswijk y demás seguidores. A Visconti, tan italiano, quizás contagiado por el mal ambiente de una fuga de una docena en la que el ataque del ganador de la etapa, el jovencito escalador Giulio Ciccone (21 años), lo propició su compañero veterano Pirazzi, sacando de una curva en el descenso del Falco al más peligroso de sus rivales, el viejo ilusionado Damiano Cunego.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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